CAPÍTULO 30

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Louis hizo que ella se sentara en su regazo y le dio un fuerte abrazo. Tanto la apretó que ___ pensó que no la volvería a soltar, algo que a ella no le importaba en absoluto.

—Gracias —musitó él—. Ahora quiero abrir mi regalo más grande.

En aquellos momentos, ____ pensó que aquella noche iba a ser la más perfecta de toda su vida.

—De acuerdo, cierra los ojos.

—No.

—¿Qué quieres decir con eso? Yo soy la que manda ahora.

—Ya no.

_____ confiaba en Louis implícitamente. Le desabrochó los botones delanteros del vestido. Cuando sintió que los dedos rozaban la suave piel de ella, le pareció que era algo mejor que el más dulce de los postres y quiso más.

Luego, le abrió el broche delantero del sujetador y le pidió que se pusiera de pie. ____ hizo lo que le había pedido y el vestido se deslizó suavemente desde sus hombros. Rápidamente, Louis le quitó el sujetador. Ella estaba de pie, solo con un tanga azul que había elegido especialmente para él y un par de medias hasta el muslo, de un color blanco virginal. Tenían una costura en la parte trasera y encaje alrededor del borde elástico. Se había sentido algo decadente por haberlas comprado y, en aquel momento, deseó haber comprado el pícaro corpiño de copas desmontables.

El fuego que vio en sus ojos le llegó al alma. El corazón, la mente y el cuerpo de ____, por una vez al unísono, se concentraron solo en él. Louis apartó el plato con el pastel y la levantó para sentarla en el borde de la mesa, para darle después un preservativo.

Entre el papel de regalo y el pastel a medio comer, ____ observó cómo Louis se desnudaba precipitadamente. El aliento se le heló en la garganta una vez más al ver cómo se iba quitando prenda a prenda e iba revelando los pétreos músculos de su cuerpo. Sin embargo, fue la expresión de sus ojos lo que le dio un vuelco al corazón.

Por primera vez, vio verdadero sentimiento en aquella mirada. No eran los ojos gélidos de un hombre atrapado por su pasado, sino la mirada viva de un hombre preparado para volver a empezar.

—Quítate las braguitas —dijo él, tomándola por la cintura.

Ella se las fue bajando hasta que acabaron en el suelo y luego se dispuso a hacer lo mismo con las medias.

—No —le pidió él, con voz ronca.

El sentimiento que ella había visto en sus ojos le había hecho trizas su sentido de autocontrol. Las manos le temblaban mientras le acariciaba los senos y le erguía los pezones para prepararlos para sus besos. También lo vio en el modo en que él le besaba el cuello, justo donde le latía el pulso, aspirando como si quisiera mezclar sus sangres para siempre. Y lo vio en cómo le temblaba el cuerpo cuando ella le acariciaba.

Estaba ardiente, duro y listo para el amor, pero seguía teniendo mucho cuidado con ella. ____ lo amaba por aquella preocupación, pero lo prefería más apasionado. Utilizando los dedos, estimuló su carne de hombre hasta que sintió una gota de humedad en los dedos.

Louis recogió el preservativo del suelo, aunque ella no recordaba haberlo tirado, y se lo colocó. ____ odiaba aquella parte. Quería sentir a Louis plenamente, unirse con él del modo más íntimo y el fino preservativo se lo impedía.

De nuevo, él la besó de la cabeza a los pies, haciendo que su cuerpo ardiera por una desesperada necesidad.

—Me siento un poco decadente con estas medias.

—Estás más sexy que nunca. He deseado verte así desde el primer día.

Louis la besó. La lengua hizo maravillas con sus labios. Ella se movió hacia delante y le sintió a la entrada de su ser, el primer anticipo de su unión, lo que hizo que lo deseara aún más.

—Ahora —dijo ella.

Él sonrió. Tras agarrarle las caderas la penetró más profundamente, mucho más de lo que ella recordaba de las anteriores ocasiones. Era como si se hubiera convertido en parte de ella, como si quisiera estar tan dentro de ella que nunca pudieran separarse.

Cuando ella alcanzó el climax y sintió que él hacía lo mismo, supo en su corazón que lo que había hecho a sus espaldas había estado bien. Louis nunca admitiría su amor por ella sin la seguridad de una familia, ni sería suyo sin la creencia de que tenía un pasado que ofrecerle. Y ____ nunca más se sentiría completa sin Louis.
 
¿Cómo podía hacerlo funcionar con ___? Louis estaba en la cama, esperando que ella saliera del cuarto de baño. Aquella noche habían hecho el amor de un modo más profundamente que nunca y aquello le asustaba más de lo que quería admitir. Por ello, encendió la televisión y dejó que la luz del aparato iluminara la habitación.


Tenía que decidir lo que haría con ____. Ella se había convertido en algo muy importante para él. Louis reconocía que todavía seguía siendo un hombre obsesionado por su trabajo, que le encantaba, y gozaba con la presión.

Se sentía algo fuera de lugar en aquella cama tan romántica. Nunca había pasado la noche en su casa porque tenía miedo de no querer marcharse. En aquel momento, la puerta del cuarto de baño se abrió y ella salió.


Estaba vestida con un camisón de seda verde que él le había regalado unas pocas semanas atrás. Habían ido a una buena tienda de lencería y ella se lo había probado para él. Aquel recuerdo era suficiente para excitarle. Parecían estar turnándose para cumplir las fantasías de cada uno de ellos, y aquella era de Louis. Sin embargo, era algo que nunca había deseado con otra mujer que no hubiera sido ____.


—Louis, todavía tengo otro regalo para tí.

—¿De verdad?

—Sí, y es el mejor de todos —respondió ella, con una sonrisa que parecía indicar que conocía todos los secretos del universo.

—Nada podría ser mejor que mi último regalo —afirmó él, mirándola de arriba abajo. Notó que los pezones se levantaron con firmeza contra la tela de seda.

—¿Ni siquiera una repetición?

Louis apagó la televisión y se sentó en la cama.

—¿Es ese el otro regalo?

—No, pero no ha parecido molestarte.

Louis se echó a reír. Se preguntaba de dónde había podido salir una persona tan maravillosa. ¿Era ____ un regalo de Dios por haberle arrebatado tanto a lo largo de su vida? ¿Acaso había sufrido tanto que la vida se había decidido a darle una compensación? Así lo esperaba porque ya no sabía si iba a ser lo suficientemente fuerte como para dejarla.

—Ese regalo no es mío como para que yo sea quien te lo dé.

—No seas tonta...

—No lo soy.

BELLA POR PRIMERA VEZWhere stories live. Discover now