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Adrien

     Sentía como la sangre hervía en mi interior.  La cólera y la rabia se adueñaron de mi cuerpo y mis ojos quedaron completamente cegados por la imagen que estaban viendo. 

     Marinette lo estaba besando, y lo estaba haciendo delante de mis narices. 

     No quería dejarme dominar por mis impulsos, ni tampoco quería hacer algo de lo que después me arrepentiría, pero joder, las ganas de romperle la cara a ese hijo de puta me estaban consumiendo. 

     Me percaté de la mirada azulada de Marinette. Sus ojos estaba completamente fijos en los míos y pude percibir como derramaba una lágrima silenciosa que me culpaba a gritos de todo lo que se estaba dando delante de mí. 

     Bajé la mirada y me percaté de que me estaba haciendo una señal con la mano, indicándome la dirección contraria, justo a mi derecha. 

     «Claude» 

     ¿Acaso ella estaba haciendo todo eso para ayudar a Claude? ¿Había venido a la prisión por el mismo motivo que yo?  

     A pesar de sus indicaciones, no obedecí al instante, sino que permanecí en esa posición un poco más, sin despegar la mirada de ella. 

     Y por un momento, se me pasó por la cabeza mandar a Claude a la mierda y liarme a hostias con Jouvet, y gritar a Marinette lo estúpida que era. ¿Por qué coño tenía que besarlo? ¿Es qué pensaba que de esa forma me estaba salvando a mí, o a Claude? Y una mierda. 

     La fulminé con la mirada y negué con la cabeza, sintiendo la decepción y la impotencia fluir por todo mi cuerpo. 

     Parpadeé varias veces, con la esperanza de que de esa forma pudiese borrar esa imagen de mi mente y sin dar más vueltas al asunto tomé la dirección que ella me había indicado. 

     Si ella quería besar a ese hijo de puta, pues bien. No iba a ser yo quien se lo impidiese, no me incumbía nada de lo que le ocurriera, su vida ya no me importaba. Ella ya no era mi prisionera.  

     Tal y como había indicado, Claude estaba en la última celda del pasillo. 

     —Eh—lo llamé de mala gana—Despierta, dormilón. Nos vamos de aquí. 

     Claude levantó la mirada y en cuanto me reconoció, esbozó una sonrisa. 

    —¿Chat Noir?—preguntó corriendo hacia la puerta—¿Eres tú de verdad? 

   —No, tú abuela. No te jode—espeté, sacando la catana para poder forzar la cerradura.

   —Joder... pensaba que no ibais a venir—dijo mientras observaba fijamente como intentaba abrir la verja. 

   —Todos estaban como locos, insistiendo en hacerlo—expliqué, haciendo palanca para reventar la puta cerradura. Hice una mueca y apreté con todas mis fuerzas.—Así que no tuve más remedio que venir. 

     La clavija por fin se rompió y la verja se quedó entreabierta.  Agarré uno de los barrotes y la terminé de abrir para que Claude pudiese salir. 

   —Venga, larguémonos de aquí—dije recorriendo el largo pasillo por la mirada. 

    Marinette y el gilipollas del rey podrían estar aún cerca. 

     —He visto antes a Marinette—dijo Claude siguiendo la dirección por la que miraba—¿Acaso habéis planeado todo esto entre los dos? Ella parecía muy segura de lo que hacía. 

©La coleccionista de corazones perdidos |SCR2|Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ