Capítulo 19

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Madeline

¿Qué está ocurriendo? Esa es la pregunta ronda mi cabeza una y otra vez. La casa está decorada con todas las guirnaldas de Navidad, la gran mesa de nuestro salón está cubierta de dulces, tartas y golosinas. Todo es normal, incluso la presencia de todos los vecinos de nuestra calle. Todo es normal, excepto él. 

Johnny se ha integrado perfectamente entre la gente. Ha saludado y hablado con todos como si fuera un vecino que recientemente se ha mudado a vivir aquí. Cuando vuelvo de picotear un trocito de tarta, lo veo junto a mi madre, riendo ante un álbum familiar abierto. 

-No parece muy contenta. - señala Johnny en una fotografía.

-No, no le gustó mucho la sorpresa.  - se ríe mi madre.

-Su cara me hace muchísima gracia. - se inclina hacia atrás en el sofá.

Tengo que detener esto antes de que mi imagen de organizadora de bodas se vaya al traste.

-¡¿Mamá?! - la llamo por encima del ruido de los invitados. -¿Qué le estás enseñando?

-Oh, solo algunas fotografías tuyas con Santa Claus.

Muestro una sonrisa enormemente falsa ante su respuesta.

-No serán esas en la que salgo llorando, ¿verdad?

-¡Esas mismas! - exclama Johnny.

-¿De verdad, mamá?

-Lo siento, cariño. - sonríe. -Es que me ha hecho ilusión encontrarlas de nuevo.

La mirada de Johnny se ha desviado por un momento hacia otro rincón de la estancia, concretamente hacia las escaleras, donde hay una niño de unos diez años sentados. Me parece que es el hijo de un matrimonio que se mudó este verano a nuestra calle. La verdad es que comprendo su aburrimiento, no hay ningún niño de su edad con quien pueda jugar.

-Enseguida vuelvo. 

Él se levanta, y me sonríe de manera burlona por lo de las fotografías. ¡Dios, qué vergüenza! 

Johnny se acercó al niño, sentándose con él en las escaleras.

-Hola, amigo. - sonríe. -¿Cómo te llamas?

El pequeño muestra una sonrisa alegre, siendo consciente de que, al menos para alguien, ya no es invisible en esta fiesta. O quizás también porque es Johnny Blake, el conocidísimo actor de Hollywood, quien se ha acercado.

-Connor. 

-Encantado, Connor. - le estrecha la mano. -¿Te gustan las películas de acción? 

-Solo las escenas de peleas. - dice. -Soy muy bueno pegando. Voy a clases de karate.

-¿De verdad? ¿Crees que podrías vencerme? 

Connor parece sorprendido. 

-Demuéstrame lo que sabes. - lo anima.

Ambos bajan los peldaños de las escaleras corriendo hasta llegar delante del sofá dónde mi madre y Johnny estaban hace unos breves minutos. Johnny se pone se rodillas, a la altura del niño. Connor junta ambas manos en el centro de su pecho, saluda como en karate, y comienza a asestar pequeños golpes en los brazos de Johnny, quien se dedica a encajar los golpes hasta acabar tirado en el sofá. Connor levanta los brazos, contento tras haber ganado.

-¡He ganado! - corre a buscar a sus padres. -¡He vencido a Johnny Blake!

Johnny, todavía acurrucado en posición fetal en el sofá, comienza a reírse. Me siento a su lado después de contemplar toda la escena.

-Eso ha sido todo un detalle por tu parte. - opino.

-Es parte de mi trabajo.

-¿Te ha hecho mi madre alguna pregunta muy personal? - le pregunto. -Es que a veces no sabe respetar los límites.

-No. - se encoge de hombros. -¿Estás segura de que no es una paparazzi de incógnito? 

-Puede ser, ha entrevistado a todos los chicos que he traído a casa desde la secundaria. 

Johnny se echa a reír debido a mi comentario.

-Estaba bromeando. - dice. -Pero la gente no siempre ha sido como yo creía que era.

-Ser tú mismo es una cualidad con la que se nace.

Johnny asiente de una manera extrañamente reflexiva.

-¡Johnny! - exclama nuestra vecina de al lado. -Prueba la tarta que he hecho.

Antes de que mi pobre invitado pudiera articular palabra, la vecina ya le había metido un enorme trozo de tarta en la boca. Johnny mastica. Sé que la tarta está asquerosa, son demasiados años de probar un bocado por educación.

-¿Te ha gustado?

Johnny levanta el pulgar en señal positiva, y la mujer se marcha con la más amplia subida de autoestima.

-Esto es un defecto. Mastica lentamente para no atragantarte. - le aconsejo. -Me lo agradecerás. - le doy dos toques en el hombro.

-Creo que necesito un poco de agua. - susurra sin haberse tragado todo el trozo.

-¿Más pastel? - bromeo.

-Agua. - repite.



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