Capítulo 40.

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40- Las coordenadas. 

El ascensor continuaba su camino. Se deslizaba hacia arriba ayudado quizás de las cuerdas de hierro que le formaban.

Harry estaba inquieto mientras yo me controlaba para no comenzar a gritar.

Tenía que buscar una solución. Tenía que buscar respuestas a todas esas preguntas. ¿A qué estábamos jugando? Esto no era un juego, esto era la vida real, de la cual yo necesitaba saber hacia donde llevaba el rumbo en mí.

Miré a mí alrededor y observé los botones. Se destacó uno: "Stop"

Me acerqué y le pulsé, sin escrúpulos.

Dimos un pequeño bote y el aparato se estancó.

La mirada de Harry se dirigía hacia todos los lados.

—¿Qué ha pasado? -  Preguntó, asustado.

—He sido yo.

—Pero, ¿Por qué diablos haces esto?

—¡Estoy harta! ¿Acaso no veníamos aquí para comportarnos como una pareja normal? ¿Quién era ese hombre? ¿Qué hacemos huyendo? ¿Quizás es que no me contaste todo lo que debía de saber?

—Oh, Dios mío, Abbie. Ahora mismo no hay tiempo, ¿Entiendes? Nos matarán como nos encuentren.

—¡No, Harry! Me confesaste lo que quisiste. Aún hay cosas que no sé.

—¿Y qué quieres que haga, Abbie? Te conté lo que consideraba y escapaste de mí. Arriesgué mi vida al hacerlo y solo gané el darte miedo. ¿Enserio crees que estás capacitada para saber toda la verdad?

Me quedé en silencio. Miré arrepentida al suelo del ascensor, el cual era gris y su tacto era algo desnivelado.

Harry tenía razón. Yo exigía saber más, pero sin embargo, cuando al fin sabía todo, lo único que ganaba era tener miedo de él.

El chico de nuevo pulsó el botón y el ascensor volvió a funcionar.

En menos de medio minuto nos encontrábamos en una sala cuadrada.

Dos puertas. Una la del ascensor, y otra blanca, con un pomo que ocupaba todo su ancho.

Harry no dudó y fue directo a ella. La abrió y yo salí tras él.

Un aire inexplicable chocó contra nuestro rostro, deslizándonos algo hacia atrás.

Estábamos en la azotea del hotel. Se veía toda Venecia. Todas sus casas bajas, todos sus canales. Todo.

—¡Eh, aquí detrás!

La voz grave de un hombre se escuchó a nuestras espaldas.

Harry se dio rápidamente la vuelta y yo me la di tras él.

Vi a un hombre, de unos cincuenta años. Agitaba su mano y detrás de su cuerpo se encontraba un helicóptero.

Mis sentidos se alteraron. Oh, Dios mío.

Si ya de por sí el pánico de montar en avión parecía haber acabado, ahora montaría en un helicóptero, lo cual era peor.

Harry se acercó rápidamente al hombre. Le ensanchó la mano y él se lo aceptó.

—Tú debes de ser Thomas. – Dijo Harry, usando eso como excusa de presentación.

—Así es. Un gusto.

—Harry.

—Bien, Harry. Espero que tengáis buen viaje. – Dijo Thomas.

—Yo también lo espero. – Contestó Stewart.

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