Cap. 4.4 - El encuentro

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El encuentro


Una mano cadavérica se alzó y sus asquerosos dedos con uñas infectadas se cerraron, haciendo que poderosas lenguas de fuego brotaran de las altas antorchas clavadas en el perímetro de la arena y bajaran hasta el suelo para adquirir formas salvajes de animales feroces que inmediatamente cobraron conciencia y se prepararon furiosas para atacar. En el otro extremo de la arena, esperaba un guerrero de muy breve silueta y de negra armadura que ocultaba su rostro detrás de su igualmente oscuro casco de batalla de estilo espartano. Este pequeño guerrero corrió para enfrentar a las bestias, pero en su camino surgieron, de la arena a sus pies, siluetas de guerreros hechos de polvo que se movieron ante sus ojos y alzaron sus espadas mostrando rostros mortificados y plenos de odio y terror.

El guerrero de negra armadura lanzó cortes con su espada hacia los guerreros de arena, pero al darse cuenta que eran inofensivos y solo se habían alzado para distraerla, los atravesó con su cuerpo y los despedazo para llegar a la zona donde le esperaban las bestias de fuego. Atacaron todas al mismo tiempo, eran seis y de formas y tamaños distintos, y no eran simples ilusiones como los guerreros de la arena. Estas bestias estaban hechas de llamas reales y cuando tocaron al guerrero de la negra armadura, lo hirieron y le causaron un dolor indescriptible. Pero la voluntad de aquel ser era grande y soportó el fuego y se arrancó su propio cuerpo de las llamas pasando a través de ellas. Luego corrió hasta donde estaba su verdadero objetivo y en él se concentró.

Era un mago, estaba vestido con túnicas negras y con capucha de pico que bien podría recordar a la muerte misma. Solo sus manos huesudas podían verse de su anatomía y sus ojos que brillaban por debajo de la oscuridad de que le protegía el rostro.

Cuando el guerrero de negra armadura estuvo al frente de aquel siniestro mago, le lanzó un poderoso corte con su espada, tan veloz, que los pocos espectadores que había en las gradas, apenas pudieron verlo. Sin embargo, el mago ya no estaba allí cuando la espada lo atravesó. Se había esfumado como si fuera de humo y ahora su sombra pasaba por debajo de los pies de su enemigo para colocarse velozmente detrás de él. Ahí se materializó de nuevo y su aura gélida fue como un veneno toxico poderoso, aunque no fue efectivo contra el espartano, el cual salto y giró cual tornado a una velocidad sobre humana, y lanzó, con ese movimiento, un corte volado, que logró inquietar al poderoso mago.

La mano cadavérica del encapuchado alzó su cayado y con él, escupió un viento de tifón que lo protegió y lanzó a su enemigo unos varios metros atrás. Luego se convirtió en sombra de nuevo y lo alcanzó mientras éste rodaba por el suelo, de modo que lo tomó desprotegido y con la punta de su bastón le hizo una horrible herida en un costado que le rompió la armadura e hizo brotar su sangre a borbotones, como si el simple toque de ese bastón hubiera sido como una poderosa navaja que cortó la carne y armadura cual si fuera papel.

Entonces un grito lo hizo detenerse.

¡Suficiente! — gritó aquella poderosa voz y el mago se detuvo antes de darle muerte a su oponente.

Quien gritó era un misterioso joven de cabellos negros alborotados y ojos tristes, que miraba el combate desde las sombras, en un diminuto palco al costado de la arena. Ese joven saltó enseguida de su asiento y caminó hasta el guerrero derrotado. Se puso en cuclillas a su lado y tocó su herida con su blanca y pulcra mano.

El guerrero espartano entonces se retiró el casco y dejó ver el rostro de una joven, de apenas catorce años de edad, que lloraba por el dolor, por la rabia y también por el miedo.

— Usa los poderes de Némesis — le dijo el joven y la chica le escupió sangre en la mano.

Montes Cámbricos, Gwynedd, País de Gales.

El Imperio SagradoWhere stories live. Discover now