Capítulo 25

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POV AUTUMN

En cuanto llego mi habitación de la residencia suelto un sonoro suspiro. Ha sido una noche bastante larga y, por suerte, Blair no va a venir hasta la vuelta de vacaciones así­ que el cuarto se encuentra en absoluto silencio. Me he roto el brazo al haberme caído sobre éste, por lo que lo tengo escayolado hasta el codo y, por si fuera poco, se trata de mi brazo izquierdo con el que escribo, pinto, etc. Por lo que probablemente no pueda hacer los exámenes del primer cuatrimestre si no puedo escribir. 

Además, la situación me está empezando a abrumar. No tengo intención de decirle a Kane lo de Megan, porque antes quiero hablar con ella ahora que sé todo lo que es capaz de hacer. De verdad tiene un serio problema mental. No me esperaba para nada, por muy borracha que estuviese ella, que fuese capaz de tirarme por las escaleras. Tampoco creí que estuviese tan loca como para pelear por un chico el cual ni si quiera quiere verla, tal es su infantilidad. Kane no sabe cómo acabé rodando por las escaleras pero es una situación tan patética que no tengo ni ganas de explicarlo en alto, prefiero que se crea que me tropecé y ya.

También, la conversación con la loca esa ha hecho que medite sobre lo que me ha dicho, sé que no deberí­a dejar que mis inseguridades salgan a la luz y menos aún que me deje comer el tarro por las palabras de Megan, pero creo que tuvo razón en ciertas cosas que a veces yo también me las cuestiono internamente. Como por ejemplo el hecho de que Kane salga conmigo... Él, un tipo de veintiún años a cargo de un hermano de ocho, que además trabaja parcialmente en una tienda del centro de Los Ángeles como modelo/vendedor para pagar todas las deudas de la madre y que, por si fuera poco, también es uno de los jugadores más importantes de los UCLA Bruins, el equipo de fútbol de la universidad con el cual consigue la beca para poder estudiar Derecho. 

No sé de dónde saca el tiempo y las ganas de estar con una chica de dieciocho años que apenas acaba de salir de Denver, ¿será que me está utilizando? No creo que se trate de eso, ya que no nos hemos acostado. Aunque claro, no llevamos ni un mes saliendo. Como no quiero dejar que ese tipo de pensamientos entren en mi cabeza, ya que si no me volveré tan paranoica como la zumbada de Megan, me deshago de la ropa que llevaba puesta y me pongo el pijama más ancho que encuentro, ya que apenas me cabe el brazo izquierdo por la manga de la camiseta del pijama. 

Seguidamente intento pintar en una hoja con la mano izquierda, pero me resulta imposible por la escayola y por el dolor de estirar los dedos para agarrar el lapicero, así­ que lo intento con la otra mano pero mi intento de dibujo acaba fracasando. No pintaba esta birria de dibujos ni cuando tenía tres años...

Acabo abandonando la labor de pintar, ya que lo único que hago es frustrarme cada vez más. Me acuesto en la cama y cojo uno de los pocos libros que me he traído de Denver. Cuando ya me encuentro demasiado cansada como para seguir leyendo, apago la luz de la mesilla de noche y me escurro entre las mantas.

(...)

Me despierto escuchando el sonido de la maldita alarma de mi teléfono. Me he olvidado por completo de que hoy es la exposición de arte en el LACMA, y mira que tengo muchas ganas. Por suerte, ayer por la mañana me configuré la alarma del teléfono para que me despertase. Me levanto rápidamente, pero al hacerlo tan rápido me mareo durante unos segundos así que me apoyo en la cama con cuidado. En cuanto me recupero, me levanto -esta vez más despacio- palpándome la cabeza en donde tengo un chichón gigante. En verdad, me da incluso vergüenza mirarme al espejo, ya que no lo he hecho desde que me caí por las escaleras. Cojo mi ropa y me dirijo a las duchas comunitarias. Al estar deambulando por los pasillos de la residencia a estas tempranas horas de la mañana y teniendo en cuenta que estamos de vacaciones de invierno no me encuentro con nadie en los pasillos, cosa que agradezco. He quedado con Kane en una hora, así­ que me doy una ducha rápida cubriéndome la escayola con una bolsa de plástico. Hoy no tengo pensado lavarme el pelo, pero no sé cómo voy a lavármelo mañana. Tendré que pedirle ayuda a alguien, por mucho corte que me de.

Cuando salgo de la ducha, me pongo la ropa con dificultad y es cuando me doy cuenta de lo coñazo que es tener una escayola alrededor del brazo que utilizas para todo. No me podí­a haber caí­do sobre mi brazo derecho, no. Eso serí­a tener demasiada suerte tratándose de mí. Tenía que haber caí­do encima del izquierdo. Me lavo los dientes y, cuando voy a salir del baño, me encuentro directamente frente al espejo y me quedo impactada ante mi cara llena de magulladuras. Parece que me he metido en una pelea callejera y tengo claro que no puedo ir a un museo tan finolis como lo es el LACMA con la cara de tal manera, así­ que vuelvo a mi cuarto, en donde me hecho demasiado maquillaje para mi gusto, disimulando todas las heridas excepto el enorme chichón de mi sien. Hago el intento de hacerme un recogido rápido, cojo el móvil, las entradas del LACMA y la cartera y los meto en un bonito bolso negro que me regalaron Kylie y Reece por mi cumpleaños. Salgo de la residencia justo cuando veo el coche negro de Kane aparcado en el estacionamiento. El aire frío de invierno me golpea la nuca, la cual se encuentra desprotegida debido a mi recogido y me estremezco.

–Hola– me saluda Kane abriéndome la puerta del copiloto mientras me agarra el bolso como si yo estuviese inválida al tener el brazo escayolado.

Ruedo los ojos y hago un ademán con la mano –No es necesario.

–Claro que lo es. Deberías dejar que las personas te ayuden de vez en cuando– dice, repitiendo las mismas palabras que le dije yo hace tiempo.

Se acerca a mí­, juntando nuestros labios en un electrizante beso que hace que mi estómago revolotee. Me separo de él demasiado pronto, puesto que tenemos audiencia y giro mi cuerpo para saludar a Nash.

–Hola, peque.

Me sonríe y me da un tierno beso en la mejilla. Por un segundo temo que todo el maquillaje que me he echado en la cara se le quede en los labios, pero por suerte no lo hace y suspiro aliviada. Kane arranca cuando mis tripas se ponen a rugir por el hambre. El sonido llega a oí­dos de este, que se gira para mirarme y preguntar:

–¿Queréis que vayamos a desayunar? Aún tenemos algo de tiempo.

–¡Síí­!– exclama Nash con su entusiasmo habitual y yo asiento con la cabeza sonriendo aliviada por la propuesta, ya que antes no me dio tiempo a ir a la cafetería de la universidad a por algo de comer.

JUNTOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora