24.

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Al llegar a casa mis padres estaban en la sala viendo una película de comedia. Quise solo regresar a mi habitación y tomar una siesta pues estaba agotada con toda la nueva información de Justin y su confesión "yo le gustaba". Sacudí mi cabeza mientras intentaba caminar lo más callada posible

— ¡Nirvana!— me llamo mamá desde el sofá.

Camine hasta ella y les sonreí a mis padres que me miraban contentos de verme.

— Hola— bese ambas de sus mejillas y mi papá me apretó contra su cuerpo en un abrazo—¿Cómo estuvo?

— Perfecto. ¿cómo estuviste tu?— pregunto mamá

— Bien, los Julliard me alimentaron y está mañana tuve poco trabajo en la Universidad — mentí en lo ultimo pues no había entrado a una sola clase.

— Sí, quiero que vayas agradecerles y de vez le lleves esas mantas que están sobre la mesa a la señora Julliard, son vintage y muy costosas— me sonrió mamá entusiasmada por el regalo.

Estaba por protestar cuando mamá me dio una mirada de "solo ve, Nirvana" entonces tuve que darme la vuelta e ir maldiciendo por lo bajo hasta la casa de los Julliard y con las feas mantas en mis manos. Toque el timbre una vez y nadie contesto, toque una segunda entonces la pequeña Vero apareció frente a mi.

— Hola, Niv— me abrazó la cintura y yo revolví sus cabellos.

— ¿Esta tu mamá?— pregunte, las mantas comenzaban a picarme.

— Esta enferma— contesto pero no sonó nada convincente ¿acaso me intentaba evitar?

— Oh, entonces dale esto por...

— ¿Vero donde estas?— apareció la señora Julliard tras la pequeña.

No pude evitar el espanto, lleve mis manos a mi boca dejando las sabanas caer al suelo "mi madre seguro me golpearía de haberme visto" Erika tenia unas grandes ojeras bajo sus ojos, la cara toda hinchada, el labio estaba abierto en la comisura y sus ojos hinchados y uno de ellos con un moretón.  La mujer se dio la vuelta dándome la espalda. 

— ¿Qué haces aquí Nirvana?— pregunto con voz temblorosa

—¿Esta usted bien señora Julliard?— ignore por completo su comentario, las mantas o el hecho de que no fuera mi casa y entre parándome junto a ella.

— Oh, tuve un accidente, soy muy torpe— intento reír pero la sonrisa no le llego a los ojos.

Todo era cierto, los maltratos del señor Julliard, era verdad. Entonces ...oh Dios... No puedo imaginar por lo que ha pasado Chad. No lo pensé dos veces y la abracé. Era una mujer delgada y pequeña así que no me costo rodearla con mis brazos y abrazarla a mi cuerpo. Ella estaba tensa en un principio pero se relajo en mis brazos y las lagrimas y sollozos no tardaron.

— Prométeme que no dirás nada — me hablo al oído entonces separe nuestro abrazo— Promételo Nirvana, por favor.— hablo con desesperación.

— Pero esto no es justo, usted no se merece esto— me temblaba la voz

— Lo merezco— bajo la cabeza y se alejo de mi.

— No, nadie merece estos tratos

— Debes irte antes de que Nick vuelva— abrió los ojos como plato recargando en la hora— No debe saber que me viste así.

— Quiero ayudarla— dije mientras ella me empujaba fuera de su casa.

— Estoy bien, mi hijo me protege — esas palabras me hicieron detenerme.

— ¿Chad?— se me escapo y ella abrió los ojos de en par. Jamas me había mencionado su nombre.

—¿Co-cómo sabes...

— Vuélvame a buscar cuando su marido no este

El es Virgen Where stories live. Discover now