Cap. 5.3 - El bardo

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El bardo



Los minutos pasaron rápidamente hasta que por fin un sonido lo hizo despertar. Era el crujir de hojas secas siendo aplastadas por los pies de alguien que caminaba acercándose lentamente. El joven abrió sus ojos, se puso velozmente en pie y entonces lo vio caminando entre los arboles acercándose lentamente. Estaba vestido con sus túnicas blancas que resaltaban en la noche y estaba armado con una espada celta en una mano y en la otra un cayado de madera. Era el mismo hombre que había visto antes, de rubio cabello largo y facciones afiladas que le recordaban vagamente a un lobo blanco.

— ¿Eres un ángel? — preguntó Lance y aquel hombre, al volver la vista y comprender que el joven estaba despierto, quedó tan sorprendido como aquel que ha visto a un fantasma. «Un fantasma que ha visto a un fantasma, vaya contradicción» pensó Lance, pero no se asustó ni se mostró agresivo pues en el fondo esperaba ingenuamente que fuera un ángel. Como aquel que vio una vez en Bangor.

— ¿Puedes verme? — preguntó el extraño muy confundido y el joven se sorprendió por tal cuestionamiento.

— ¿Acaso no debería?

El hombre arrugó la frente y negó desaprobando la situación.

— Estás dormido — dijo y apuntó con el dedo al roble, luego agregó —. ¿Por qué no eres un buen muchacho y te comportas como una persona dormida normal?

Lance se tornó hacia el roble y ahí pudo ver su propio cuerpo durmiendo. Aquella visión extra corporal fue brutal y casi lo hace caer el suelo por la angustia. La voz del sacerdote blanco volvió a sonar imperativamente.

— Anda, vuélvete a meter a tu cuerpo y no me des líos.

Lance caminó hasta su cuerpo y lo vio dormido pero respirando agitado, eso lo hizo sentirse aliviado, ya que al menos significaba que no estaba muerto. Ahí estaba también la espada de Marc en el suelo sostenida por su propia mano, pero cuando Lance intentó tomarla, sus dedos traspasaron el metal como si la espada fuera inmaterial. Enseguida comprendió que no era la espada sino él mismo quien carecía de sustancia y entonces la angustia volvió a echar brotes en su mente.

El extraño hombre de la túnica blanca entendió el intento de Lance por tomar el arma y con un movimiento ágil se colocó frente al cuerpo dormido y rozó con su espada la pálida mejilla, dejando una delgada línea roja que provocó dolor y le hizo saber al joven que se encontraba completamente indefenso, dormido pero despierto a la vez.

— ¿Intentas tomar tu arma? ¿No te das cuenta que no tienes tu cuerpo ahora mismo? ¿Te gustaría ver algo insólito? Algo que pocos hombres han visto, su propia muerte. Piénsalo, serías privilegiado.

Lance se dio cuenta que la única manera de defenderse era despertando y pensó en tratar de volver a su cuerpo, tal como el extraño lo había pedido, pero esa idea no le pareció la mejor. Y es que había algo en el aire, algo que lo hizo dormir. Además, aquel ser no parecía querer hacerle daño, si fuera así ya lo habría hecho.

— ¿Qué quieres de nosotros? — atinó a decir el joven y el hombre respondió con una confundida, aunque serena voz.

— Antes quería que se fueran lejos de este bosque sagrado, pero ahora siento curiosidad, ¿quién eres tú, que puedes abandonar tu cuerpo y andar por allí, como si fueras el espíritu de un hombre muerto?

— Mi nombre es Lance y no tengo la respuesta. Es la primera vez que me pasa y no sé cómo lo hice.

— Vaya contrariedad, al menos dime Lance, ¿a qué han venido tú y tu gente? ¿Acaso vienen como los vikingos a tomar todo lo que no les pertenece? No mientas, sabré si lo haces.

El Imperio SagradoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang