Capítulo 1

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Hoy me desahogo en estas páginas en blanco.

Comenzaré a relatarles desde el momento en que mi vida cambió, aquel ocho de diciembre que murieron mis padres. No llegaron a conocer el día nueve, se quedaron a diecisiete días de la navidad, a veintitrés días de año nuevo. No pudieron saber qué ocurriría, lo que se desataría con sus muertes.

Yo, caí en una depresión profunda, lo que sucede con un niño de ocho años que perdió todo lo que tenía. Que pasó de dormir en una cama caliente, a sentarse en un piso frío y sucio.
Fui encerrado en un lugar lúgubre con un montón de niños, niños igual de jodidos que yo con más conocimiento sobre como moverse en aquel sitio de paredes grandes como una cárcel.
Lo peor es que no eran buenos niños, hicieron de mis primeros años de estadía un infierno, se encargaban de quitarme la comida, el intento de manta que se me otorgó, me encerraban en los baños, terminaban con el agua caliente, me golpeaban. Y así, un sinfín de maldades más que hoy me da rabia recordar, sin embargo, cada golpe lo devolví.

Pero así como hubo maldad, también existieron buenos amigos, niños que no buscaron jamás hacerme daño, por el contrario, me ayudaron demasiado, mas no me adelanto, después podré hablar de ellos.

Debo mencionar que la venganza fue el incentivo que me ayudó a levantarme día a día. Porque mientras crecía el recuerdo de lo sucedido seguía fresco en mi memoria, volviéndose más nítido con el paso del tiempo y alimentando en mí el deseo de acabar con todos los responsables que me dejaron aquí.

Comencé con los abusivos del orfanato. No me amedrenté más, desperté y tal como fue bueno, también acarreó consecuencias que más adelante podré relatar. Sé que están ansiosos, más no se adelanten, hay partes de mi vida que no saben, así que saltémonos a donde tenía trece, la edad en que todo lo que conocí fue cambiando, cuando de verdad comenzaba la batalla que llevaría contra los asesinos de mis padres.

Estuve en distintos orfanatos hasta que cumplí trece. Entendí tiempo después que si nos cambiaban era porque habíamos pasado una prueba de supervivencia que nos permitía seguir adelante y con vida, puesto que, los más débiles se quedaban atrás, esos que no podían servirle a las personas que nos "cuidaban".

Mi último destino fue Abakán, la capital de la república de Jakasia, la cual se ubica en la zona central de Minusinsk, al sur de Rusia. Una ciudad extremadamente fría, excelente para torturarnos. El frío nos hacia combatir por los mejores abrigos, las mejores mantas, la comida más caliente, todo lo meramente indispensable para sobrevivir y no morir a causa del gélido clima.

Sin embargo, eso no me impedía estar en el exterior, mi cuerpo se acostumbró a la carencia de calidez en él, se acopló a este clima, al modo de vida, volviéndose fuerte. Así que cuando podía, me escapaba de los guardias y corría a mi lugar "secreto" donde nadie me molestaba.

Hoy era uno de esos días grises, helado a morir, y mientras tanto, yo leía detrás de las gradas situadas en el patio donde pocos de los jóvenes se acercaban o al menos se mantenían lejos porque sabían que este era mi lugar, en el que pasaba la mayor parte del tiempo cuando no me encontraba peleando o entrenando; aquí no era un buen sitio, pero los guardias no venían por dos razones: La primera, era que estaba lo suficientemente alejado del orfanato y la segunda, que eran unos perezosos buenos para nada que no hacían más que joder a los jóvenes que tenían trabajando dentro de las estancias.

Liberé el humo del cigarrillo aurragado  y doblé las hojas que Dana —una buena amiga— me dio, guardándolas dentro de mi chaqueta junto con el lápiz que usé para resolver algunos problemas; se me facilitaban en sobremanera las matemáticas, los números me gustaban y eso era bueno.

Sinceramente, soñaba con ser dueño de una empresa, de esas que se sitúan en las grandes ciudades, edificios que dan la impresión de que pueden tocar el cielo con cientos de ventanas, imponentes y poderosos alzándose por encima de las pequeñas personas que solemos mirar hacia arriba para apreciarlos con una ligera expresión de asombro al notar lo infinitamente grandes que eran.

Bestia ©Where stories live. Discover now