C A P Í T U L O 62

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¿Compañía?

Sonic.

Yacía sentado en la fría acera, abrigado con el gorro de mi sudadera negra, mis párpados se contraían hasta tocarse, haciéndome cabecear y bostezar constantemente. Tuve que salir aún más temprano de casa debido a el viaje hasta la ciudad de Mina. Llegué con dos horas y media de antelación.

Me mantuve concentrado en la pantalla de mi celular, mirando con desidia las antiguas conversaciones que solía tener con Amy. Graciosas, serias, amorosas, hirientes, tuvimos de todo.

Escuché el sonido de un motor siendo apagado, levanté mi mirada topándome con una figura femenina bajando de una motocicleta, su ropa era un conjunto sencillo y vistoso; su torso vestía una blusa holgada de color rojo, ésta descubría sus hombros y parte de su pecho, sobre ella lucía una bomber jacker negra con delgadas franjas blancas en las mangas; sus pantalones negros ajustados hacían notar sus piernas largas y anchas caderas.

Se quitó el casco, terminando con un movimiento rápido para acomodar su cabellera morada.

—Vengo de otra ciudad y llegué más temprano que tú. —Bromeé levantándome del suelo, despojando el gorro de mi cabeza.

—¡Sonic! —Sonrió ampliamente al verme.

Me abrazó amistosamente, la envolví en mis brazos con timidez, la temporalidad del susodicho fue casi nula. Nos separamos y caminó campante hacia la puerta del lugar.

—Perdona por apenas llegar, creí que estar aquí dos horas y media antes de lo acordado era lo idóneo—Sacó las llaves de su chamarra—, pero tal parece que eres un obsesionado con la puntualidad. —Abrió la puerta.

—El autobús partió muy temprano, no me culpes. —Pasé tras de ella.

Recorrió todo el pasillo encendiendo luces y más luces, me gustaba la decoración del lugar, parecía preparado para mí, el lugar se encontraba pintado con mis colores favoritos y los aromas impregnados en mi nariz eran de lo más relajante.

Las paredes eran adornadas por discos, portadas de álbumes y fotografías de diversas bandas firmadas por la disquera a la que pertenecía Mina. La iluminación proporcionada por los faros cilíndricos de LED hacía que mi sueño desapareciese y en su lugar, escrutara el sitio con la mirada.

—¿Y por qué no mejor viniste corriendo? —Giró la perilla de una de las tantas puertas.

—No me apetecía. —Entró tanteando la pared en busca del interruptor.

—¿Tú sin querer correr? Eso es nuevo. —Rió.— ¿Y qué tal tu auto?

—Estoy algo distraído últimamente, conducir no era mi mejor opción. —Crucé el marco de la puerta.

—¿Puedo saber el porqué? —Se sentó en la silla frente a la mezcladora de sonido.

—Sólo es un poco de estrés. —Evadí.

Y ansiedad... Y depresión... Y falta de autoestima... Y actitud autodestructiva. En fin, estoy viviendo la etapa emo de un adolescente de catorce años.

La vislumbré introduciendo diversos cables en las entradas de la consola, enarqué una ceja.

—¿Esto no es trabajo de tu operador de audio? —Tomé asiento en uno de los sofás dentro de la habitación.

Casados Por AccidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora