16. Habilidades necesarias [2/3]

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—Buenas noticias entonces... ¿no?

Ella asiente, pero su expresión no va acorde con su respuesta. Lisa ya ha recogido todas las cartas, y se acerca a nosotras colocándolas.

—Si tienes que arreglar algo fuera, hazlo en lo que queda de tarde—me dice Ponnie en voz baja—. A partir de mañana estaremos muy ocupados, y no sé cuánto tiempo tardaremos en llevar el plan a cabo.

Asiento, y me dispongo a irme cuando Lisa dice:

—¿Qué plan?

—Nada importante—contesta Ponnie, con una naturalidad impresionante—. Nos ha llegado un rumor de unas reservas de comida en la Periferia. Ali va a comprobarlo.

Lisa me mira, esperando que lo corrobore.

—Así es.

—Voy contigo—dice—. Puedo ser de ayuda.

—No.—El tono de Ponnie no deja lugar a discusión—. Tú seguirás entrenando.

Lisa pone los ojos en blanco, pero no dice nada más.

—Vuelvo en un rato. Nos vemos entonces.

Ponnie se despide de mí con un gesto de la cabeza. Lisa sigue insistiendo.

—¿Puedo acompañarte al menos hasta la salida?

Su maestra se encoge de hombros y me mira.

—Por supuesto—digo, y consigo sonreír. En estas semanas apenas hemos podido hablar debido a su entrenamiento.

Subimos hasta el cuarto piso en silencio, y me empiezo a preguntar por qué ha querido venir (no porque me moleste ni nada) cuando pregunta:

—¿Sabes algo de Galo? Últimamente nunca le encuentro en su tienda.

Maldigo en silencio. Esta chica tiene un talento para preguntar precisamente lo que no puedo contestar.

—Eh... Ha tenido problemas en el trabajo. Volverá en cuanto los haya solucionado.

Lisa frunce los labios, y opto por cambiar de tema.

—¿Estás bien aquí?—pregunto—. Es una suerte tener a la estratega líder de maestra.

Se encoge de hombros, y patea algo invisible, mirándose los pies. De golpe recuerdo que aún es una adolescente. A pesar de su ferocidad, tanto la natural como la artificial, sigue siendo poco más que una chica.

—Sí, bueno, supongo. Pero preferiría entrenar como un soldado normal.

—Créeme, la fuerza poco sirve si no la dirige un poco de esto—digo, dándole un toque en la sien. Lisa me mira, esbozando una leve sonrisa arrepentida. Me fijo en que no lleva las lentillas, y sus ojos del color del ámbar se me clavan hasta lo más hondo del alma. Me quedo ensimismada hasta que vuelve a hablar.

—Perdona por lo del otro día—se disculpa—. No sé qué me pasó.

La impotencia en su tono y en su forma de mirar me tienta a contarle toda la verdad. Pero eso sólo lo empeoraría todo. No, hasta que Ponnie no dé con la solución, lo mejor es que no lo sepa.

—No fue culpa tuya. Casi ganas.

Me mira indignada.

—¿Perdona? Te superé de sobra. Si no fuera por Morf, te habría ganado.

Me miro la muñeca, donde llevo la pulsera de acero moldeable. Lisa sigue mi mirada, y hago que cuatro letras aparezcan en el metal: «CASI».

Lisa suelta un grito ahogado y me da un puñetazo suave en el hombro. Se pone de morros y yo me mondo de la risa. Echaba de menos poder hacerlo.

—No es justo—se queja Lisa—. Si yo tuviera otro, las cosas habrían sido distintas.

Llegamos al ascensor, con sus dos soldados apostados. Uno de los guardias se me queda mirando la muñeca, y alza las cejas al leer lo que lleva inscrito.

—Procura no echarme mucho de menos—bromeo, mientras subo al ascensor. Lisa vuelve a poner los ojos en blanco.

—Pues no tardes en volver.

Las puertas se cierran y pienso en lo que ha dicho Lisa. Me pregunto si habrá algún arma como la mía en el mundo, y cómo sería enfrentarme a alguien con las mismas capacidades que yo. Trago saliva, dudando de mis posibilidades en una situación así, y deseo en silencio haber recibido algo de entrenamiento, o al menos unos consejos, para llevar lo que tengo a su máximo potencial. Supongo que ya es imposible, puesto que el único que podría ayudarme seguramente ya está muerto.

/CONTINUARÁ.../

Alter EgoWhere stories live. Discover now