No te fijaste?

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Pasaron dos semanas antes de que pudiera salir del hospital... dijeron que mi corazón se detuvo por diez segundos. No entendían porqué, era una adolescente sana según el doctor. Yo sabía por qué... lo que no entendía es ¿cómo seguía viva? ¿por qué? y ¿dónde esta Chad?

Esas preguntas no abandonaron mi mente en las dos semanas que estuve entre esas cuatro paredes, acompañada de mis padres. Algo que sí logro desconcentrarme fue el simple echo de que Chad hablara con mi padre... ¿no se supone que solo Vero y yo lo veíamos? ¿Qué sucedió? Necesito respuestas.

Cuando regrese a casa y a mi habitación no lo encontré en su ventana. Ni siquiera lo vi en la noche o en los días que le siguieron simplemente había desaparecido de la nada sin dejar rastro. Tenía miedo, mucho... temía por su bienestar pero era algo fuera de mi alcance. Ya no podía sentir su presencia, lo único que me quedaba de todo lo que había vivido era la fuerza, la valentía, el coraje que antes no poseía. Desde que el llego a mi vida deje de ser tímida, para bien o para mal, me gustaba esta nueva yo.

Después de descansar lo suficiente no pude aguantar un día más encamada en la carcel que se había convertido mi habitación. Con todo y los regaños y reproches de mi madre, me vestí y me fui al universidad temprano en la madrugada. Ahí tampoco lo vi, Justin había desaparecido igual.... no entendía... había estado todo en mi imaginación? En ese mismo instante llegó a mi mente Erika... llevaba semanas sin comunicarme... pobre mujer... cuantos abusos tuvo que soportar incluso después de prometerle que la ayudaría. No espere a que terminara el día y tome mis cosas, me subí al auto y conduje hasta casa. La casa de los Julliard parecía desierta. Aún así me arme de valor para caminar hasta la puerta y tocar. Al principio nadie contestó pero al cabo de unos segundos la puerta se abrió por si sola. O eso creo. Cuando me asome no había nadie del otro lado. Antes de entrar me asegure de no ver a nadie. Fácilmente se pudieron haber estado escondiendo entre las sombras ya que la casa estaba sumida en una completa oscuridad. Intente buscar el receptor pero no encontré nada.

–¿Erika?– llame con miedo.– Erika– repetí más alto...

– Aquí...– se escuchó apenas en un susurro.

Tuve miedo, tanto que mis manos temblaban y mis piernas se negaban a caminar hacia aquel susurro, pero una vez más me puse un par de ovarios y subí a la segunda planta. Creí haber escuchado el susurro venir de arriba.

– Soy Nirvana Doe...– continue– Vengo por usted Erika.

Encendí la luz de mi móvil y fue cuando noté que todo estaba desordenado. Vidrios por todo el suelo, cuadros y demás destrozados. Se escuchó un ruido desde el armario. Me fui acercando de poco en poco sintiendo la madera rechinar debajo de mis pies. Tome una bocanada de aire antes de abrir el armario y encontrarme a una amoratada y abusada Erika sentada en el suelo, acurrucamos a una pasivamente dormida Vero. Las lágrimas no tardaron en llegar y sentí toda la vulnerabilidad del mundo caer sobre mi. Me puse de rodillas ante ella y entre sollozos y besitos en la manos de Vero le pedí perdón. No solo por haber desaparecido, si no por qué debí ayudarla desde el momento en que la conocí. Lo lamentaba tanto. Llore y ella también lo hizo y me abrazo a su cuerpo con fuerza.

– Salgamos de aquí – me levante y la ayude a hacer lo mismo– Perdona que pregunte pero dónde está el?

– No ... no lo sé...– tembló al hablar.

Asentí. Tendría tiempo para las preguntas, le extendí los brazos para tomar a Vero en ellos. Me la paso y la pequeña con lágrimas ya secas pegadas a sus mejillas se acurruco en mi pecho. Me dispuse a caminar pero no escuché a la señora Julliard moverse. Voltee y ella seguía tirada en el suelo. Mirando a la nada y tiritando como si tuviese frío.

– Venga, no tenga miedo. Ya no tendrá que sufrir más...

Lágrimas bajaron como cascadas por sus mejillas, me miro y yo sin poder leer sus ojos.

– Nirvana, ya es tarde para mi...– susurro e intento cerrar la puerta del closet pero la detuve.

– No lo es... ¡levántese! Piense en Vero ella no merece vivir así...

– ¿No te fijaste?– dejo de llorar abruptamente.

–¿En qué? – pregunte confusa y temerosa

– Mira sobre la cama, Nirvana.

Me giré y apunté con la luz hacia la cama. Los vellos se me erizaron y casi suelto a Vero. Sobre la cama toda amoratada y bañada en un charco de sangre entre sus sábanas estaba Erika. Su cuerpo... sin vida.. ya pálido. Con la cara azul como si se hubiese asfixiado. O la hubiesen estrangulado.

No me quedaba duda de quien pudo haber sido el asesino de Erika y quizás... el de Chad.

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