Capítulo 50

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POV AUTUMN

Al día siguiente me encuentro cansada, ojerosa y con ganas de llorar sin parar. No he pegado ojo en toda la noche y, a pesar de que no quiero que le pase factura al bebé, aún sigo sin creérmelo.

Intento pensar en las veces que lo hemos hecho Kane y yo, que han sido muchas, pero siempre tomando medidas de por medio. Debe de haberse roto el preservativo en alguna de esas veces para que yo esté embarazada. Saco el teléfono y abro la aplicación en la que apunto siempre las veces que me viene la regla y me doy cuenta del retraso de dos semanas que tengo. Ahora lo entiendo mejor.

Después de que la médico me informe de toda la situación en la que me encuentro con pelos y señales, me da una hoja con las cosas que tengo que evitar comer por el bien del feto. En el folio se encuentran mogollón de cosas que no puedo comer, y ayer irrumpí una de ellas al tomar alcohol en la graduación de Kane, por ello el que me sentase tan mal. 

Tras toda la información, continúa diciendo: –Bueno, Autumn, mi trabajo aquí ya ha terminado. Ahora comienza el tuyo, espero que todo te vaya bien y acuérdate de tus revisiones mensuales. 

–Gracias– musito, levantándome de la camilla. Involuntariamente, me agarro la tripa. Al darme cuenta de ello, retiro las manos, aún sin estar preparada para lo que está por llegar.

–Hay gente preguntando por ti en la sala de espera– concluye.

Asiento varias veces con la cabeza y tomo aire antes de salir de la habitación. Guardo la hoja que me ha dado la médico en el bolso, justo cuando veo a Kane, Kylie y Reece en la sala de espera.

Apenas me da tiempo a llegar a ellos, ya que Reece se abalanza encima mío.

–¡Qué susto me has dado, cabrona! Casi nos matas– suspira dramáticamente.

Escondiéndome tras una máscara de indiferencia, respondo: –No ha sido nada, ya puedes estar tranquilo.

La siguiente en abrazarme es Kylie, que básicamente me dice más de lo mismo. Por último, un ojeroso Kane se acerca a mí y, sin decirme nada, me atrae hacia él en un cálido abrazo. Noto cómo se me acumulan las lágrimas en los ojos, pero no puedo soltarlas si no quiero preocuparles, por lo que me las trago como puedo. No sé cuánto tiempo pasa hasta que nos separamos del abrazo, pero intento que no se me note el malestar que llevo dentro.

–Te he echado de menos– confiesa, mirándome a los ojos. Apenas puedo mirarle a la cara, por lo que entierro mi cara en su pecho para que no pueda ver cómo me siento en este momento.

–No sabes cuánto me alegro de que estés bien– me dice Kylie.

–Gracias por venir, chicos– les agradezco.

–No hace falta que las des, boba, para eso estamos– me responde.

Me despido de ellos, prometiendo llamarles, y Kane y yo salimos del hospital y nos montamos en el coche. Nos dirigimos a su casa en silencio y, mientras sujeta el volante, me doy cuenta de las heridas que tiene en los nudillos. Al parecer le han tenido que dar puntos, además de que tiene una gran herida en el labio.

–Tiene pinta de doler– susurro, mirando sus nudillos. 

Separa una de sus manos del volante y la abre y la cierra, midiendo el dolor. –Un poco, pero no es nada.

–¿Y Nash?– pregunto.

–Le he dejado en casa con Dave, tiene muchas ganas de verte.

Asiento y continuamos la ruta hasta su casa. En cuanto aparca el coche, sale Nash corriendo del interior de la vivienda y se lanza a abrazarme mientras Chocolate le persigue. Le abrazo de vuelta y le hago carantoñas a Chocolate antes de pasar a casa.

–Te he echo un dibujo, mamá– me dice Nash. En cuando dice la palabra "mamá" se me empiezan a formar lágrimas en los ojos de nuevo, por lo que trago saliva fuertemente, haciendo que Kane se percate.

–¿Estás bien?– me pregunta, preocupado.

Asiento varias veces, convenciéndome de que todo está bien y se va a la cocina para traerme un vaso de agua. Nash me entrega el dibujo que es una caricatura familiar, aunque en esta aparece por primera vez Chocolate. 

Al ver el dibujo trato de no llorar y me doy cuenta de lo sensible que estoy. Como siga así Kane no va a tardar en saberlo, y aún no estoy preparada para ello.

–Gracias, corazón– le agradezco dándole un beso en la frente mientras Nash me abraza.

–Te has olvidado del bolso en el coche– dice Kane cuando Nash y yo nos separamos del abrazo, lo que hace que me tense, al pensar que tengo la hoja de las cosas que no puedo comer por estar embarazada.

Le retiro rápidamente el bolso de la mano, lo que hace que Kane me mire extrañado. –¿Seguro que estás bien?

–Sí, sí. Gracias– respondo, fingiendo una sonrisa.

–Gracias por quedarte con Nash, tío. Te he jodido la fiesta de graduación– le dice Kane a Dave, que se encontraba detrás mía todo este rato y no me había dado cuenta. 

Me echo a un lado y le miro atentamente mientras éste responde: –No te preocupes, tú también te has jodido la graduación y tu cumpleaños. 

–Ya ves tú– se encoge de hombros Kane.

Al darme cuenta de todo lo que sucedió ayer, me entran ganas de llorar de nuevo. Soy una novia malísima, ya que ayer fue el cumpleaños de Kane y aún no le he dado el regalo.

Dave se despide de nosotros y se va, mientras Kane sigue observándome detenidamente. Debo tener una pinta horrible vestida con el vestido rojo de ayer y llena de barro al haber estado vomitando entre unos arbustos. Además, se me rompió uno de los tacones ayer, así que voy cojeando.

–Tengo una cosa para ti– rompo el silencio para entregarle lo que llevo guardando desde hace un tiempo.

Voy hacia mi bolso y, con cuidado de que no vea el papel, saco una pequeña caja negra. 

–Se me olvidó dártelo ayer, lo siento– musito, avergonzada.

–No te preocupes, Autumn– dice, acariciándome la mejilla. Aún no soy capaz de mantenerle la mirada, por lo que le entrego la cajita.

La abre con cuidado, y se da cuenta de lo que hay dentro. Le he comprado un colgante con las típicas chapas militares, aunque estas están personalizadas: en una de ellas pone los nombres de nuestra pequeña familia, incluido el nombre de Chocolate, y en la otra, la fecha en la que empezamos a salir.

–Me encanta– admira, Kane, observando las chapas –Muchas gracias.

Se acerca a mí y me planta un beso en los labios aunque me separo rápidamente, temiendo hacerle daño por su magullado labio.

–No te preocupes, no me duele– dice, volviéndome a besar, lo que hace que esta vez no me retire, a pesar de lo asustada que estoy por dentro. 


JUNTOS ©Where stories live. Discover now