Capítulo 2

20K 1.7K 196
                                    


Se paseaba por el comedor, la bandeja en sus manos temblaba cada tanto. Sus ojos se dirigían de aquí a allá, sus pupilas meramente dilatadas, se posaban sobre los rostros hostiles de quienes conformaban este lugar. El abrigo le resbalaba más allá de sus delicados dedos finos de largas uñas. Aprecié un atisbo de tristeza y resignación en su mirada. Luego, sus ojos se encontraron con los míos. Tembló. El vaso sobre la bandeja se sacudió y casi vertió su contenido en el suelo. Curveé los labios en una sonrisa maliciosa y canalla. Fabián a mi lado no había notado el interés que tenía para con Natalya. Dana quien era más perceptiva, se percató de ello, achicó los ojos hacia mí, después hacia Natalya. Frunció la nariz y efectuó un gesto de desagrado y total rechazo.

—No —habló. Hundió sus delgadas cejas, su mirada retadora se clavó en mí.

—¿Por qué no? Mírala, parece un ratón asustado.

—No juegues con mi inteligencia. ¿Con qué fin, Bestia? Dilo —increpó. Disimulé una sonrisa. Dana era una cosita enjuta y pequeña que no lograba intimidar a alguien.

—Ninguno. Ella simplemente... me agrada —argumenté desprovisto.

Relajó el cuerpo, hundió los hombros y obtuve un resoplido en respuesta positiva a mi no mencionada petición. Dana era la única con la que tenía consideraciones, ella que era como mi hermana pequeña, aunque no lleváramos la misma sangre.

—¡Ey, rubia! —Elevé la voz. Se extendió un vasto silencio en el comedor.

Natalya detuvo sus pasos, trastabilló mientras un sonrojo se extendía por sus delgadas mejillas al darse cuenta de que yo la llamaba en medio de aquel tumulto de jóvenes que parecían prestarle toda la atención del mundo haciendo de lado su hostilidad, que le abrió paso a la curiosidad. No era habitual en mí el ser protagonista de este tipo de situaciones.

—¡Ven aquí! —La llamé de nuevo al notar que no se movía. Estuve tentado de levantarme e ir por ella, sin embargo, obedeció.

Con pasos débiles se aproximó a nosotros, aún titubeante. Me moví hacia un lado dejándole un espacio, sin palabras le hice una clara invitación que no rechazó. Pareció aliviada de encontrar un lugar donde sentarse. Los tres la mirábamos, ella lucía más tímida, distaba mucho de ser la joven que conocí en el patio: retadora y demandante.

—¿No hablas? —Espetó Dana en tono tosco.

—No lo hago si no tengo nada bueno qué decir —repuso Natalya. Sonreí. Dana no abandonó su gesto hostil.

—Buena respuesta —habló Fabián por primera vez, ganándose un golpe en el hombro por parte de su hermana que enseguida se puso de pie.

—Provecho —arrastró las palabras con cierta ironía. Reí, Fabián también, acto seguido, imitó a su hermana.

—Nos vemos después, Bestia, Natalya —se despidió amable, le dediqué un asentimiento de cabeza, Nat no respondió.

—Parece que no le agrado a tus amigos —cuchicheó cuando estuvimos solos. Apoyé el codo contra la mesa, con la vista fija en ella.

—Como si en realidad te importara —mascullé directo. Sus labios se curvaron en una leve sonrisa.

Cogió un trozo de pan entre sus dedos, lo remojo con aquel caldo caliente que contenía su tazón y luego en un gesto delicado lo llevó a su boca que se frunció en una mueca desagradable.

Bestia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora