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Marinette

     Me encontraba sumergida en un sueño profundo, de esos que te hacen dormir en nubes de algodón mientras dos angelitos te tocan dulces melodías con sus arpas y flautas. Estaba completamente agotada, y mi cuerpo no pretendía otra cosa que quedarse tumbado en aquella cama durante al menos dos días enteros. 

     Mi habitación era extraña. Había cambiado: mi tocador ya no estaba y la cama ya no estaba pegada a una pared del dormitorio, sino en el centro. 

     Era extraño, pues podía ver a la perfección cada parte de mi cuarto, pero mis ojos estaban completamente cerrados, anduviendo por el quinto y sexto sueño. 

     El tacto de unas manos rozar mi piel me hizo sentir escalofríos. Un fino y débil contacto, únicamente con la yema de sus dedos, que consiguió sacar de mí un leve suspiro. 

     Abrí los ojos, añorando la calidez de su mirada. Ansiosa por volver a encontrarme con aquellos ojos esmeralda. 

     «Adrien»

     Sentí como una de sus manos agarraba mis muñecas, inmovilizándolas encima de mi cabeza, mientras que sus labios iban trazando un camino de besos desde mis labios hasta mi cuello. 

     Mi piel reaccionó ante tan contacto, activando cada parte de mi cuerpo, exigiendo a gritos más atención por las partes aún no exploradas. 

    Con su mano libre se dedicó a desatar con cuidado las cuerdas de mi corset, mientras que sus labios iban bajando desde mi cuello hasta el camino de mis pechos. 

     «Maldición, ¿qué me está pasando?» 

     Gemí. Gemí con fuerza, suplicando que terminase de desnudarme, suplicando que acabase esa tortura que había comenzado.  

     Adrien continuó bajando, no sin antes mimar con cuidado las zonas más sensibles de mis senos, besándolos y masajéandolos como si estuviesen hechos de porcelana. 

    Todo mi cuerpo se arqueó cuando sentí como recorría mi estómago con sus labios, bajando lenta y tortuosamente a la parte más sensible de mi cuerpo. 

    Agarré con fuerza las sábanas y gemí con fuerza. 

    —A-Adrien...—titubeé, suplicando que terminase de una vez y llegase donde yo quería que llegara.—M-Más... 

    Su sonrisa torcida me envolvió y lo vi agachar su rostro, situándose entre mis piernas... 

    Pero entonces... 

    Mis ojos se abrieron, topándose de lleno con el fino rayo de sol que entraba por mi ventana. Me incorporé al instante y recorrí la estancia con la mirada 

   Todo estaba en su lugar. 

   Y Adrien... Él no estaba allí. 

   Las sábanas estaba reliadas unas con otras y yo sudaba como una sopa. Mi cabello se me pegaba a la nuca y mis brazos y piernas estaban húmedos. 

©La coleccionista de corazones perdidos |SCR2|Where stories live. Discover now