Capítulo 52.

10.9K 622 38
                                    

52. Haciendo de tripas corazón.

Tenía en manos una botella térmica con café en el interior. Mis manos lo rodeaban temblorosas.

Mi cuerpo estaba sentado en el asiento del coche de Robert, con mis piernas en el exterior.

Tío y sobrino se mantenían dando vueltas frente a mí, intentando cuadrar la situación que Harry se había encargado de contar a Hamilton.

—¡Maldita sea! – Exclamó Robert. — ¿Acaso no hay personas en el mundo que tuvo que ser ese maldito hijo de puta?

Di un pequeño sorbo a la botella y de nuevo le miré. Tenía toda la razón del mundo. Si esto ya era complicado de por sí, parecía que todo se estaba haciendo cada vez más difícil para poder salvar mi vida.

—¿Estás bien? – Me preguntó Harry, poniéndose de cuclillas y apoyándose en mis piernas.

—Ya no sé cómo estoy.

El chico giró su labio entendiendo la saturación que tenía en ese momento en mi cuerpo.

—Lo siento de veras. – Me disculpé.

—No lo sientas, Ab. Has hecho bien en salir corriendo. – Me tranquilizó Harry.

—No. ¡Claro que no! Nos hemos quedado sin la mayor pista que teníamos de las coordenadas. Y todo por mi culpa.

—Habrá otras maneras. Pero no estoy dispuesto a poner en riesgo de nuevo tu estabilidad teniendo más opciones.

—Harry, puede haber más opciones, y claro que las habrá. Pero tan solo tenemos tres días para conseguir las malditas coordenadas. – Susurré.

El chico me miró. Sus ojos estaban más brillantes que de costumbre. Quizás porque sabía que todo esto se acababa. Que el tiempo se acababa y que mi respiración, por mucho que lo quisiésemos negar, también lo hacía.

—Mejor te llevaré a casa, Ab. Lo necesitas.

Me levanté del asiento de Hamilton y le tendí la botella. El hombre la cogió, disgustado.

—Siento no haberte podido servir de ayuda, Robert. – Le dije.

—Lo has hecho de veras, Abbie.

Le sonreí tímidamente y me puse al lado de Harry, emprendiendo camino hacia su coche.

***

Caminaba por la acera. Harry acababa de marcharse. Lo único que se escuchaba por las oscuras calles, eran mis tacones apenados.

Los pucheros comenzaban de nuevo a crearse en el principio de mi barbilla mientras llegaba al portal.

Caminé desganada hasta el pie de la puerta y rebusqué en mi bolso las llaves.

Las saqué cuidadosamente y las metí en la ranura. Seguidamente, tiré de la puerta y me adentré en el rellano.

Me acerqué al ascensor y pulsé el botón. Me apoyé en la pared a esperar a que el armatoste llegase.

Mis suspiros ya no podían contenerse más, y mis ojos ya no podían soportar el aguantar las lágrimas ni un segundo.

Exploté. Exploté por dentro y por fuera.

¿Podía salirme peor todo?

Ahora mismo mi interior era completamente algo que se desvanecía. Todo en mi vida estaba siendo perder.

Perder el tiempo, perder a mis amigas, perder mi dignidad. Estaba perdiendo, literalmente.

Mis martirizantes pensamientos solo hacían que mis lágrimas no pudiesen echar el freno de mano.

WHISPERSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora