Capítulo 32

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POV AUTUMN

Tras dos horas de vuelo en las cuales estoy sumida en el libro que me regaló Kane por Navidad, me percato de que el avión está a punto de aterrizar. Cuando me bajo del avión lo primero que me asaltan son los recuerdos, a pesar de lo poco que quiero que eso suceda. Me fui de Denver precisamente por eso, pero ahora que he regresado es hora de hacerles frente. Le mando un mensaje a Kane, avisándole de que he llegado bien y me dirijo a recoger la maleta. El haber estado tan lejos de casa me ha dado demasiado tiempo para ser libre e independiente. En cambio, aquí me siento lo suficientemente aprisionada como para que cueste pensar claramente. En Los Ángeles he conseguido progresar, gracias a Kane, pero tras mi disputa con una Megan borracha me he replanteado todo otra vez. Mis inseguridades vuelven a salir a la luz, y ahora más que nunca ya que estoy en Denver, de donde salí tan desesperadamente.

Al menos, no he ido a la maldita cena anual porque sino, se habría armado pero bien y no quiero estar allí. Veo salir mi maleta de una de las cintas mecánicas y la recojo con dificultad. Además, el tener el brazo escayolado no ayuda, pero como solo vengo unos pocos días no me ha hecho falta meter mucha ropa. Sin embargo, traigo todos los regalos de Navidad que compré con Reece y es por eso por lo que la maleta me pesa tanto.

Agradezco internamente el tener una maleta con ruedas y la arrastro por el suelo buscando la salida. Esta ha sido la segunda vez en toda mi vida que he viajado en avión, y me ha gustado casi tanto como la primera, aunque ya echo de menos a Kane y a Nash. Estos días con ellos han sido como pasear por las nubes. Nunca creí que fuese a ser capaz de tener novio. No me he fiado de los chicos hasta que llegaron Kane y Nash y pusieron mi mundo patas arriba de la mejor manera posible. Solo con pensar en ellos me pongo algo sentimental, ya que cuando vi a Nash llorar casi me da por quedarme allí.

Salgo por la gran puerta, y me encuentro con toda la gente esperando reunirse con sus familiares. Adoro el ambiente de la parte del aeropuerto de llegadas, ya que se pueden ver todos los reencuentros. Veo a mis padres entre la multitud y ellos se tiran sobre mí en un abrir y cerrar de ojos.

–¡Autumn!– grita mi madre mientras me besuquea y abraza.

Mi padre se queda en un segundo plano, esperando a que mi madre se despegue de mí, así que cuando me deja libre, abrazo a mi padre respirando el aroma de su colonia que tanto he echado de menos.

–Te he echado de menos, pecas– susurra mi padre contra mi pelo. Siempre me ha llamado de ese modo debido a la gran cantidad de pecas que tengo en la cara, las cuales he heredado de mi madre.

–Yo a ti también, papá.

Me separo de él y juraría que veo cómo se limpia una lágrima, pero tratándose de mi padre y su ego, decido dejarlo estar y no bromear sobre ello.

–¿¡Qué te ha pasado en el brazo?!– grita mi madre. Ella es una mujer que impone, a veces da miedo debido a su fuerte personalidad, pero junto al santurrón de mi padre hacen una buena pareja y, sobre todo, se complementan que es de lo que se trata. A pesar de que mi madre ya tiene sus cuarenta y ocho años sigue estando igual de conservada que siempre. Es de mi estatura, cosa que también heredé de ella y, junto con su pelo rizado y negro, además de sus ojos mieles, hace que sea una mujer agradable para la vista. Mi padre también es bastante guapo, o al menos lo era antes. Ahora empieza a tener su tripilla pero él está contento con eso. De él heredé los ojos de color chocolate, al igual que el cabello.

Me encojo un poco con los gritos, ya que los odio. –Me caí por las escaleras de la residencia, ya sabes que soy muy patosa, pero como ves estoy bien.

Asiente, mirando mi escayola pintarrajeada. Al fin y al cabo, puede que el haber dejado a Nash pintármela haya sido una mala idea. Frunce los labios en una línea recta, pero al menos no saca a coalición el tema, cosa que agradezco.

–¿Qué tal el viaje, cariño?– pregunta mi padre, aliviando la tensión del ambiente.

–Genial. ¿Cómo va todo por aquí?– ya casi hemos llegado al coche y mi padre mete la maleta en el maletero.

–Bien, aburrido sin ti, pero todo sigue igual que siempre– menciona mi madre.

Nos pasamos el trayecto hablando sobre trivialidades y sobre mi vida en Los Ángeles, aunque no les menciono a mi asombroso novio ni a su hermano pequeño por ahora, ya que la cara de mi madre al mirar mi escayola lo dice todo. No creo que esté contenta con ello, aunque a mi eso me da igual. Sé tomar mis propias decisiones.

Básicamente fue mi padre quien siempre respetó y apoyó mi decisión de irme a Los Ángeles. Según él, el irme me haría independiente y podría sacarle mejor provecho a mi futuro que quedándome aquí, fue así como convenció a mi madre y siempre le estaré agradecida por ello.

Cuando llegamos a casa, suspiro. Me dirijo a mi antiguo cuarto rápidamente y, al ver todo como lo dejé, la sensación de paz me invade. Estas cuatro paredes me han visto en mis mejores y peores momentos. Antes de cenar, llamo a Kane para asegurarme de que todo esté bien por allí.

–¿Con quién hablabas?– pregunta mi madre cuando salgo de la habitación.

–Deja a la niña tranquila, que acaba de llegar– dice mi padre pasando su brazo alrededor de los hombros de mi madre.

–Está bien– suspira mi madre.

Nos acercamos a la mesa y nos sentamos a cenar. En medio de la comida, dejo de tener hambre cuando mi madre suelta algo que hace que que se me vaya la sangre del rostro. De ningún modo puede pasarme esto.

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