16. Habilidades necesarias [2/3]

55 8 0
                                    

No es ninguna sorpresa para mí descubrir que Hela no decía la verdad. Lisa sigue intentando apilar la baraja entera, pero ya lleva más de lo que había logrado estando con Ponnie.

La observo en silencio, procurando no asustarla ni molestarla en su tarea. Nutter se limita a mirar extrañado un segundo y vuelve a entrar en el edificio.

A pesar del claro parecido físico, me sigue resultando difícil creer que Toro tenga un hijo. No soy capaz de imaginármelo de padre, pero el chico parece estar realmente orgulloso de él. Me pregunto cómo se comportará Toro cuando esté el chico delante.

Recuerdo el altercado que tuvo el padre hace un par de semanas, cuando los Capolli le dejaron inconsciente y le dejaron un regalito en forma de cicatriz. Al parecer, ninguno de los soldados hélicos fue el causante de la represalia, pero Ponnie me ha comentado que sospechan de algunos, aunque no me dijo de quiénes. Solo espero que nadie se pueda poner en contacto con Fido, porque eso supondría el final para mí.

No sé cuánto tiempo llevo cavilando cuando Lisa se acerca a mí. Ya las ha colocado todas, y ha formado un castillo de varias cimas que se alza un metro del suelo. Parece satisfecha con su trabajo, pero dice:

—No entiendo por qué tengo que hacer estas chorradas. Debería estar entrenándome como un soldado normal y corriente, no como una niña de cinco años.

Me encojo de hombros, procurando morderme la lengua.

—La concentración siempre es conveniente mejorarla—contesto.

Lisa pone una mueca. Sabe que tengo razón, pero sigue impaciente.

—Pensé que convertirse en soldado consistía en aprender a pelear, no en poner unas cartas sobre otras.

Ponnie aparece entonces a mi espalda. Pasa de largo y camina hasta el castillo de naipes. Lo derriba de una patada.

—Recógelas—ordena.

Lisa se ha quedado boquiabierta.

—P-pero...

—Se acabaron las cartas—la corta su tutora—. Mañana cambiaremos de ejercicio.

En un segundo, Lisa recupera la pasión por los castillos. Abre la boca para protestar, pero comprende que no servirá de nada, esta vez sin necesidad de una mirada de Ponnie. Camina arrastrando los pies hacia los naipes derribados y los va recogiendo uno a uno.

—Colócalos en orden y por palos—le dice Ponnie, y se coloca de pie a mi lado.

—¿Otro ejercicio de mi padre?—pregunto, en un susurro.

Ponnie niega con la cabeza, con una sonrisa ladeada.

—No. Éste es mío.

Asiento. No sé hasta qué punto seguirá con esto, pero no querría estar en el lugar de mi amiga. Quizá Ponnie solo pretenda bajar la influencia del chip, pero me da la sensación de que también le está bajando los humos. Siendo hija del gobernador, a pesar de que Grayhold pueda ser un capullo, Lisa debió de tener más facilidades que la mayoría de la ciudad. Este baño de humildad le servirá para no subestimar a ningún contrincante y, sobre todo, para no sobrestimarse a sí misma.

—¿Qué quería Hela?—pregunto. Sé que no estoy en posición de exigir más información, y no debo abusar de la hospitalidad que me ha sido brindada, pero desde que Galo está encerrado en ese infierno, no soy tan cauta.

Ponnie me mira de reojo, seguramente considerando qué puede contarme y qué no.

—Noticias de Leo—contesta—. Se adelanta su regreso. Esta noche estarán aquí.

Alter EgoWhere stories live. Discover now