Capítulo 10

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Johnny

-Entonces no quieres velas en tu camino hacia el altar. - confirma Maddie.

-No me apetece llegar en llamas. - se ríe Ginger.

Ambas hablan con total naturalidad de la boda. Ni siquiera los murmullos del resto de clientes de la cafetería puede acallar el tono de ilusión con el que mi hermana comenta las ideas propuestas, o las rechaza educadamente.

-¿Queréis algún tipo de decoración en especial? - pregunta Maddie.

-La verdad es que no queremos una boda muy... - Oliver duda. -¿Cómo es la palabra? - 

-¿Artística? - dice Ginger

-¡Sí, eso!

-¿Qué os parecería casaros en una tienda de campaña? - propongo.

Se hace un repentino silencio. Maddie levanta la mirada de su libreta, dejando el lápiz con el que estaba apuntando cosas inmóvil.

-Tal vez en alguna de tus películas. - me mira. -¿Qué le pasa a una tienda de campaña cuando llueve?

-Pues que se moja. - digo.

-Y se inunda. - concluye Oliver.

-No quiero casarme en una tienda de campaña. - se horroriza mi hermana.

-Ni yo tampoco. - opino. -¿A quién se le habrá ocurrido esa idea tan mala?

Los tres se echan a reír. La verdad es que parecía una buena idea hasta que he abierto la boca. 

-Ginger, son las nueve. - la avisa Oliver. -¿Te acompaño al trabajo? 

-Por supuesto. 

Oliver recoge su chaqueta, y mi hermana se abrocha el abrigo y se cuelga su bolso al hombro. Ambos salen cogidos de la mano, ante mi mirada. La camarera viene a retirar las tazas de café, mientras Maddie continúa absorta en su libreta. Saca dos rotuladores y subraya o rodea notas que le parecen importantes. Parece saber lo que hace, y me siento culpable por haber desconfiado de ella ayer. Acerco mi silla a la suya con la intención de decir alguna frase de película para disculparme.

-Maddie. - vuelve su mirada hacia mí. -Siento cómo me comporté ayer. Sé que fui un poco arrogante.

-¿Sólo un poco?

-Lo siento. - digo. -Ginger es la única familia que tengo. Solo quiero lo mejor para ella.

Maddie cierra la libreta, y apoya sus codos en la mesa, recortando la distancia que hay entre nosotros. Me doy cuenta de que sus ojos nos son tan azules como pensaba, sino que esconden un precioso tono verde que aporta luminosidad a su rostro blanquecino y a su cabello claro.

-Ginger tendrá la boda de sus sueños. Te lo prometo. - sonríe cálidamente. -Y no te preocupes por nada, acabamos de empezar. Cuando vuelvas a Los Ángeles podremos hacer videollamadas.

-¿Ginger no te ha contado nada? - ella niega con la cabeza. -No me marcharé hasta después de la boda. He pensado que me vendrá bien tener un poco de paz.

-Pues has venido al lugar ideal. - sonríe.

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