Cap. 7.6 - Dagón

623 25 3
                                    

Dagón



El rostro de Nimrood y Némesis se desvanecieron de pronto y dejaron en su lugar un enorme océano de oscuridad y silencio que rápidamente se vio interrumpido por los sonidos de los pájaros y por algo que al parecer eran los ronquidos de un hombre durmiendo a muy poca distancia. Lance abrió sus ojos y no supo en donde se encontraba ya que lo había olvidado por completo y se había olvidado incluso hasta de quien era.

Soy Lance — se dijo mentalmente —. Y mis padres son Nadejha y Azhar.

Pero no podía sentirse completamente seguro de ello, puesto que los sentimientos con los que despertó no eran suyos, eran ajenos y así se sentían sus puños apretados y temblorosos por la ira y el deseo de matar.

Lo único bueno de su violento despertar, fue que esta vez sus piernas reaccionaron veloces y se puso en pie de un brinco al tiempo que miraba a su alrededor con ojos desorbitados. Ahí había algunos catres, la mayoría ocupados por peregrinos sin fortuna y hasta entonces pudo recordar que se encontraba en un asilo de Constantinopla.

Caminó para salir del dormitorio y atravesó el pasillo de arcos hasta llegar de nuevo al claustro trasero, donde sucedió el enfrentamiento con su maestro hacía apenas unas horas. Ahí se sentó junto al limonero para tratar de armar el rompecabezas que se le mostraba en sueños. Nimrood y su aprendiz siguieron revoloteando en su mente como cuervos tratando de picar sus ojos.

El mapa de sus sueños ahora comenzaba a tomar forma. Los Assasiyin y sus poderes sobrenaturales, las intenciones de Nimrood y su odio contra la cristiandad, todo parecía ir encajando y sin embargo, al no tener ninguna referencia visual del profeta no podía estar seguro de la veracidad de sus visiones y ni siquiera podía estar seguro de la existencia de la pequeña aprendiz.

Todo eso le provocaba a Lance una extraña sensación en la que se sentía como un viajero intemporal que podía despertar un día en las montañas de Gales, otro día en un hospicio de Reims varios años atrás y una vez más, en un futuro de una devastada Constantinopla. De hecho, comenzaba a ser para él difícil distinguir los sueños de la realidad y tal sensación le asustaba en sobremanera.

Por fin se recompuso y recodó que su maestro había salido a buscar respuestas a la ciudadela de Constantino. Entonces se decidió a ir tras él y aunque le hubiera gustado dedicar más tiempo a guardar en sus memorias los detalles de los rostros de la joven y de Nimrood, estaba también seguro que de nada serviría por ahora. Lo mejor era buscar ser de utilidad y proteger a su maestro de cualquier peligro que lo estuviera asechando. Antes de salir del asilo, regresó al sitio en el que había ocultado su espada, la ató a su cinturón y luego salió para llegar a la "La Mesé, la calle mayor. Estaba dispuesto a encontrar a su maestro y aunque no tenía idea de dónde buscar, su sexto sentido le indicaba que debía acercarse al palacio del emperador, situado en lo más profundo de la ciudad y junto al mar Bósforo. Pronto llegó el joven a la segunda muralla, la cual tenía labradas unas letras en griego que de repente, e inexplicablemente, se hicieron legibles a sus ojos. "Muralla de Constantino". Decía y ello significaba que era la muralla más antigua de la ciudad y la que resguardaba a la ciudadela construida por el antiguo emperador y que para su buena suerte estaba abierta.

Al cruzar el hermoso y enorme pontón de entrada, Lance pudo contemplar de frente a la plaza de "Augusteón" flanqueada por una monumental construcción de la cual salían decenas de feligreses caminando en todas direcciones y quizás ya alistándose para volver a sus hogares para dormir, tal como estaba a punto de hacerlo el sol.

El cielo desde la plaza se miraba en todo su esplendor y las nubes también se estaban retirando de modo que permitían ver un espectáculo hermoso y brillante de un cielo azul turquesa, el cual entintaba a su vez las rocas de los edificios en azul de lado oriente y naranja en el occidente. Pero lo sobresaliente en aquella panorámica, era sin duda alguna la gigantesca y majestuosa construcción que descansaba plena de vida a la izquierda de la plaza. Con enormes cúpulas de una altura incalculable y enormes muros en un emplazamiento quizás de un acre de superficie, era una "maravilla" de esas que pocas veces el ser humano ha sido capaz de concebir.

El Imperio SagradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora