Capítulo 17

153 12 0
                                    

POV AUTUMN

Vemos a Kane irse a trabajar y me doy la vuelta para ver al pequeño. Tiene carita de dormido y el pelo como si le hubiese pasado un tractor por encima pero, como siempre, está adorable. Su pelo rubio oscuro y sus ojos azules son tan parecidos a los de su hermano que, efectivamente, podrían pasar por padre e hijo.

–Entonces...¿Qué quieres desayunar?

–Siempre tomo cereales– sonríe.

Vamos a la cocina y me quedo mirando atentamente los muebles, ya que no tengo ni idea de donde está cada cosa.

–¿Dónde están las tazas?

Nash intenta sacar una del mueble, pero no llega pese a ser alto para su edad. Yo, en cambio, soy baja para mi edad: apenas mido un metro sesenta. Intento abrir el cajón y, estirándome a más no poder, consigo llegar. Nash se ríe ante mi numerito mientras yo resoplo. Claro, como Kane es tan alto, no tiene ningún problema de este tipo.

Finalmente me contagia la risa y saco la leche de la nevera. A su vez, Nash saca los cereales de otro de los armarios. Caliento la leche y nos sentamos a comer en la mesita del salón. Cojo el mando y enciendo la tele, pongo uno de los canales infantiles y Nash se empieza a reír como loco.

–Yo no veo los dibujos, Autumn. Tengo ocho años– dice como si el tener ocho años fuese una gran cifra. Me río internamente ante el pequeño que se cree adulto y me doy cuenta de lo espabilado que es para su edad.

–Tienes razón, perdona. ¿Qué quieres ver?

–¿Podemos jugar a algo?– pregunta, emocionado.

–Claro, pero en cuanto terminemos de desayunar.

Cuando desayunamos, nos vestimos y lavamos, nos tiramos al suelo a jugar. Él saca un libro de coches y me dice que le tengo que hacer preguntas sobre cualquier coche. No pensé que los niños a esta edad jugasen a estudiar coches, pero si le hace ilusión, por mi genial.

Nos pasamos un rato tirados, jugando a las preguntas de coches, justo cuando escucho un ruido en la entrada, nos levantamos del suelo de su cuarto y me da la mano mientras salimos de su habitación para saludar a Kane, pero en cuanto entramos en el salón vemos que no es Kane el que ha llegado de trabajar, sino una mujer de unos 50 años tambaleándose con varias maletas encima. Miro confundida a Nash, que está de piedra en el sitio y, cuando voy a preguntar quién es esa señora, esta me ve.

–¿Quién coño es esta?– le pregunta a Nash mientras me señala maleducadamente.

Al ver que ninguno de los dos contestamos, se intenta acercar hacia mí, pero me retiro junto con Nash.

–¿Quién te crees al estar en MÍ casa?– esta vez me pregunta directamente a mí, recalcando el «mí», pero cuando estoy a punto de contestar, salta Nash:

–Ella es mi mamá, no como tú.

Sus palabras me desinflan por dentro y casi me desmayo al escuchar eso. No se me había ni pasado por la cabeza que ella fuera su madre y tampoco me puedo creer que Nash opine eso de mí, me da miedo que se ilusione con el tema y que le acabe decepcionando. Además, que Kane y yo no somos nada y solo les conozco desde hace tres meses. Sigo flipando, sin saber como actuar, justo cuando veo entrar a Kane por la puerta.

–¿Qué haces aquí?– pregunta, con odio, apuntando a su madre.

No me había dado cuenta de que ella había empezado a llorar, y me siento entre medias porque no sé qué hacer. Me empiezo a fijar en la mujer y me doy cuenta de que no se parece nada a los hermanos Bullok excepto por el pelo, que es de un color rubio canoso. 

Nash me sujeta más fuertemente la mano y me sorprende la dureza con la que habla Kane. Cuando quiere puede dar incluso miedo.

–Cariño, ¿no le das un abrazo a tu madre?

Kane cambia el peso de un pie a otro, enfadado, y espeta: –Ni abrazo ni pollas, no tienes derecho a ir y venir cuando te dé la gana. No somos tus marionetas y, ni mucho menos, vamos a recibirte con los brazos abiertos.

–Pero mi amor...– suplica ella, yendo hacia él.

Como veo que la cosa se está poniendo bastante mal, saco a Nash del salón sin que Kane y su madre den cuenta. No tiene por qué escuchar eso, así que le llevo al pasillo y le tapo los oídos, sin poder evitar ver y escuchar la discusión que hay detrás nuestra.

–No– extiende su mano bloqueándola el paso –Bastante tengo que soportar pagando tus putas facturas. No nos merecemos una madre así, ni Nash ni yo– añade, sumamente cabreado– ¿No ves que le estás haciendo daño con tus idas y venidas? ¿Esa es la impresión que le quieres dar a tu hijo pequeño? ¿La de estar borracha todo el día e irse con el primer rico que pasa hasta que se canse de ti y vuelvas otra vez a una casa que ni si quiera te pertenece porque soy YO quien paga todo y encima te salva el culo? Estoy harto de ti.

–No me dejes, bebé– llora más fuertemente su madre y me doy cuenta de lo borracha que va. Apenas se puede mantener en pie y me rompe el corazón que una persona sea capaz de hacer tanto daño a sus hijos. A pesar de que no me sé ni la mitad de la historia, la voz de Kane refleja dolor, lo que hace que me de una punzada de tristeza. 

–Lo siento. No puedes estar aquí. Estoy seguro de que encontrarás a otro con quien estar y si algún día quieres hacer las cosas bien ya sabes por donde empezar; pagando TUS facturas para no endeudar a tus hijos. Eso es lo que haría cualquier madre sensata. Mientras tanto, no pienso dejar que sigas haciéndole daño a Nash.

Kane vuelve a sacar las maletas de su madre a la entrada y le veo llamar a un taxi para que venga a por ella. Cierra la puerta tras él y acompaña a su madre al taxi, así que le pierdo de vista. Me fijo en Nash, que está llorando en silencio con mis manos sobre sus oídos y me agacho para abrazarle como es debido.

–Sh, chiquitín. No te preocupes, todo va a estar bien– murmuro mientras le acaricio suavemente el pelo.

Le abrazo hasta que escucho la puerta abrirse de nuevo, mostrando a Kane en el recibidor. No sé que hacer, si consolarle o irme. Creo que sobro bastante en este momento, pero me da miedo incluso moverme, no porque tenga miedo de Kane, sino porque a lo mejor Nash se cree que le estoy abandonando a él también, y eso me rompe el corazón de una manera inimaginable.

Nos ve abrazados y me sorprende al unirse a nuestro abrazo. Nunca me había sentido tan segura como me siento entre estos dos hombres y me relajo con el abrazo grupal. Cuando nos separamos, Nash está mejor, pero se le ve afectado. El pobre ha escuchado lo suficiente para estar así, a pesar de que le he sacado del salón a tiempo.

A Kane también le ha cambiado la cara. Parece como sí así de repente se le hubieran echado diez años más encima, pero no puedo culparle. Debe de ser muy duro haber tenido que decirle todas esas cosas a quien le ha dado la vida, pero entiendo perfectamente que ha hecho lo mejor para Nash y me parece una decisión súper valiente.

Ojalá sean felices. Se merecen serlo.

JUNTOS ©Where stories live. Discover now