CAPÍTULO 24

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Ella irradiaba energía. No podía esperar más a poseerla pero, al mismo tiempo, tenía reparos, no físicos, sino emocionales. La deseaba tanto que casi no podía andar. Sabía que cuando ____ superara todas las barreras que él tenía levantadas, sería difícil seguir manteniéndola alejada.

—Buen trasero, Tomlinson —dijo ella, acariciándoselo.

Él la rodeó con el brazo e hizo lo mismo, apretando ligeramente para comprobar la dureza de sus músculos.

—Tú tampoco estás mal, Jones.

—Treinta minutos al día con una tabla de ejercicios.

—Siete kilómetros corriendo por las calles de Atlanta cada noche.

—Ah, el atleta.

—Ah, la delicada mujercita.

—¿No te alegras de que seamos tan diferentes? —preguntó ella, con los ojos radiantes, mientras le acariciaba de nuevo el trasero.

Lentamente, se acercó a él y le rozó el pecho con sus senos. Incapaz de resistirse otro momento, Louis la tomó entre sus brazos. ____ era su fantasía hecha realidad. Su boca se movía ardientemente sobre la de él, adueñándose de su lengua y haciéndola danzar con la suya en un preludio que le llenaba de deseo.

—¿Quieres sacarme la llave del bolsillo? —preguntó él.

Ella sonrió y le metió la mano en el pantalón. Mientras rebuscaba para encontrar la tarjeta, Louis sintió que la entrepierna se le endurecía un poco más.

—____, si no sacas la llave vas a tener tu primera experiencia sexual en este pasillo.

Asustada, sacó la llave rápidamente y se la entregó. La mano le temblaba un poco. Por fin, él abrió la puerta, solo una rendija, aliviado de saber que iba a saciar el deseo que llevaba sintiendo desde al primera vez que la vio.

En la habitación, todo estaba como él había pedido. Había velas encendidas por todas partes, la cama estaba abierta y una rosa roja descansaba sobre la almohada. Sobre una butaca había un peinador de seda y las notas de Vivaldi resonaban por toda la habitación como música de fondo. Las puertas del balcón estaban abiertas y la brisa del mar entraba a raudales por entre las cortinas.

—¿Puedo entrar o has cambiado de opinión sobre lo del pasillo? —preguntó ella.

—Un momento. Has estado esperando mucho tiempo. ¿Qué son unos pocos momentos más?

—Me siento como si fuera a explotar y, habitualmente, eso significa que va a pasar algo que me hará avergonzarme y sentirme torpe.

—No pasará nada que te avergüence. ¿Confías en mí?

En cuanto le hizo aquella pregunta, se dio cuenta de que realmente quería que confiara en él. Quería que lo hiciera completamente, como debía ser entre hombre y mujer. Quería poder acariciarla y, al mismo tiempo, devorarla. Quería que fuera su amante y su querida compañera... Amor... No, no volvería a ser tan débil.

Se dio la vuelta para marcharse, pero no pudo. De pie, al lado de la puerta, había una frágil mujer, la mujer que él había turbado con su cuerpo, la mujer que él había deseado desde el momento que la vio...

Dejando sus dudas de lado, le hizo una señal para que entrara. Cuando pasó a la habitación _____ se detuvo en seco, boquiabierta.

—Oh, Louis...

¿Habría encontrado el ambiente perfecto para su fantasía o no?

—¿Sí?

—Gracias por hacer que esto sea algo más que una aventura de una noche.

Dijo aquellas palabras en un susurro, con la sorpresa de algo que resulta completamente inesperado. Quería que aquel fuera el primero de los gozos inesperados que había encontrado aquella noche. Nunca antes había preparado una habitación para una mujer, pero sabía que a ____ le gustaban los detalles femeninos, por lo que se había esforzado por ella.

—Ojalá fuera más que esto lo que puedo ofrecerte, ____. Soy un hombre que nunca ha conocido el amor y que ha descubierto que es demasiado tarde para él. Si esto no está a tu gusto o no quieres hacerlo, todavía puedes echarte atrás.

En cierto modo, Louis esperaba que ella hubiera cambiado de opinión. Sin embargo, ella levantó la mano y le acarició la mejilla. Luego se puso de puntillas y le besó suavemente los labios, llena de dulzura. Él contacto que antes había sido puramente carnal, era entonces lleno de sentimiento.

No iba a marcharse.

¿Es que no veía lo que empujaba a las otras mujeres a alejarse de él? ¿No comprendía ella que los sentimientos le asustaban y que eso le animaba a esconderse? Sin embargo, esconderse no era cosa de hombres, por lo que contraatacó con la única arma que tenía en su arsenal. El deseo.

Tomó el control del beso, mordisqueándole el labio inferior y absorbiéndole la carne. Sabía más dulce que un helado el primer día de verano.

____ se derritió contra él. Su cuerpo parecía carecer completamente de huesos y tuvo que aferrarse a sus hombros para apoyarse, agarrándose a él frenéticamente. Tal demostración de avaricia encantó a Louis. Quería dejar que ella tomara lo que quisiera de él.

Empezó a besarle el cuello, mordisqueándole suavemente la piel. Ella se acercó más a él, frotándose contra la chaqueta de su esmoquin. En aquel momento, deseó haber estado desnudo para haber podido experimentar aquellas sensaciones sobre su piel.

Entonces, se concentró en el lóbulo de la oreja y sintió que sus senos le acariciaban el pecho. La respiración volvió a acelerársele. Quería demostrarle que era un guerrero, su guerrero. Necesitaba tenerla desnuda, allí y entonces. Aunque siempre había pensado que aquella noche iría muy despacio con ____, sintió de repente que no podría.

La sangre le latía en las venas con un ritmo que pedía que se moviera más deprisa. Quería ver el sedoso cuerpo de _____ ante sus ojos, como si fuera un festín delante de un hombre hambriento.

Le desabrochó el vestido y se lo bajó de los hombros, dejando que cayera como una cascada a sus pies. Entonces, dio un paso atrás y la contempló. A la luz de las velas, ____ se sonrojó. Sin embargo, a Louis le parecía que nunca había visto una mujer tan hermosa.

No le resultaba fácil encontrar palabras que pudieran expresar sus sentimientos, aunque sabía que debía hablar para tranquilizarla. No pudo hacerlo, por lo que decidió utilizar su cuerpo para decirle lo que quería que supiera.

Con los labios, le mostró lo exquisita que ella era para él. Se detuvo especialmente sobre los pechos y con dedos y dientes los acarició hasta que estuvieron coronados por rosados y erectos pezones. Entonces, volvió a tomarlos entre sus labios, haciendo que _____ gimiera.

—¿Te gusta?

—Es... por favor, vuelve a hacerlo.

Acarició los pechos de nuevo, como había soñado tantas veces que lo haría, desde el primer abrazo en el ascensor. Ella gimió y se aferró a su cabeza, tensándose contra él y haciéndole sentir que era el hombre más poderoso de la tierra...

BELLA POR PRIMERA VEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora