Capítulo 4

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Dentro la mansión era como cualquier otra, era como una fortaleza de diamantes encima de un basurero. Abajo había una lugar amplio donde al menos cabían sin ningún problema alrededor de cien personas, unas que pagaban una fuerte cantidad de dinero por ver el espectáculo que a continuación iba a darles.

Me encontraba en medio de un círculo grande; cientos de pares de ojos me observaban, gritaban, perdían la compostura, los modales de los que se jactaban en la elite de Rusia. Eran una basura peor que Dimitri.

Me tenían como su favorito, todos gritaban mi nombre. En ocasiones deseé perder para decepcionarlos, para hacerlos perder a ellos, pero de nada serviría. Aquí muchos jóvenes eran abusados, usados, y yo también lo era. Me convertí en una Bestia que divertía al público, un animal que tenía un collar en el cuello del que no podía escapar.

La sensación de impotencia era devastadora, sin embargo, la esperanza de escapar de aquí era más fuerte.

Apreté las manos en puño; mi corazón comenzó a bombear con rapidez mi sangre. Mis oídos palpitaban, mi estómago era un nudo, el miedo no existía, sólo la adrenalina, el incesante deseo de descargar con fuerza mis puños contra quien sea.

Hoy mi oponente sería un hombre fornido, que quizá me doblaba la edad; tez morena, facciones toscas y una mirada asesina dirigida especialmente para mí. Era la primera vez que me enfrentaba a un hombre mayor; al parecer Dimitri quería que me dieran una lección, e incluso cuando ese imbécil me doblaba en tamaño y musculatura, no me dejaría vencer.

No estaba en mí vocabulario la palabra perder.

Oí los gritos molestos del anfitrión anunciando la pelea; el alboroto entre las personas aumentó. El calor me sofocó, había mucha gente y la sensación aplastante de sentirse asfixiado aumentaba con el paso de los minutos.
Moví el cuello haciendo tronar mis huesos y cuando el anfitrión dio la orden, me lancé sobre mi contrincante mientras él hacía lo mismo.

Esquivé su primer golpe de manera ágil. Agaché el cuerpo y le solté un puñetazo en el estómago, se dobló un poco hacia al frente y con ambas manos golpeé su espalda.
Él se incorporó deprisa y me tiró un puñetazo en la cara que me rozó la ceja izquierda provocando un dolor punzante que lo único que hizo fue aumentar en mí la furia y la necesidad de golpearlo. Me incitó y buscó darme una tacleada que esquivé nuevamente. No era ágil y eso me facilitaba las cosas, sus músculos lo único que hacían era volverlo lento.

—Pequeña mierda —gruñó con un marcado acento ruso.

Reí y le atiné un golpe en la boca con la mano derecha y otro con la izquierda en el pómulo, rompiéndolo al instante; la sangre brotó, él bufó como si fuese un toro y me tumbó al suelo apoyándose con su musculatura. Jadeé cuando golpeó mi cara, justo en mi boca; mis dientes rompieron la piel de mi labio y este comenzó a sangrar. Enfurecido elevé el codo y le atiné u golpe en la sien con todas mis fuerzas. Se desubicó y lo tiré al suelo; subí sobre él y dejé caer mis puños en su cara una y otra vez mientras oía los gritos y aplausos de las personas.

Sin embargo, sucedió algo que no me esperaba, que ni remotamente pude haber presagiado.

Un dolor crepitó por mi estómago hasta cada centímetro de mi cuerpo cuando él me apuñaló a un costado de mi abdomen.
Miré la herida y la navaja que él a duras penas podía sostener. No obstante, la sacó de mi carne a la vez que me empujaba contra la tierra; caí de espaldas mientras la sangre brotaba de la herida y esta escocia, todo quedó en segundo plano cuando vi sus intenciones de apuñalarme otra vez. Me sujetó del cuello y levantó el brazo con la navaja en mano sin que nadie a mi alrededor hiciera el menor movimiento para ayudarme.

Bestia ©Where stories live. Discover now