Capítulo 16

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Sabía que estaba prohibido fumar, pero sinceramente las consecuencias me importaban una mierda. No había muchas cosas que pudiera decir que me interesaran en este momento de mi vida. Mientras terminaba mi tercer cigarrillo y esperaba que diera inicio mi siguiente clase, miraba hacia atrás, a mi pasado no tan pasado, preguntándome por qué ese cambio tan radical en mí. Pasé de ser un chico fuerte, a uno con mente débil que fácilmente se dejó manipular por la adicción y el deseo de herir a quienes me habían tendido su mano.

«¿Por qué? ¿Por qué lo haces, Blake? ¿Qué hay de malo contigo?»

Solté el humo e intenté buscarle una respuesta a cada una de esas preguntas sin encontrar alguna. Seguramente necesitaba ayuda, que alguien entrara en mi mente y se asomara por las rendijas de mi consciencia para entender en qué momento todo en mí cambió para mal y se echó a perder el plan del hombre que siempre quise ser.

Pero es lo que suele suceder; en ocasiones deseas tanto algo y luchas incansablemente para obtenerlo y cuando al fin lo tienes en tus manos, simplemente la emoción y el deseo se han ido y no queda nada, ni siquiera una pizca de interés. Así mismo sucedió. Deseé tanto estar fuera del orfanato, tener la oportunidad de estudiar y ahora que lo tenía, pocas eran las ocasiones a las que asistía a mis clases. Sin embargo, no puedo decir que iba mal en mis materias, era inteligente, lo que significaba un plus extra y por lo cual quizá me confiaba demasiado.

Tiré la colilla del cigarrillo y me incorporé del suelo. Cogí mi mochila sobre mi hombro y divisé la hora en mi reloj. Tenía quince minutos para llegar a mi siguiente clase, pero antes necesitaba ver a Natalya, la noté un poco ausente desde que Renata se la pasaba metida entre nosotros, según ella por órdenes de Irina. Lo que Natalya no sabía, pero por supuesto sospechaba, es que entre Renata y yo había algo, no obstante, a diferencia de lo que teníamos Nat y yo, con Renata era solo diversión. Ella era un tanto... diferente. Sus perversiones sexuales me resultaron intrigantes y muy interesantes. Le gustaba el dolor y yo me sentía bien infligiéndoselo. Tanto que comencé a meterme en el mundo del BDSM, no tanto como debería, solo investigando de qué iba para utilizar algunas ideas con Renata.

Sonreí malicioso. Mis manos picaban por herir su piel, aunque no era tanta la necesidad de lastimarla, sino de ver las reacciones que ella tenía, la manera en que lo disfrutaba y pedía más y más. Una chica totalmente masoquista.

Al entrar avancé por el pasillo largo y repleto de casilleros de lado a lado, había algunos jóvenes de mi clase buscando sus libros. Pocos de ellos me miraban y después apartaban la vista. No les presté la menor atención hasta que vi a uno junto a Natalya. Estaba demasiado cerca de ella, sonriéndole con coquetería, mientras que Nat le devolvía la sonrisa y jugueteaba con los botones de su camisa.

La furia se desbocó en mi interior. Solté la mochila y cayó al suelo. No lo pensé, no reaccioné, me dejé dominar por mis impulsos bestiales, esos que seguirían conmigo siempre. Me lancé sobre el chico, atinándole un golpe en el mentón que lo mandó al suelo. Desubicado me observó desde abajo. Le di tiempo, solo un par de segundos para que se incorporara, y cuando al fin lo hizo, le atiné otro golpe, sin embargo, él también me propinó uno en el pómulo, el cual se abrió.

Mi sonrisa se ensanchó al ver la sangre manchando mi camisa.

—Esto se volvió emocionante.

—¿Cuál es tu maldito problema? Ella no es de tu propiedad —bramó iracundo. Reí. Por un momento observé a Nat que parecía de lo más divertida por la pelea que llevaba a cabo por ella.

—Lo es —aseguré, golpeándolo de nuevo.

Caímos al suelo, yo sobre él, estampando mis puños contra su cara. Luego, le permití llevar un poco de ventaja, cambiamos de posición y fue él quien no dejaba de golpearme mientras yo sonreía al saborear el dolor que me ocasionaba.

Bestia ©On viuen les histories. Descobreix ara