Putos contratiempos

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Al otro lado de la línea me gritaron. A este paso entre la discográfica y la floristería iba a tener a un matón en la puerta de casa.

-Sí, ya sé que es súper precipitado y todo eso... -Dije. –Pero le he hecho una buena oferta.

Al otro lado me mandaron a la mierda sutilmente.

-Por favor, es que lo necesito de verdad. –Rogué.

Ricky me miró mordiéndose el labio, algo preocupado. Yo le sonreí y le guiñé el ojo. Obvié los gritos de la chica que me atendía al teléfono y la corté:

-¿Usted sabe que yo soy Ana War?

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-¿De verdad te parece apropiado el shushi? –Ricky me miró con el ceño fruncido. –Yo creo que es como repetirse, ¿no? Tanto pescado...

Ricky hizo como si le diera un escalofrío y yo lo miré con mi peor cara.

-Recuérdame por qué estás aquí conmigo.

-Porque alguien tenía que regar todas estas putas flores antes de que llegara Mimi.

Miró a su alrededor y bufó. Estábamos en la casita del Escorial colocando todas las margaritas para poder andar por la casa sin matarnos. Ricky se ofreció a ir a por las llaves mientras yo esperaba en la puerta por si venían los de las flores. Esperé en la puerta, sentada en el escalón, tamborileando los dedos. Habíamos cogido un Cabify hasta aquí porque no contemplamos meternos en un cercanías, Ricky podía ser cualquier cosa menos discreto.

Cuando recogió las llaves y entramos a la casa, apenas nos dio tiempo de ver nada porque un camión, un puto camión, aparcó en la puerta y nos llamó.

Yo sólo sé que empecé a ver desfilar gente entrando y saliendo de la casa con montones de margaritas de todos los colores. Abrí los ojos como platos y no pude evitar mirar a Ricky con susto. El maricón lo estaba disfrutando.

-Y... Ana, las flores estas que te han dado así como de gratis porque eres famosa... ¿Dónde las coloco?

En efecto, me habían traído dos centros de flores, enormes, demasiado enormes, con un lazo que tenía escrito "warmi".

-Yo qué sé Ricky. –Bufé agobiada. –Si es que no sé ni dónde meter más cosas. –Miré a mi alrededor.

-Me muero por ver la cara de Mimi. –Dijo emocionado.

-Más te vale –dije apuntándole con el dedo. –Que no sea alérgica.

-Si es alérgica lo tendrás más fácil. Se quedará en coma y ya puedes comer todo el pescado que te apetezca. –Rió. –Y guardar esto... -Señaló el sushi. –Para otro día.

-Eres un cerdo.

Terminamos de sacar todas las cosas que habíamos comprado y de colocar las flores. Ricky sonreía como si fuera Navidad.

-¿Las rojas las pongo en la cama? –Preguntó moviéndose por la cocina.

-¿Caben acaso en otro sitio?

-Las amarillas están en la bañera. –Indicó.

-Y las azules en la cocina. –Suspiré. –Es la última vez que te hago caso.

Terminamos de colocar todo, dejando la comida guardada, el vino en el frigorífico, la pequeña maleta en la habitación, las cosas de aseo en el baño... A lo tonto, se nos hizo un poco tarde, y cogimos otro Cabify de vuelta. El señor que nos recogió en El Escorial nos indicó que teníamos botellitas de agua y wifi gratis para el trayecto.

Don't you worry about a thing -Warmi-Where stories live. Discover now