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Marinette

      El día anterior terminó por ser tranquilo. Jouvet no volvió a insistir sobre mi "secuestro" y no volví a verlo en todo el día. 

     Por mi parte, yo tampoco hice muchos esfuerzos por cruzarme con él, y en general con nadie. Pasé todo el día encerrada en mi habitación junto a Catherine, utilizando la escusa de la "conmoción del momento". 

      Durante la noche, Adrien regresó a mi cuarto, cómo de costumbre, salvo con la única diferencia de que ambos hacíamos esas noches más provechosas. Ahora sin ningún obstáculo que se inmiscuyera entre nosotros, podíamos entregarnos, sin ningún temor ni miedo a nada. 

     Adrien siempre tenía algo nuevo que enseñarme lo que provocaba que nuestros encuentros pasionales no se vieran para nada repetitivos. Anoche, fue mi segunda vez, y volví a sentirla igual de mágica y especial que la segunda. 

     Jamás me cansaba de escucharlo decir cuando me amaba y jamás me cansaba de la sensación de sus labios y sus manos sobre mi cuerpo. 

    No hacía otra cosa más que recordar una y otra vez las dos últimas noches. Se había convertido en mi nuevo obsesión y a pesar de la crudeza de mi situación, no podía evitar llevar una sonrisa puesta a cada momento. 

     En aquellos momentos estaba con Catherine. Ambas estábamos sobre mi cama, sentadas una enfrente la otra. El día anterior estuvo muy extraña, desde que salimos del despacho de Jouvet apenas me dirigió la palabra y aunque estuvimos juntas casi todo el día, no mantuvimos conversaciones de muy larga duración. 

      No quise preguntarle, pues suponía que quizás estuviese conmocionada por mi desaparición, pero verla con el mismo semblante una vez más me preocupó. 

     —¿Quieres que salgamos a dar un paseo?—sugerí.—Los martes siempre hay mercado. 

     Cath negó con la cabeza, tan seria como me la había encontrado. 

     Esbocé una mueca y respiré hondo.

     —Oye...—comencé a decir.—¿Te encuentras...? 

     —Tengo que decirte algo—dijo, interrumpiéndome. Su voz había sonado más aguda y agitada que de costumbre, lo que me sobresaltó.

     —Sí, yo creo que sí tienes que contarme algo—ironicé haciendo gestitos exagerados con los brazos.—Estás muy rara desde que llegué y sé que a ti te pasa algo. 

     Sus ojos se cristalizaron y pronto comenzaron a brotar lágrimas transparentes que surcaron sus mejillas. 

     —Prométeme una cosa...—musitó, frotándose las manos con nerviosismo. 

     La miré directamente a los ojos y asentí, mostrando que tenía mi completo apoyo. 

     —Que... pase lo que pase, a pesar de lo que estoy a punto de contarte, no saldrás corriendo—dijo.

     —¿Y por qué iba a salir corriendo?—no pude evitar soltar una carcajada irónica.—Catherine, ya nos conocemos. No sé que te pasa, pero estoy segura de que no es tan malo.—intenté cogerla de la mano, pero ella la apartó con brusquedad. 

©La coleccionista de corazones perdidos |SCR2|حيث تعيش القصص. اكتشف الآن