Cap. 2.3 - Asassiyin

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Assasiyin



Ambos bajaron de la muralla a paso veloz y se dirigieron hacia la puerta sur. Eran quizás las nueve de la noche y seguramente encontrarían a la mayoría de los hombres ya acostados en sus lechos y descansando, pero aquella era una real emergencia que requería despertar a todos así que no dudaron en golpear las puertas de las casas y enseguida se armó un alboroto de quejas y gritos interrogantes. Ahí mismo los encontró un hombre de cabellos oscuros y facciones afiladas quien les habló a regañadientes con su potente voz.

— ¿Qué te pasa muchacho? ¿Por disturbas el sueño de los soldados con este escándalo?

Azhar lo miró a los ojos con gran dramatismo y enseguida aquel hombre comprendió que la hora final había llegado. Los ojos del árabe lo decían todo. Casi se pudo escuchar el corazón de aquel hombre latir fuerte y de forma arrítmica dentro de su pecho.

— Señor, ha llegado la hora — respondió Azhar y aquel hombre asintió apretando sus puños y cargándose con ira y valor.

— ¿Cuánto tiempo tenemos?

— La niebla se está acercando rápido, llegará en unas dos horas, tres a lo mucho.

El hombre dio un paso al frente y se colocó frente a Mislav para mirarlo con una interrogante en el rostro. Lo analizó y no se esperó a ser presentado. Extendiendo su mano dijo así:

— Soy el general Savo y sé quién es usted, nos conocimos hace diez años en Ulpia pero yo era un simple soldado entonces y dudo que usted me recuerde.

— Mi memoria solía ser buena, pero con los años se ha vuelto perezosa, quizás por tantas cosas que tengo para recordar. Sin embargo, los rostros conocidos siempre me resultan familiares.

Mislav extendió su mano también y los hombres se saludaron cruzando brazos, costumbre que había heredado de los romanos.

— Mislav ¿Viene a ayudarnos en la batalla? — preguntó Savo y el blanco le respondió casi al instante.

— Vengo a ayudar con la evacuación de la gente. En cuanto comience el ataque abriremos la puerta norte y sacaremos a las familias para llevarlas a Panonia, tengo un pequeño ejército esperando en el pico de piedra.

Mislav miró a su alrededor y pudo ver que ya estaban rodeados por un grupo grande de soldados que habían salido de las casas. Él sabía que no les debía explicación alguna pero no pudo evitar hacerlo.

— En verdad me hubiera gustado llegar antes para honrar la antigua alianza que en el pasado nos unió, pero no pude, el príncipe Rotislav prohibió toda ayuda a los dacios y amenazó con pena de muerte no solo para los traidores, sino también para sus familias y sus vasallos. Ahora es tarde y todo lo que puedo hacer es ayudarlos a evacuar la ciudad.

— Para ello necesita que le demos tiempo — intervino Azhar y Savo pareció entender la situación.

— Necesito todo el tiempo que sea posible no solo para sacarlos, sino para huir con ventaja hacia los Cárpatos.

Savo y Azhar se miraron pensativos y al final fue el general quien respondió negando un poco con la cabeza.

— El ataque de los Assasiyin siempre es impredecible, nosotros solo podemos esperar para defendernos. Si intentan trepar por la muralla, tenemos posibilidades de frenarlos y hacerlos perder muchos efectivos antes de que logren entrar. Pero si con alguna artimaña logran abrir una brecha en la muralla dependerá de que tan grande sea esta. Si es angosta, podemos frenarlos haciendo un cuello de botella, pero si es una brecha amplia que permita la entrada de la caballería nos masacrarán en poco tiempo.

El Imperio SagradoWhere stories live. Discover now