C A P Í T U L O 44

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El regalo de mamá.

Sonic.

—¿Ya?

—No.

—¿Lo que suena son llaves? —Preguntó ladeando la cabeza.

—Ajá. —Continúe con mis manos sobre sus ojos.— No abras los ojos.

La tomé de la mano, abrí su palma y en ella deposité las susodichas. Se sorprendió, volví a tapar sus ojos.

—¿Estás lista?

—Hedgehog, me estás asustando. —Reí.

Amy me miró con diversión desde el auto, a su vez, grababa la próxima reacción de mi madre.

—Bien... Abre los ojos. —Quité mi mano de su rostro.

Los faroles de su mirada se iluminaron al ver la casa frente a ella. Sus cejas se alzaron y su boca se abrió enormemente, no respondió. Miró una y otra vez las llaves que posaban en su mano y nuevamente a la casa.

—No... Sonic no... —Mi sonrisa desapareció ¿no le agradó?

Se giró a verme, sus ojos se habían vuelto cristalinos, dos gotas emergieron lentamente de ellos, las limpió con prontitud pero éstas volvieron a aparecer.

Con su rostro envuelto en llanto me abrazó fuertemente, correspondí al instante. Hundió su cara en mi hombro, la apreté y acaricié su espalda. Se apartó de mi cuerpo aún llorando.

—¿Qué esperas? Vela por dentro. —Animé.

Acató con rapidez. Ingresó la llave en la cerradura, la giró y se adentró en su nueva propiedad.

—¿Cómo conseguiste esto? —Cuestionó viendo con detenimiento casa parte de la morada.

Con horas, muchas, muchas horas extra de trabajo, ser paseador de perros los sábados y domingos y por supuesto, teniendo una dosis de estrés diario.

—Un poco de trabajo de más, pero nada que no pueda manejar. —Entré acompañado de Amy.

Recorrió la sala entusiasmada, desplazaba su mano sobre de los muebles sonriendo enternecida.

—No creo que aquí podamos vivir tus hermanos y yo. —Reí.

—Es para ti sola. —Confesé.

Manic y Sonia se habían convertido en individuos muy "sociables", salían con amigos 24/7, no estaba mal pero, por más desagradable que sonase, realmente no le prestaban la suficiente atención.

Debía admitir que por mi parte tampoco hubo mucho interés, no hasta que ella irrumpió en mi casa. Comencé a visitarla más a menudo, percatándome de la situación cotidiana que surgía en mi antiguo hogar.

Pese a lo contradictorio que resultaba adquirir un bien raíz sólo para Aleena, me parecía de las mejores opciones. La ubicación era un punto medio entre la casa de mis hermanos y la mía. Nadie tendría dificultad en visitarla. Además, el vecindario contaba con una buena reputación, calles seguras y limpias, vecinos agradables —O al menos eso me dijo el chico que me vendió la casa— y cercanía a talleres, parques y demás sitios donde podría salir a divertirse.

Casados Por AccidenteWhere stories live. Discover now