Puta presión

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-Mimi...

-Ahora no, Ana. –Pidió y se dio la vuelta, dándome la espalda.

Suspiré, casi al borde las lágrimas. La sentía tan lejana que dolía. No había sido el polvo, era algo más.

Quizás era yo y mi puta rabia. Sabía que había sido desmesurada con Mimi, que me había enfadado su actitud despreocupada cuando yo no estaba bien, claramente. Cuando la necesitaba más que nunca y no sabía cómo hacer para llegar a ella.

¿Qué coño nos pasaba?

--

Me desperté algo sobresaltada unas horas más tarde, un poco aturdida. Estaba boca arriba y tenía la sensación de haberme acostado como borracha, mareada. Abrí un poco más los ojos, con esfuerzo y miré la hora en el despertador de la mesilla. Marcaba algo más de las dos de la mañana y parecía que había estado durmiendo horas. ¿En qué momento me quedé dormida?

Miré a mi izquierda y observé la respiración pausada de Mimi. Se había quitado las bragas que aún llevaba puestas y estaba completamente desnuda. De lado, con una pierna ligeramente adelantada, su trasero se marcaba más de lo normal y sus piernas reposaban entreabiertas en el colchón.

Adelanté la mano y retiré el pelo de su cuello, acariciando levemente su piel. Ella suspiró un poco y sonreí imperceptiblemente al ver su reacción.

Tenía toda la espalda llena de lunares. Agrupaciones de pequeñas manchitas por toda su columna, y algunos más grandes en los costados.

Deslicé las yemas de mis dedos por sus formas, su silueta de perfil, subiendo y bajando al ritmo de su respiración, parecía ondear sus curvas como si fueran olas.


Estaba arrepentida. No tendría que haber tratado así a Mimi, no tendríamos que habernos tratado así. No me gustaba irme a la cama enfadada con ella ni me gustaba esta sensación de angustia que me dominaba el pecho.

Sé que era una despistada, y sé también que yo tenía que contarle las cosas tal y como eran. Ella quizás no le había dado la importancia suficiente a mis ralladas porque ella era así, mucho más despreocupada con esas cosas. Pero estaba segura de que si le contaba lo importante que era para mi realmente, la sensación de ahogo que tenía cuando la gente me acosaba por la calle, ella lo entendería, o al menos haría por entenderme.
Si es que es todo tan fácil y nos empeñamos en complicarlo tanto.

Mi niña bonita. Con las ganas que tenía de verla, de abrazarla, de achucharme en el sofá con ella hasta que combustionáramos de calor por no querer separar nuestros cuerpos. Y le habría gritado, la había tratado como una mierda y habíamos estrenado la cama como no tenía intención de estrenarla.

Suspiré intentando dominar el nudo que tenía en la garganta. Tenía ganas de llorar, pero no quería que ella despertara y me viera así, tampoco sabía muy bien como explicarle el miedo atroz que tenía a perderla o a que se cansara de mi. Y estaba precipitando esa situación casi sin darme cuenta.

Es curioso. Cuanto más temes algo, más lo piensas y más real se hace. Y el miedo que tenía de que Mimi se diera cuenta de que no era lo suficiente para ella, de que quizás nos apresuramos, me podía. No es que no confiara en ella, no confiaba en mi. Era muy insegura conmigo misma y temía que eso le pasara factura a nuestra relación.

Si yo sólo quería volver al principio...


Me acerqué a su espalda y, a pesar del calor, me pegué a su cuerpo. Besé su hombro despacio, justo en su tatuaje, y respiré hondo. Mi brazo abarcó su cintura y la estreché contra mi. Mimi movió sus dedos, que reposaban en su abdomen, y entrelazó apenas nuestras manos.

Don't you worry about a thing -Warmi-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora