19. Un lugar hostil [1/2]

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A la mañana siguiente, en el desayuno, me encuentro con Nutter. Se sienta solo en una esquina, alejado de la mesa central donde se sientan los altos cargos. Me siento con él. El chico se muestra visiblemente incómodo con mi presencia, aunque yo apenas hablo. No debe de estar acostumbrado a que nadie se acerque a él, y menos aún una chica.

—Hay más mesas vacías—murmura. No con un tono hostil, sino como si sintiera que el hecho de que alguien le hiciera caso fuera un error.

—Lo sé.

A lo lejos, veo a Lisa entrar en el comedor. Nuestras miradas se cruzan, pero ella apenas me saluda con un movimiento de cabeza, y va a sentarse en la otra esquina del comedor. Con docenas de mesas de metal ancladas al suelo, es capaz de albergar a varios cientos de personas, por lo que Lisa va a parar tan lejos que apenas puedo verla.

—¿Por qué te has sentado aquí?—pregunta Nutter, sin alzar la mirada de su tostada de mantequilla.

Me encojo de hombros.

—Eres la única persona normal que conozco—contesto, y le doy un mordisco a mi desayuno.

Súbitamente, me doy cuenta de lo cierta que es mi afirmación. Todas las personas que conozco son extravagantes, importantes, poderosas... o están en la cárcel. Todas, salvo este chico.

—Mi padre me felicitó ayer por sujetar bien el fusil—me confiesa, en voz baja—. Gracias.

Estoy demasiado cansada para sonreír, aunque me alegro por el chico. Mantengo la vista a lo lejos, esperando que Lisa vuelva, que la conversación de anoche fuera un sueño. Pero no lo fue, y Lisa no se mueve de su asiento.

En el centro del salón hay una mesa un escalón por encima del resto, el doble de larga. Allí se sientan Hela, Ponnie y algunos oficiales de alto cargo. Leo no está; según Ponnie, salió temprano para hablar con Galo lo antes posible. Aunque su ausencia explica una silla vacía, queda otra...

—¿Lo está molestando esta intrusa, soldado?—oigo a mi espalda.

Cuando me doy la vuelta, comprendo por qué todo el mundo lo llama Toro. Con sus hombros anchos, su rostro adusto curtido con cicatrices y nariz arrugada, como si oliera constantemente a mierda, da la imagen de una bestia; un dios de la violencia, capaz de aplastarle la cabeza a un hombre como quien se estalla una espinilla.

—No, papá—contesta Nutter, atropelladamente—. Digo... jefe. Solo me está haciendo compañía.

Toro suelta un gruñido, y casi me parece ver salir humo de sus orificios nasales. Sin embargo, en vista de que sigo respirando, no le molesta tanto.

—Avísame si te causa algún problema—dice, mirándome como si estuviera deseando que le diera un motivo para practicar papiroflexia conmigo como papel.

Nutter asiente, y el animal se aleja hasta la mesa central. Saluda a sus compañeros y se sienta. Curiosamente, su desayuno consiste en una mezcla de frutas y un yogur.

Por un segundo, veo que Lisa ha alzado la vista hacia nuestra mesa, pero, tan pronto como la devuelvo la mirada, vuelve a bajar la suya hacia su comida.

—No lo culpes. No es mala persona—dice Nutter, por fin mirándome a las manos—. Solo... te culpa por lo que le pasó. Dijo que era demasiada coincidencia que llegaras el mismo día que lo atacaron. Todos sabemos que es una estupidez, pero él no entra en razón.

Casi me atraganto con mi zumo. Lo que me faltaba. Uno de los más peligrosos del lugar sospecha de mi relación con los problemas que han tenido últimamente. Estoy a punto de levantarme y salir pitando, alejarme lo máximo posible de todo y de todos; pero sé que con eso solo lograría confirmar las sospechas que ya hay sobre mí.

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