Capítulo 26

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POV KANE

El museo se encuentra a unos quince minutos en coche y decidimos parar en una cafetería cercana. El establecimiento es pequeño pero acogedor, las mesas están esparcidas por todo el pequeño espacio y conseguimos sentarnos en una cercana a la ventana. Parece un sitio bastante concurrido, a pesar de ser las nueve de la mañana.

–¿Qué quieren tomar?– nos pregunta la camarera.

Estaba tan absorto mirando por la ventana que ni si quiera me he dado cuenta de que la camarera se había acercado a nosotros.

–Un batido de chocolate y tortitas con sirope de chocolate– dice Nash, cerrando la carta como si se tratase de un adulto.

–De eso nada, Nash, es demasiado chocolate para tomar por la mañana.

Me saca la lengua, enfurruñado, y se cruza de brazos. Me dirijo a la camarera pidiendo que omita el sirope de chocolate en las tortitas de Nash.

–Para mí chocolate caliente y un gofre con frambuesas –Autumn se revuelve incómoda en el asiento bajo la atenta mirada de la camarera.

–¿Y para usted?– pregunta la mujer dirigiéndose a mí.

–Un zumo de naranja y un sandwich vegetal, por favor.

Asiente y se aleja, metiéndose la libreta en el bolsillo del delantal.

Hablamos un rato, pero noto a Autumn más rara de lo normal. Me he percatado de que se ha cubierto todas las contusiones de la caída que tuvo anoche con maquillaje y aunque sé que aún no me ha contado cómo se cayó, prefiero hablarlo en privado más tarde con ella. Durante nuestra particular charla, nos cuenta que odia el café, incluido su olor. Prefiere mil veces más el chocolate caliente al igual que Nash que, aunque no ha probado el café, le choca la mano como si estuvieran en el mismo bando.

–Creo que deberíamos crear un hashtag– dice mi hijo, sorprendiéndome –#TeamChocolate estaría bien– murmura más para Autumn que para mí y ambos se ponen a reír. No es que a mí no me guste el chocolate, sino que tiene demasiado azúcar y no me viene bien para la diabetes.

Cuando nos traen la comida, Autumn intenta coger el tenedor, pero veo que fracasa estrepitosamente cuando se le cae al suelo y es cuando me doy cuenta de algo muy importante que he pasado por alto totalmente. Me golpeo mentalmente al no haberme dado cuenta antes. Su brazo escayolado es el izquierdo, con el que escribe y no puede comer con esa mano. La camarera de antes le trae otro tenedor y ella se disculpa avergonzada.

Empieza a comer con el brazo derecho, pero se le nota muy incómoda. Mientras tanto, Nash ya está devorando su desayuno como si no hubiera mañana. Me acerco a Autumn y le sostengo la mejilla haciendo que me mire. –Sé que odias que te ayuden tanto como yo, pero puedo darte de comer, si quieres.

Suspira, pero acaba accediendo. Vuelve a estar avergonzada, pero tras unas cuantas bromas tontas por mi parte, deja la incomodidad de lado y acerco el tenedor con un cacho de gofre a su boca. Los gestos que pone Autumn al tomar el gofre hace que el crezca el bulto entre mis piernas, así que intento mirar a otro lado y tener mente fría si no quiero calentarme aquí mismo. Muerdo mi sándwich, sin apetito, intentando borrar su expresión.

Un rato más tarde, Autumn pone pegas a la hora de pagar, ya que quiere pagarla ella. Pero no dejo que lo haga ya que bastante es que a veces cuide de Nash sin pedir nada a cambio. Nos ponemos de nuevo en camino al LACMA y llegamos a la hora justa para entrar.

(...)

–¡Me ha encantado!– grita entusiasmado Nash.

–A mí también, mil gracias por el regalo– agradece Autumn refiriéndose a las entradas.

–Ni las des. He pensado que podríamos hacer algo de turismo por Los Ángeles y después comer por ahí. He traído un par de cosas de picnic– me rasco la nuca.

–Me parece perfecto. ¿A dónde vamos primero?

Después de subir la montaña en donde se encuentra las letras de "HOLLYWOOD", disfrutar de las vistas y sacar unas cuantas fotos, nos paramos a comer allí y sacamos la bolsa de picnic que traje conmigo. Más tarde, visitamos el famoso "Paseo de la fama" en donde Autumn se queda alucinada ante tal cantidad de estrellas. Me pide que le haga fotos casi con cada una de ellas y me hace gracia la ilusión que pone. Seguidamente, pasamos con el coche por Beverly Hills y descubro que a Autumn le encantan las palmeras. Se pega tanto a la ventanilla del coche para poder verlas, que temo que se vaya a caer. Me encanta eso de que lo que para mí es habitual, ella lo ve como una novedad. 

Cuando ya está anocheciendo, vamos por último lugar a Santa Monica Pier, que se encuentra frente al mar. Nash disfruta como loco al ver el mar, aunque la fría brisa marina es un poco molesta. Autumn al no haber salido nunca de Denver, que no tiene mar, nunca lo había visto. Solo en fotos, según me ha confesado, así que por su cara de fascinación creo que es lo que más le ha gustado de todo el día. El ver el mar.

Nos sentamos en un banco y ella respira profundamente mirando al mar. Le paso un brazo por el hombro, atrayéndola a mí –¿Te gusta?

–Gracias por todo esto, Kane. No sé como agradecértelo– susurra sin dejar de mirar el mar.

–No lo hagas.

Me acerco más a ella y nos besamos, lo que hace que salten chispas a nuestro alrededor. Su tacto alrededor de mi nuca me vuelve loco y, con todo mi autocontrol me separo lentamente de ella, ya que no hay cosa que me guste más que me toquen la nuca o el pelo mientras me besan. Ella parece darse cuenta y por primera vez desde que la conozco veo una mirada de excitación real (no como la que puso esta mañana al comerse el gofre) que me deja sin palabras, pero se retira rápidamente desviando la vista.

Ahora que Nash está jugando con una cosa para hacer burbujas que se ha encontrado, decido preguntarle a Autumn lo que me ha estado rondando por la cabeza.

–¿Cómo te caíste?– cuestiono haciendo que me vuelva a mirar y que vuelva a apartar la mirada. Odio que haga eso.

Parece meditar mi pregunta y se queda callada durante, al menos, un minuto. Boquea como los peces y acaba diciendo: –Me tropecé.

–No me lo creo.

–Es la verdad. Fui al baño un momento y cuando salí me despisté y tropecé con el escalón–. Se encoge de hombros, pero sigo sin creérmelo. No creo que deba presionarla con esto, pero espero que me lo cuente a su tiempo.

–Si hay algo que te atormenta puedes decírmelo, al igual que yo te cuento mis pensamientos.

–Pero si nunca lo haces– justifica.

–Cuando es necesario sí.

–Cuando es necesario todos lo hacemos– suelta una risa que no le llega a los ojos.

La conversación se empieza a poner seria, así que me separo un poco de ella para mirarla a la cara.

–Todos menos tú, que nunca lo haces. De verdad, que yo soy el primero que respeta tu intimidad, pero apenas conozco cosas triviales sobre ti. No sé nada de tu vida antes de que llegases a Los Ángeles.

–No es algo de lo que me apetezca hablar, al menos no contigo.

Sus palabras se me clavan en el pecho como estacas rememorando lo que acaba de decir, ¿cómo que no conmigo?

–Está bien.

Me levanto del banco, alejándome para buscar a Nash, que al ser tan astuto se percata de que nos pasa algo tanto a Autumn como a mí, así que permanece callado durante el camino. Cuando llegamos a la residencia, Autumn se baja del coche.

–Gracias de nuevo– se despide con la mano de nosotros.

Su despedida es tan fría que no hace más que enfadarme más. Joder, estoy poniendo todo mi empeño en que esta relación salga bien y, aunque adoro a Autumn, no me lo está poniendo nada fácil.

JUNTOS ©Where stories live. Discover now