Capítulo 53.

10.2K 603 44
                                    

53. Repugnante Ryan Johnson. 

Solté el bolígrafo encima del mostrador después de firmar mi despido. La mirada preocupada de Ruth al lado de la caja registradora no hacía más que examinarme.

—Me da pena que te vayas, Abbie. Has sido una genial compañera. – Murmuró.

Me sentí totalmente consternada. Era la primera persona fuera de mi círculo de vida o muerte que se compadecía de mí. La única persona que pensaba aún que nuestra relación era la misma que hacía meses.

—A mí también me da pena, Ruth.

—Algún día podemos para tomar algo, si quieres, claro.

—Por supuesto. Cuenta conmigo.

La chica me sonreía complacida mientras yo hurgaba en los bolsillos de mis pantalones. 

—¿Dónde dejo la llave? – La pregunté.

—En tu bolsillo. No creo que nadie la eche en falta, Ab.

La sonreí agradecida.

—Gracias, Ruth. Te llamo.

—Perfecto. Espero que tengas suerte y encuentres trabajo rápido.

—Yo también lo espero.

Empecé a dar cortos pasos por la tienda hasta que llegué al exterior.

Acto seguido, emprendí camino hasta llegar a mi coche.

Activé el GPS poniendo la dirección de Ryan, tal y como me había dicho Harry. Segundos después, quité el freno de mano para ir hacia donde el dichoso aparato me mandaba.

No podía negar que mis nervios eran lo único que sentía en aquel momento. Sin embargo, mi fuerza de voluntad era más fuerte. Mucho más.

Tras quince minutos conduciendo y a ritmo de una emisora que ni siquiera me acordaba que existía, llegué de nuevo a la casa de Ryan.

Mis pelos se pusieron de punta al llegarme una información al cerebro que yo misma sabía, pero que parecía que en ningún momento había estado preparada para asumir.

Cogí aire y lo solté. No era momento de arrepentimientos.

Vale, algo que era evidente es que estaba sola en casa de un chico que intentó forcejearme de joven, y de no tan joven, pero necesitaba salvar mi vida, y él era la única manera.

Bajé del vehículo e hice el mismo camino que horas antes había hecho con Tyler.

Justo en el momento en el que había pisado terreno de Ryan, mi móvil comenzó a sonar: Harry.

—¿Qué pasa?

—¿Sharon se ha ido de casa? – Preguntó, casi alarmante.

Fruncí el ceño, quizás haciendo muecas intentando que de nuevo el sentimiento de rabia y culpa de estar perdiendo todo no pudiese conmigo.

—¿Cómo lo sabes?

—Hablé con Liam.

—Pues sí. Se ha ido. – Dije, débil.

No escuché nada al otro lado del teléfono.

—¡Joder, Abbie! – Gritó.

—¡¿Qué pasa?!

—Todo esto ha sido culpa mía. ¡Todo! Estás perdiendo lo que más quieres, lo que te importa, lo que un día formaba tu vida.

—Pero ahora tengo otra vida, Harry. – Murmuré, con la voz quebrada.

WHISPERSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora