C A P Í T U L O 51

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La causa.

Sonic.

Tecleé su número en la pantalla de mi teléfono móvil, me senté en la orilla de la cama y esperé a recibir una contestación del otro lado de la línea.

—¿Pasó algo? —Cuestionó primeramente.

—¿Qué tal vas por allá? —Respondí intentando prepararme para informarle de la situación de mamá.

—He recorrido todo el hospital, hay papeleo para cada cosa. —Quejó.

—Manic... Escucha, eh... —Cesé mi habla.

—¿Ahora qué? —Preguntó ya cansado de la llamada.

—Mamá tenía diabetes. —Corté. Tan sólo el pronunciarlo me provocaba pensamientos sumamente negativos y dolorosos.

—¿Qué? —Entonó anonadado.

—Cuando salí del hospital pasé al vecindario de mamá-. —Me vi interrumpido.

—Lo que le sucede a nuestra madre no es de la incumbencia de ellos.

—Una de sus vecinas era muy amiga suya, merecía saberlo. —Defendí.

El silencio se prolongó en la llamada. A modo de romper ese incómodo momento, decidí proseguir.

—Eran tan cercanas que incluso le confesó algo que ni siquiera nos confío a nosotros. Aleena era diabética, no sé exactamente qué tipo pero habrá que informarle al hospital cuánto antes.

Nuevamente, la ausencia de la voz de mi hermano se dio en la llamada. El silencio reinó por completo.

—¿Manic?

—Sí, yo le notifico al hospital. —Respondió tajante.

—Te veo en un rato. —Me colgó.

Se oía igual de devastado que yo. Amy me abrazó cálidamente, me arropó con una frasada y me besó la mejilla.

—Tienes que descansar. —Comentó tirando levemente de mí cuerpo con el fin de recostarme en el colchón.

—Es difícil hacerlo con todo esto. —Suspiré acostándome a su lado.

—Lo sé. —Se recargó de mi pecho, también estaba afectada, aunque claramente no tanto como yo.— Tus problemas son mis problemas. Pronto todo se solucionará. —Consoló.

—Ruego porque así sea. —Acaricié sus púas.

[...]

Mi alarma me despertó en la madrugada, debía de arreglarme e ir al hospital, mi horario iría desde las tres de la madrugada hasta las diez de la mañana.

Me levanté de la cama con cautela para no despertar a Amy, ayer me apoyó demasiado y me temo que al igual que yo, no durmió precisamente bien.

Alisté mi ropa y me metí a la ducha. Dejé que mis preocupaciones se marcharán junto con las gotas de agua que se deslizaban sobre mi piel y morían en en suelo. Me sequé con la toalla y vestí ropa abrigadora, las madrugadas siempre eran frías y tal parece que tendría que acostumbrarme a salir a la calle a estas horas.

Coloqué mi mano sobre el picaporte de la puerta de madera, escuché el movimiento de los resortes del colchón, di la vuelta.

—¿Te vas ya? —Interrogó con actitud adormilada.

—Sí, Manic ya deberá de estar cansado.

—Te acompaño. —Se ofreció intentando sentarse en la cama.

Casados Por AccidenteWhere stories live. Discover now