Puta cabina

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-Ay mi niña... ¿Lo echas de menos?

-Sí... -Sollocé y la volví a abrazar. –La echo mucho de menos...

Noemí se puso tensa y noté como hacía un silencio antes de hablarme, prácticamente susurrando.

-¿La...?

Separé mi cara de su hombro y la miré con terror. Puto subconsciente. Tierra trágame. Es que ni siquiera podía rectificar, porque había sido tan claro y tan obvio, que no cabía lugar a dudas. Estaba a punto de volver a echarme a llorar. O de vomitar. O de todo a la vez.

Noemí se mordió el labio y cerró los ojos. Se pasó la mano por el pelo y negó con la cabeza, mirándome como una madre mira a su hija cuando sabe que la ha cagado.

-Ay mi niña... -Cogió mi mano. –Qué de cosas entiendo ahora.

-Noe yo... Lo siento, es que...

-La que has liao, pollito.

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La peor noche que pasé en la Academia, posiblemente fue esa. Podría decir que fue cuando se fue Mimi, pero la ostia de anoche había sido tan mortal y por tantos lados que me había derrumbado.

Los chicos también habían pasado una noche complicada. No parábamos de llorar por Roi, porque esto se acababa, porque estábamos cansados y porque los unos a los otros nos contagiábamos.

Estaba de lado en la cama, mirando a nada en concreto. Nada más despertar, había sentido otra vez esa angustia oprimiéndome la garganta y las lágrimas habían vuelto, pero ahora tenía tan hinchados los ojos que no podía ni llorar.

La cama se hundió a mi espalda.

-Ana... -Era Amaia, con su voz tan susurrante. -¿Qué tal estás?

-Bueno. –Dije sin volverme. –He pasado noches mejores.

Amaia se metió sin preguntar dentro de mi cama y se tapó con las mantas.

-Ay ya, jope. Qué horror. –Acarició mi espalda. –No te preocupes, si a Roi seguro que ya se le ha olvidado todo esto.

-¿Amaia cómo me dices eso? –Me volví a mirarla.

-Ay Dios, lo siento, qué horror. Perdón, perdón... –Acarició mi brazo. –Soy lo peor, Ana.

-No te preocupes... -Esbocé un intento de sonrisa.

Amaia me miraba mordiéndose el labio, como dubitativa.

-Ana... ¿Te puedo abrazar?

Yo sonreí contagiada de la ternura que me provocaba cuando se ponía así.

Amaia me abrazó un poco torpe, acariciando mi espalda con la misma delicadeza con la que acaricias a un caballo. Lo que viene siendo ninguna.

-Ay, Ana... Por cierto, si estás preocupada, yo sigo sin haber visto nada eh...

Iba a contestar, cuando la puerta se abrió y Noemí empezó a tirar de las mantas para destaparnos a todos. Agoney casi se cae de la litera de la impresión

-Vamos a ver, ¿Qué cachondeo es éste? Arriba todos, ya.

Cuando llegó a mi cama, nos destapó a Amaia y a mi y nos encontró abrazadas.

-La madre del cordero. –Bufó. –No dejas títere con cabeza, Ana.

-¡Ay Noemí! ¡Qué horror! –Dijo Amaia. –Es que es tan suave esta chica... -Me acarició el brazo. –Yo no sé qué cremas se pone... -Me miró. –¿Qué crema te pones?

Don't you worry about a thing -Warmi-Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu