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Adrien

     Mi cuerpo se quedó completamente paralizado, incapaz de apartar la mirada de aquella mujer. No fui yo quien disparó aquella pistola, pero aún así, recordaba a la perfección su cuerpo inmóvil sobre el suelo del corral y a Marinette abrazada a ella, llorando desesperadamente su muerte. Y... ahora estaba allí, parada delante de mí, como si nunca hubiese estado al borde de la muerte.

     Sus ojos azules levantaron la mirada y se cruzaron con los míos. Se apartó los mechones de cabello rubio y se los echó por detrás de los hombros mientras esbozaba una sonrisa que no terminó por iluminar toda su cara. Dejó el periódico que tenía entre manos sobre la mesa y se puso en pie sin dejar de observarme. 

     —Así que este es el hombre que mató a mi padre y secuestró a mi mejor amiga—se detuvo a tres pasos de mí y me extendió la mano, cordialmente.—Es un placer conocerlo, Chat Noir. 

     Tardé varios segundos en reaccionar. Mis ojos se movían desde su brazo hasta su cara y después hacia Nathaniel. Permanecí impasible delante de ella, sin responderle ni corresponder a su gesto, todavía estaba demasiado shockeado como para decir algo con sentido. 

     —¿Vas a darme la mano o simplemente te vas a quedar mirándome como si fuera un fantasma?—inquirió enarcando una ceja. 

     Parpadeé varias veces perplejo y procuré esbozar una sonrisa falsa que disimulara mi estado de estupefacción. 

     —El placer es mío, princesa. Siempre es un honor encontrarse con alguien que viene de entre los muertos—dije mostrando mi ironía. Le tendí la mano y la estreché con cuidado. 

     —Chat...—me advirtió Nathaniel y con eso supe, que entre sus advertencias entraba ser caballeroso y educado. 

     —No es necesario, Nathaniel—dijo ella levantando una mano.—Déjalo que haga lo que quiera, para eso este es un territorio ¿no es así?—sus ojos volvieron a escrutarme con la mirada, y pude apreciar cierto rencor en ellos. Y no faltaba más. 

    Tantas indirectas y tantas mierdas me estaban sacando de quicio. La hija del antiguo rey estaba viva y coleando y para colmo estaba en Miraculous sacando todos los trapos sucios con la ayuda del Zanahorio, que consideraba un amigo. 

     Puto traidor y yo que estaba empezando a confiar en el muy cabrón. 

     —Dejaos de miraditas y mierdas—Caminé hacia la mesa y cogí una silla para sentarme justo enfrente del sillón donde había estado sentada Chloe Bourgeois, y con la mano les hice un gesto para que los dos tomasen asiento.—No tengo ni puta idea de qué pretendes, Nathaniel, pero quiero que me lo expliques. Por lo menos para tener una razón que me impida pegarte una hostia. 

     Nathanaiel se apartó algunos mechones pelirrojos de la frente y respiró hondo. No se molestó en sentarse, en su lugar le hizo una señal a Chloe para que lo hiciese por él.

     —La recogí poco después de que abandonarais el corral, todos, incluido tú,la disteis por muerta, pero todavía respiraba—comenzó a explicar él.—Tú también conoces mi pasado Chat Noir, conoces mis secretos y lo que lleva perturbándome durante toda la vida. No podía dejar morir a otro miembro de esa familia, y lo sabes.

     Solté un gruñido exasperado y apoyé el codo en el brazo de la silla, mirándolo inquisitivamente. Me había traicionado y posiblemente mi yo del pasado lo hubiese descuartizado y esparcido sus restos por el Sena. Mi plan había sido deshacerse de la familia real y él, a mis espaldas, había recogido a la principal heredera y le había salvado la vida. 

©La coleccionista de corazones perdidos |SCR2|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora