17. Futuro [2/2]

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El mapa que tomaba como uno de papel resulta ser una imagen holográfica sobre la mesa de metal. Esto lo descubro cuando Leo, con un gesto, amplía la imagen hacia el cabo del noreste de la ciudad. Allí, vemos el plano de un recinto fortificado situado en el punto donde la tierra acaba abruptamente en un precipicio de más de cien metros. Leo hace otro gesto y, como si la imagen siguiera la palma de su mano, aparece ante nosotros un holograma en tres dimensiones del Centro de Retención, con su muralla de diez metros de alto extendiéndose en una línea recta en el punto en el que la tierra se estrecha para dar paso al cabo que da a mar abierto.

—¿No hay protección al otro lado?—pregunta Ponnie, considerando la posibilidad.

—¿Para qué?—contesto—. Créeme, ciento veintisiete metros de caída paran a más personas que un muro de hormigón.

Leo asiente, mirándome por encima de las gafas con ojos rasgados y curiosos. Lleva el flequillo azul tan largo que casi le cubre las cejas, y el resto de su melena negra rodea el resto de su cabeza como un casco.

—No podemos entrar por la fuerza—afirma, señalando la muralla—. El treinta por ciento del ejército del gobernador defiende el recinto. Más de mil soldados. A Grayhold le preocupa más mantener a los presos ahí dentro que defender a la ciudad de las amenazas externas. Y no es por nada.

Extiende un panel con el registro de todos los presos, cientos de ellos y en una ojeada rápida reconozco a varios de los más peligrosos, incluido Fido Capolli. El corazón me da un vuelco al ver la sonrisa confiada de Galo. Sin duda, han tomado la imagen de su carné de identidad. Temo por no volver a verle poner otra vez esa sonrisa.

—¿Qué propones?—pregunta Ponnie—. Conozco a ese chico. Esos animales acabarán con el antes de que termine el año.—Entonces me mira—... lo siento.

—Si tuviéramos más tiempo, me las podría apañar para vaciar un poco el sitio—dice Leo. ¿Cómo...?—. Pero, si de verdad tenemos tanta prisa...

Medita durante unos segundos de tortura, mirando al holograma como si no quisiera valorar esa opción porque sabe que no es buena idea. Cuando levanta la vista y me mira, sé que estamos pensando lo mismo.

—Tengo que entrar ahí—digo, casi sin aire.

Ponnie se pone a mi lado, y me sujeto en ella para no caer. Solo pensar en volver ahí dentro hace que lo más profundo de mi alma se revuelva de miedo. La última vez a duras penas me salvé por ser una niña, y gracias a que Liam y mi padre vinieron a por nosotros. Y eso por no hablar de que Fido está ahí dentro...

—Seguro que hay otra forma—dice Ponnie, pero Leo agita la cabeza. Tanto él como yo sabemos que solo se puede entrar de una manera, y suele ser un camino solo de ida.

—Solo en el caos un chico perdido pasa desapercibido—afirma Leo, y comienzo a entender por qué dependen tanto de él—. El Centro está completamente incomunicado con el exterior. Es una isla, una fortaleza. Necesitamos a alguien ahí dentro que lo provoque.

Ponnie va a seguir protestando. Sabe tan bien como yo el infierno que se libra ahí dentro, pero consigo pararla. Si quiero salvar a mi amigo, debo arriesgarlo todo, aunque incluso eso sea insuficiente.

—Está bien—acaba accediendo ella—. ¿Cuál es el plan y cómo puedo ayudar?

Leo asiente y volvemos a centrarnos los tres en la imagen del Centro.

—Lo primero es una ronda de reconocimiento—dice—. Eso dejádmelo a mí. Conseguiré una reunión con Galo, y veremos de cuánto tiempo dispone. Pero necesito un pretexto.—Me mira—. Grayhold y Orión lo controlan todo, no me dejarán verle... a no ser que crean que pueden sacar algo de ello. ¿Qué podría interesarles de tu amigo?

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