Recuerdo nuestro primer encuentro, cuando amenazaba con este mismo táser a aquel chico del callejón. Recuerdo el ímpetu con el que le acorralaba. Me pregunto qué podría haber pasado de no haber intervenido yo.

—Tranquila, respira—dice Ponnie, acariciándole el pelo negro a Lisa—. Necesito que hagas memoria, ¿recuerdas algún momento...?

Lisa niega enérgicamente con la cabeza. Ponnie inspira, y medita unos segundos. Me acerco a ellas y le acaricio el hombro a Lisa. Ella no puede ni alzar la vista.

—No puedo entrenarte como a un soldado normal—dice Ponnie finalmente, llevando a Lisa de la mano hasta que nos sentamos las tres en las escaleras de la entrada. Lejos de alterarse como podría haber esperado de ella, Lisa aspira profundamente. Algo me dice que ya le ha pasado antes incluso de que nos conociéramos—. No hasta que aprendas a controlarte. No sé qué ha pasado, pero estoy segura de que podremos arreglarlo.—Me mira un segundo y veo verdadera compasión en su mirada, como si empatizase con ella...—. Por ahora, debes ir a descansar. Llevas más de veinticuatro horas sin dormir, quizá eso tenga algo que ver.

Lisa asiente y las dos se levantan. Entran en el edificio y me dejan aquí sola. Toda la alegría que me habían dado el dinero y volver a ver a Lisa ha desaparecido por completo.

Ponnie vuelve unos minutos después.

—Está dormida—me informa—. Espero que cuando esté descansada podamos trabajar en su problema.

La miro a los ojos, y ella me devuelve la mirada. La sostenemos unos segundos, hasta que vuelvo a mirar al frente, donde la pelea ha tenido lugar.

—Ya lo has visto antes—digo.

Tal vez asiente, pero no la veo hacerlo. Sin embargo, su silencio es respuesta suficiente.

—¿Qué le ha pasado?—pregunto.

Ponnie tarda un rato en responder.

—Espero equivocarme, pero es posible que le hayan hecho lo mismo que a mí.—Frunzo el ceño, pero no la interrumpo—. En el ejército, a veces, los soldados no son lo bastante fuertes, lo bastante... mortales para satisfacer los requisitos de Orión. Pero se niegan a abandonar, ya que un desertor es una vergüenza para los de allí arriba, así que los científicos militares encontraron una manera de superar las barreras mentales de los soldados. Implantan un chip especial en sus DEIs, que hace que, en una pelea, fluyan más hormonas, o quizá electricidad, no sé como funciona exactamente. Convierten a las personas en monstruos, en máquinas de guerra. Algunos se resisten a someterse a ello, un tiempo. Pero ninguno lo consigue eternamente.

Me vuelvo hacia ella. Tiene los ojos vidriosos.

—Pero tú no eres así. Me enfrenté a ti, y no pasó nada.

Ponnie sonríe un poco.

—Me encaraste, que es distinto. No funciona por palabras, sino por movimiento. Además...—Me enseña su antebrazo, remangándose la chaqueta. Tiene una cicatriz enorme que le cubre unos diez centímetros del antebrazo, en todo su ancho. Me recuerda a marca de una quemadura.

Trago saliva.

—Lo siento. Debió de doler.—Joder, menuda perlita acabo de soltar.

Ponnie se vuelve a cubrir y mira más allá del muro de hormigón, a una penumbra interrumpida ocasionalmente por algún que otro cartel de neón. Helix es mucho más grande de lo que pensaba.

—Tu padre me salvó—confiesa Ponnie—. Me encontró herida en una redada, irónicamente, contra los hélicos. Mis camaradas me abandonaron, ese chip no te inserta piedad. Tu padre entonces me alejó del ejército, e hizo todo lo posible para volverme humana de nuevo. Después me trajo aquí, para ocultarme. Me gané el favor de Hela y de Leo, y me acogieron como estratega líder de sus operaciones.

Baja la vista, y me mira a los ojos.

—Siempre hablaba de ti. Decía que te encontraría, y que te sacaría de ese infierno en el que te tenían encerrada.—Sonríe, esta vez abiertamente—. Ahora veo que lo consiguió.

Siento una fuerte presión en el pecho al recordar... No puedo ni pensar en ello sin deshacerme en lágrimas. Para evitarlo, cambio de tema.

—Pero... no lo entiendo. No creo que Lisa estuviera en el ejército, es demasiado joven. Tal vez Grayhold... pero, ¿por qué querría un padre hacerle algo así a su hija?

Ponnie se encogió de hombros.

—No lo sé. Hay personas que, aunque tengan hijos, no son verdaderos padres.

Recuerdo la conversación con Hela y trago saliva.

—Esperaré a que Lisa se despierte—dice—, y veré si puedo averiguar algo más. Quizá me equivoque.

Su forma de trabarse me indica que no se lo cree ni ella.

—Hay hueco de sobra para uno más en la residencia—me ofrece Ponnie. Esta vez advierto la sinceridad de que me lo ofrece a mí, no a la hija de mi padre.

Sonrío, negando con la cabeza.

—Gracias, pero ya tengo otro lugar al que ir. 

Alter EgoWhere stories live. Discover now