Capítulo 12

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El cuerpo de Karinna se sacudía con violencia contra el escritorio mientras la penetraba profundamente de una manera bestial y ruda. Su cabello se hallaba enredado en mi mano, la otra se cernió alrededor de su cuello, lo apretaba fuerte casi al punto de cortarle la respiración. Sin embargo, es lo que a ella le gustaba, le fascinaba que la maltratara en el sexo y yo no podía hacer más que complacerla, debía hacerlo.

Le daba mi cuerpo a cambio de un favor y después de todo, no era un sacrificio meterme entre sus piernas, incluso cuando me doblaba la edad. El único pero que le encontraba era Natalya, si ella se enteraba tendríamos una pelea. No obstante, esto también lo hacía por ella, por sacarla de aquí, aunque esto no contara como un sacrificio del todo, sí que resultaba una gran traición para ella. Y sinceramente no sentía remordimiento alguno porque en mí no había amor hacia Natalya, solo un profundo cariño y un instinto protector.

—Más rápido —gimió sosteniéndose del borde del escritorio—, vamos, Bestia, fóllame más duro.

Gruñí y tiré de su cabello hacia atrás, lastimándola un poco más, no sé qué más quería, ¿qué la golpeara? Joder, eso aún no se me daba.

Apreté los ojos y la sentí tensarse debajo de mi cuerpo, su vagina se contrajo alrededor de mi pene y terminó gritando alto y claro, era más que obvio que le daba lo mismo si alguien la escuchaba teniendo sexo.

La solté, disfrutando de los segundos que duró el placer del orgasmo. Cuando la sensación de éxtasis desapareció, el asco me golpeó en la cara, un vació se instaló en mí y sentí repugnancia de lo que hacía, de la mujer que acababa de tocar.

Asqueado me deshice del preservativo y lo tiré a un bote de basura, subí mis pantalones y Karinna terminó de colocarse su ropa. Se sentó en el borde del escritorio con una sonrisa de oreja a oreja, mientras llevaba un cigarrillo a sus carnosos labios que hace unos momentos estuvieron chupándomela.

—Cuando me follas de esa manera, me haces dudar sobre ayudarte o no, niño, tienes potencial y no quisiera dejarte ir —se mofó. Efectué una mueca despectiva.

—Dime lo que sabes de una buena vez, cuando esté fuera puedes buscarme y te follaré las veces que quieras —gruñí ansioso.

Había transcurrido un mes desde que hablé con Patrick y desde ese entonces Dimitri no me mandó llamar para ir a luchar, lo que no me dio buena espina, así que planeé mi escape para pasado mañana, pero antes necesitaba ajustar los detalles con la rubia que no dejaba de fumar como si estuviese buscando con gran necesidad su muerte.

—Tienes que irte esta misma noche —soltó, cambió su semblante a uno totalmente serio.

—¿Qué? Sabes que los camiones que traen la comida vienen los fines de semana, ¿cómo mierda voy a escapar hoy?

—Tienes que hacerlo, Dimitri sabe que has estado metiendo tu gran pene en la vagina de la pequeña rubia, además, llegaron rumores a él sobre un tipo que busca sacarte de aquí. ¿Es cierto?

Trastabillé de manera imperceptible. Maldije por lo bajo un tanto nervioso, mis manos comenzaron a temblar y un escalofrío me sacudió el cuerpo. Busqué sostenerme de algo, pero no encontré nada más que solo el maldito aire.

—¿Quién se lo dijo? ¿Desde cuándo sabe que estoy con Natalya? —Cuestioné.

—Desde hace tiempo, el chico rubio se lo dijo, Dimitri solo ha esperado el momento, Bestia, y supe por buena fuente que esta noche te llamará a luchar, pero está de más el decirte que no llegarás a tu destino —explicó seria.

Apoyé la espalda contra lo frío de la pared, cogí mi cabeza entre mis manos, puse a mi mente a trabajar deprisa, buscaba una puta salida, yo no podía morir, maldita sea no. Debía escapar.

Bestia ©Where stories live. Discover now