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1 noviembre, día de todos los santos, 2:30 am

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1 noviembre, día de todos los santos, 2:30 am

Narrador

   Se escabulló con agilidad entre las sombras nocturnas y avanzó con cautela por los alrededores del gran palacio. Analizó todo su campo de visión, cuidando de no ser interceptada como la última vez que trató de infiltrarse en el castillo.

   Se asomó por un lateral y estudió a cada uno de los guardias que se avecinaban por la siguiente esquina.  Entrecerró los ojos y con más precisión, intentó distinguir los rasgos, buscando unos en particular.

   —No, aquí no está — se dijo así misma. Dio media vuelta y se de un saltó bajó al mirador del piso de abajo, ayudándose de los barrotes de las ventanas cercanas.

   Gruñó para sus adentros y repitió su hazaña, pensando que en aquel fortuito primer encuentro, todo parecía ser más sencillo o al menos él fue quien llegó hasta ella.

   Cerró los ojos y respiró hondo. Si quería encontrarlo, tenía que tranquilizarse y no dejarse llevar por los nervios y la impaciencia. Lo último que quería, era dejarse atrapar y si eso ocurría, todo cuanto amaba estaría perdido para siempre: Adrien moriría y el pueblo quedaría en mano de un tirano.

   Y si quería evitar todo eso, necesitaba una pieza clave, una persona que con tan solo unos palabras le había demostrado respeto y un tanto admiración, ya que en todos sus años de consciencia, nunca había tratado con una persona tan sabía como para referirse al pueblo de esa manera.

   — Más te vale aparecer, soldadito.

    Mientras tanto, un apuesto joven de cabellera negra y ojos celestes salía de los pasillos reales. Iba acompañado de otro guardia y a pasos lentos y pesarosos cruzó el umbral de la puerta con un semblante compungido.

   El soldado, al notar su rostro teñido de preocupación se giró hacia su superior.

   — ¿Va todo bien, comandante? — se interesó.

   El mencionado, no respondió de inmediato, sino que se tomó un tiempo para salir de su burbuja mental.

   —Sí, claro — hizo un esfuerzo en esbozar una sonrisa que no era para nada sincera —Es solo que... estoy un poco consternado con todo lo que está sucediendo últimamente.

  — Naturalmente — aseguró el soldado —Son tiempos difíciles para la familia real, especialmente para el rey. No debe ser  fácil haber descubierto a la reina enredada con un criminal del calibre de Chat Noir.

   El de ojos celestes continuó caminando, con la mirada perdida en el suelo y los hombros caídos.

    —No, no debe ser fácil, eso está claro —murmuró con pesadumbre — Pero, ¿de verdad ve necesario todo lo que está haciendo? Salir ahí y humillar de esa forma a una mujer indefensa, es ir demasiado lejos.

©La coleccionista de corazones perdidos |SCR2|Where stories live. Discover now