Cap. 1.5 - Laura

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Laura



La hermosa y voluntariosa Laura no salió de palacio para despedir al ejército, solo se quedó en su habitación completamente triste por la inesperada campaña. Mislav, luego de acomodar las líneas de sus soldados, acudió a buscarla y la encontró con rostro endurecido y ojos inundados. Ya había enfrentado esa mirada antes y no le gustaba. Era como la mirada de aquel que por llorar tanto se ha quedado completamente vacío. Como un cascaron.

— ¿No despedirás a los soldados? —preguntó Mislav intentando no mostrar aflicción y ella le regresó un frio silencio.

— Dime algo —volvió a intentarlo el hombre —. Sé que rechazas esta campaña, pero tengo que hacerla. ¿Lo entiendes?

La mujer por fin salió de su letargo y sus ojos cobraron vida solo para lanzar una mirada tan penetrante, que a su esposo lo hizo sentir que su corazón se arrugaba y dolía.

— Esta guerra no es tuya. No tienes que ir.

— Amor mío. El duque Svatopluk me acusará con su tío si no lo hago, y créeme que no será agradable.

— Ya te dije, tienes una opción.

Mislav trató de reconstruirse luego del impacto de aquellos ojos fulminantes y finalmente negó con la cabeza. Ella retomó la palabra volviendo a retirar sus ojos de los de su esposo.

— No hay forma de convencerte ¿cierto?

Mislav se perdió por un momento en pensamientos y finamente volvió a negar con la cabeza. Intentó tomar la mano de su esposa, pero ella la retiró.

El hombre caminó entonces hasta una cajonera de la habitación y del fondo sacó una prenda blanca que muy lentamente extendió frente él. Era una especie de sobreveste de muy fina tela. Tenía el símbolo de la cruz cristiana bordado en dorado en su pecho, pero con una anomalía: tenía llamas. El hombre en seguida la dobló con cuidado y la guardó en una bolsa para después volver con su esposa. Ella lo recibió con estas palabras y con inmensa tristeza en la voz.

— ¿Vale la pena volver a vestir esa prenda? ¿Aún queda alguien vivo que sepa lo que significa?

— No visto esta casaca por los vivos, sino por los muertos. Y por mí. Para que no se me olvide quien soy.

— Eres Mislav, mi esposo. No el hombre que hizo de la guerra su religión y se consagró a la muerte.

— Me consagré a mi esposa hace diez años y hasta el día de hoy le pertenezco solo a ella. Y por protegerla a ella voy a volver a usar mi espada y mi traje de guerra. Solo sacaremos a ese evangelizador de Apollum y lo entregaremos al duque Svatopluk. Con eso lograré que me nombre alguacil de Balaton y así no tendré que ir a la guerra contra el sacro imperio.

— Eres un ingenuo —le regañó Laura y añadió —. Y ambos sabemos que esa no es una casaca.

Mislav se quedó frío por aquel hachazo convertido en palabras y asintió dándole razón a su esposa en ambas cosas.

— Tienes razón, no es una casaca.

— Y no tiene sentido discutir. Harás lo que quieres. Como siempre has hecho.

Aquellas palabras en verdad lastimaron a Mislav, ya que solo él sabía todo lo que tuvo que sacrificar y abandonar por seguir a su esposa. Lamentablemente, cuando a Laura le llegaban sus días oscuros, era incapaz de recordarlo, su dolor era demasiado grande como para dejar cabida a los buenos recuerdos.

— Te amo mucho y te necesito —susurró Mislav esta vez sí mostrándose herido —. Como el comer o el respirar, eres el pilar de mi espíritu.

— Anda, que tus soldados te dejarán atrás.

El Imperio SagradoWhere stories live. Discover now