Puto miedo II

10K 334 121
                                    


Mimi se secó los ojos, a pesar de que intentó que no la viera y yo abrí los ojos, sin entender. Ella negó y tiró de mi hasta sentarme en la cama. Se sentó a mi lado, me cogió la mano y besó mi cabeza. Yo seguía sin entender nada.

-Papá... -Rogué.

-Ana, mi niña... –Suspiré. –Es mamá. Tu mamá...

Miré a Mimi al oír a mi padre llorar y ella cerró los ojos, besando mi mano. No podía ser verdad.

-Ana, ha muerto. –Sollozó. –Lo... Lo siento...

--

Supongo que nunca te planteas la posibilidad de una muerte real. Nunca sabes que es exactamente o por que estas aquí en esta vida. A dónde vamos, de dónde venimos. Si las cosas que hacemos luego tendrán una repercusión real en todo esto.

Si cuando morimos podemos ver a los nuestros, si podemos pasearnos por ahí a nuestro antojo, si podemos ver que será de nuestros hijos, de nuestros padres, de nuestros amigos...

Y supongo que si supiéramos todo esto, tomaríamos la vida de otra forma.

Siempre he sido una persona calmada, con temple. A pesar de ser nerviosa y ansiosa, y tener siempre mil cosas en la cabeza, he sido capaz de ordenar mis pensamientos, más o menos, y saber qué tenía que hacer.

He sido capaz de tomar decisiones importantes. Y aprendí a pedir ayuda cuando la necesitaba.

Pero hay tantas preguntas sin respuesta que me quemaban los labios, tantas cosas que no llegaré a entender nunca.

Como no pude entender qué se le pasó a mi madre en la cabeza aquella noche.

Qué tuvo que pasar, qué tuvo que sentir, para decidir acabar con su vida.

Y tampoco sabía qué tenía que hacer. No sabía cómo tenía que sentirme, ni si tenía que estar afligida o tranquila o nerviosa. Me sentía como en una especie de limbo incómodo. Todos estaban pendientes de mí, mirándome como si fuera a romperme en dos segundos, con las manos abiertas esperando a que me estrellara contra el suelo y pudieran recoger rápido mis pedazos para pegarlos.

Y yo sólo... Suspiraba.

Ese incómodo momento en el que te sientes expuesta, y no tienes tiempo de procesar, ni de asumir las cosas. Sólo quería irme a casa, a mi casa, en Madrid. Y sentarme en el sofá, pedir comida china, acariciar a Mimo, ver alguna serie en Netflix.

Que acabara este desfile insípido y absurdo de gente fantasma.

De pronto tuve que tomar una serie de decisiones que no estaban en mi lista de un día cómo hoy. ¿Mi madre quería que la incineráramos? ¿Quería una misa multitudinaria? ¿Qué puta mierda hacía yo en una iglesia?

Estaba sentada en el banco de la capilla, en primera fila, a un lado mi hermano, que había sido bastante más emocional que yo y no paraba de llorar, y a mi otro lado Mimi, sujetándome la mano, callada, sin decir nada.

Mi padre contenía a mi hermano, pasando un brazo por sus hombros y se limpiaba alguna lagrimilla.

Y detrás... Tantas caras que no conocía. Tanta gente que no estaba en mi vida. Familiares que vi por última vez a los diez años, amigos de mi madre que no había visto nunca, compañeros de un trabajo que no sabía que tenía, hombres mayores que venían solos y se sentaban en la última fila de la iglesia.

-¿Tú eres la hija de Fátima, verdad?

Levanté la cabeza, algo ida, y observé los ojos de una mujer mayor, de bastante más edad que mi madre, que me miraba con algo de tristeza.

Don't you worry about a thing -Warmi-Where stories live. Discover now