Capítulo 49

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Johnny

Escuchamos el principio de la canción que entona el coro que Maddie ha contratado. Los invitados ya están sentados en los bancos de la iglesia. Oliver está situado delante del altar, nervioso como cualquier otro novio, y Maddie está entrando ahora mismo en la iglesia. Está guapísima, mucho más preciosa que cualquier actriz de Hollywood en la gala de los Oscars. Se ha alisado su cabello rubio, y luce un vestido de tirantes en color negro, cuya falda tiene tonos dorados de purpurina. Todo va según lo planeado.

Ginger se acerca a mí, radiante. El vestido que escogimos le sienta de maravilla, al igual que los pendientes y el peinado. Me mira ilusionada, y sé que estoy a punto de emocionarme yo también.

-No puedo creer que hayan venido tantos amigos.

-Yo sí, han venido por ti. 

Que hayan venido algunos amigos que conocieron a Ginger y Oliver en la universidad y saben su historia ha sido una sorpresa para ambos. Suerte que, sin que ellos lo supieran, preparé sus invitaciones con Maddie.

-A papá le hubiera gustado acompañarte hasta el altar, pero está aquí con nosotros de todas formas, ¿lo sabes?

-Lo sé, mamá también está. - asiente. -Gracias por todo, Johnny. Te quiero.

-Yo también te quiero, Ginger.

El coro comienza a entonar una nueva canción. No es la tradicional melodía que suena en todas las bodas, sino la canción preferida de Ginger y Oliver. Mi hermana me coge del brazo, preparada para que emprendamos nuestro camino al altar. Todas las miradas se centran en ella, incluso la mía. Una lágrima se desliza por la mejilla de Oliver, emocionado. Sé que será un buen marido para Ginger. Cuando llegamos hasta él, ella me suelta y yo, como padrino, me sitúo detrás de él al igual que Maddie se ha quedado detrás de Ginger. Ella se agacha para alisarle la larga cola del vestido, y le sostiene el ramo durante la ceremonia.

-Con este anillo te tomo... - escucho decir a Ginger.

-Con este anillo te tomo... - repite minutos después Oliver.

-Yo os declaro marido y mujer. - finaliza el cura. -Puedes besar a la novia.

Oliver y Ginger se funden en un romántico beso, mucho mejor que los que salen en pantalla porque ellos lo sienten de verdad. Los invitados se ponen en pie, aplaudiendo, y ellos se disponen a desandar el camino hacia la salida de la iglesia. Miro a Maddie, consciente de que esta es mi oportunidad para aclarar las cosas. Ginger se acerca a su oreja y le susurra algo que hace que Maddie me mire por unos segundos. Parece ser que a ambos nos han dado la charla. Ella da unos pasos en dirección a la salida, y yo hago lo mismo para cortarle en paso.

-No tienes que hacer esto - dice. -Estoy bien.

-Yo no. - confieso.

-Lo estarás. 

Trata de seguir su camino, pero estoy dispuesto a no dejarla pasar hasta que escuche todo lo que tengo que decirle.

-Maddie, deja que me explique.

-Tú no dejaste que me explicara cuando me acusaste de traidora.

-Tú hiciste lo mismo. Nos acusamos mutuamente.

-Claramente, ninguno de los dos está preparado para una relación, así que vamos a alegrarnos por Oliver y Ginger y a pasar página.

¿Cómo puede ser tan cabezota? Sus palabras me dejan helado, y consigue esquivarme.

-Maddie, espera. - la cojo del brazo, con delicadeza y, para mi sorpresa, no intenta soltarse. -Siento mucho haber pensado que tú habías enviado esas fotografías a la prensa. Me precipité. Era la peor de mis pesadillas hecha realidad.

-Yo también pensé mal de ti cuando te vi por televisión con Natalie Fernández.

-Esto ha sido una prueba.

-Sí. - suspira. -Y no la hemos superado.

-¿No? - pregunto. Creo que la prueba no ha terminado. -Aún seguimos aquí. Vamos a darnos otra oportunidad. Arriesguémonos juntos. 

Algunas lágrimas comienzan a reunirse en sus ojos, sin llegar a caer. 

-¿Y si no funciona?

-¿Y si funciona? 

Recuerdo que he traído mi cuaderno de dibujos. Maddie ya vio algunos cuando vino a casa y decoramos el árbol de Navidad. Quiero enseñárselos todos. Quiero que lo sepa todo de mí, que confíe en mí tanto como yo quiero confiar en ella.

-Tengo una cosa para ti.

Me acerco al primer banco, donde estaba sentado su padre, y veo que, efectivamente, ha cuidado de mi cuaderno. Se lo entrego. Al principio, se muestra dubitativa hasta que abre la primera página. Me da el ramo para que yo lo sostenga mientras ella pasa las páginas sonriendo. Todos los dibujos ahí realizados pertenecen a diversas zonas de Fool's Gold, como la plaza y su tiovivo, el escaparate de su tienda de vestidos...

-Johnny, son increíbles. - me felicita. -Has capturado el alma de este lugar.

-Todo es gracias a ti. - sonrío. -Me has enseñado a apreciar los pequeños detalles, a abrirme, a bajar la guardia, a pasear.

Se echa a reír ante esta última lección, recordando aquel día que ahora parece tan lejano después de todo lo que hemos vivido juntos.

-A pesar de que solo volví a Los Ángeles por un día me sentí como un extraño porque todo lo que me hace feliz está aquí. - me acerco a ella, y la tomo por la cintura. -Justo aquí.

Y entonces hago lo que debí hacer hace mucho tiempo. Junto mis labios con los suyos, como debí haber hecho aquella noche que fuimos solos a ese local nuevo de la ciudad, o la noche en la que decoramos el árbol de Navidad mientras comíamos galletas. Mi cabeza deja de recordar viejos errores cuando ella me devuelve el beso, y siento cómo sus brazos se amoldan a mí. 

CÁSATE CONMIGO EN NAVIDADWhere stories live. Discover now