Capítulo 17

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Ella no se quejaba ante mi brusquedad

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Ella no se quejaba ante mi brusquedad. La pala le había dejado grandes hematomas en las nalgas, estaba muy lastimaba e incluso así, seguí gimiendo mientras la penetraba. Sin ser delicado, una de mías manos empuñaba su cabello y la otra seguía azotándola con la pala. Descargaba toda la ira que llevaba dentro, esta manera era la única que encontré para sentirme mejor, además de las drogas.

Renata me servía, fue un gran golpe de suerte que ella llegara a mi vida, a Nat no podría lastimarla de esta manera en concreto. Sin embargo, me daba cuenta de que la forma en la que la estaba destruyendo era mil veces peor que las heridas que ocasioné en Renata. Estas sanarían con el pasar de los días, las que iba dejando en el corazón de Natalya no lo harían nunca y si llegaba a ser así, quedarían cicatrices imborrables que siempre le recordarían el daño que le causé por mero gusto, porque era consciente de que yo no lo hacía ningún bien y seguí, seguí hundiendo el puñal. Sería una condena.

—¡Más! —pidió extasiada. Tiré de su cabello y acerqué mis labios a su oído, mordiéndole el lóbulo.

—¿Nunca tendrás suficiente, pequeña zorra? —Exclamé torturándola un poco más.

—¡No! ¡Sigue! Me fascina lo que haces conmigo, Amo —musitó casi sin aliento, siguiendo en su papel de sumisa.

Reí. Nunca tendría suficiente. Cerré los ojos y seguí embistiendo. Advertía la sensación del orgasmo formándose en mi vientre bajo, engrosando mi pene con su calor. De un momento a otro mis embestidas fueron muy fuertes, nuestros cuerpos chocaban uno con el otro y el sonido que producía de verdad me excitaba. Así como lo hacía el oír a Renata. Los sonidos eran parte importante y fundamental para mi excitación, vaya a saber uno por qué.

—¡No puedo más! —Gritó.

Pude sentir como me apretaba con su vagina. Todos sus músculos se contrajeron y percibí aún más fuerte el calor mientras ella se venía en un orgasmo arrasador que sacudió su cuerpo levemente hasta que al final solo quedaron algunos espasmos, a la vez que yo me perdía más profundo en su carne hasta que al final terminé, gimiendo en voz alta totalmente satisfecho.

Salí de su cuerpo, solté la pala y esta cayó sobre el suelo haciendo un sonido molesto. Me recosté en la cama sin quitarme el preservativo y Renata se quedó boca abajo. Una fina capa de sudor perlaba en toda la superficie de su cuerpo. El cabello apelmazado sobre su cara no fue quitado por ella. Me miraba a través de esos mechones oscuros.

—Contigo el sexo es sexo —dijo—. Esos niños y hombres con los que he estado, no se comparan en lo absoluto contigo.

La ignoré. No me apetecía mantener una conversación con ella. Estiré el brazo y me hice de un cigarrillo que enseguida encendí. Di una calada y el sabor amargo inundó mi boca, mis manos temblaban un poco, señal de que pronto necesitaría otra dosis de heroína. Lamentablemente Renata no me servía como Natalya, a quien tendría que ir a buscar en un momento más.

Bestia ©Where stories live. Discover now