La puta primera piedra

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Eran más de las 4 de la mañana cuando salí a la calle. Me resguardé en el bajo del portal y saqué el móvil para pedir un Cabify hasta casa.

Comprobé que tenía varios WhatsApps, y entre ellos, uno de Mimi.

"Ana, me vuelvo a Madrid. El sábado estoy allí."

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-No sé para qué has venido, si lo tienes todo clarísimo...

Lidia me miró, con el gesto torcido, como sin entender del todo. Llevaba, literalmente, toda la consulta sin parar de hablar. Le había rogado que por favor me hiciera un hueco esa tarde, antes de las 19, porque lo necesitaba y era cuestión de vida o muerte.

-Necesitaba soltárselo a alguien. –Dije sinceramente.

-Ya, Ana, pero sinceramente creo que lo has gestionado genial.

-No sé... -Estaba dudosa.

-¿Qué no sabes? –Me preguntó. –Mira... Yo creo que lo estás haciendo genial.

Yo torcí un poco la boca, mirándola de soslayo, y ella se reclinó en el sofá, adelantando un poco su cuerpo y mirándome directa.

-Hace unos meses esto habría sido impensable, y mira ahora... Estás dándote tú sola cuenta de las cosas. Ahora puedes salir a la calle, puedes volver a meterte en redes sociales... Con cautela. –Remarcó. –Y puedes pensar por ti misma y darte un tiempo hasta que reflexionas las cosas. –Esperó a que la mirara. –Estás haciéndolo genial, Ana.

Yo asentí, algo tímida, y la miré.

-¿De verdad?

-De verdad. –Sonrió. –No tengas miedo, Ana, de verdad.

-Es que necesito contárselo, de verdad. No quiero que haya secretos, quiero sentir que podemos hablar todo y...

-Lo único, Ana... -Me paró. –Con calma. La vas a ver después de tres meses... Tómate las cosas con calma, ¿sí?

-Sí, sí. –Asentí, más por inercia que porque yo estuviera convencida.

-No seas tan visceral, ¿vale? –Me miró por encima de las gafas. –Espera un poco, con calma...

-Gracias, Lidia. –Le dije sinceramente, e hice ademán de levantarme.

-Espera. –Ella me paró. –No hemos hablado apenas de tu madre...

-No hace falta. –Dije tajante.

-Ana... -Apretó los labios y yo suspiré.

-¿Qué te digo? Vino a verme, aparentemente con buena intención, dijo lo que tenía que decir y me marché, es todo.

Ella me miró en silencio, esperando a que continuara.

-Y no... -Negué con la cabeza. –No quiero saber más, de verdad. Me dijo cosas que...

-No quiero defenderla, porque sabes que ni yo me dedico a eso ni tú necesitas que nadie te diga las cosas, pero Ana, a veces, simplemente no entendemos las cosas. Tu madre quizás no entienda algunas cosas, y para ella sea más sencillo pensar en ti como alguien que estaba equivocada. ¿Ves por dónde quiero ir?

-Creo que sí. –Asentí. –Pero si te refieres a que mi madre piensa que me gustan las mujeres por equivocación me parece que no...

-Tu madre piensa eso porque es más sencillo. –Alzó las cejas, como resaltando lo obvio. -¿No crees que es más fácil asumir algo que no sabemos a plantearnos el por qué? Tú misma lo has hecho muchas veces, Ana.

Don't you worry about a thing -Warmi-Where stories live. Discover now