Cap. 3.2 - Nadejha

691 27 0
                                    

Nadejha

Río Tisza - Alta Panonia



El paradero de Mislav fue desconocido durante los próximos días a la batalla. Nadie supo si logró escapar o si murió aquella mañana, la verdad es que ni él mismo lo sabía, era como si se hubiera escapado de la realidad y del tiempo y yaciera en un mundo alterno donde lo único constante era el dolor. Era como una eterna pesadilla plagada de tormentas, y así pasó el tiempo, con la mente perdida en ese inmenso laberinto de horrores hasta que surgió en él la pregunta: ¿Es así el infierno? Entonces su mente se aclaró y otra pregunta más nació: ¿cuánto tiempo he estado aquí?... Pero era imposible responderse por qué le era imposible medir el tiempo en aquel sitio. Podrían ser minutos o quizás años. Entonces se vio en un prolongado dialogo interno que lo llevó a ocupar su mente y sin darse cuenta, el laberinto de sombras se esfumó para dar paso a un océano oscuro y tranquilo, donde el sonido de unos pájaros cantando a lo lejos se hizo cada vez más claro. Fue cuando las fuerzas le regresaron y al fin, abrió los ojos.

Estaba en una cueva oscura y fría, y él sabía que tener frío era señal de estar vivo, pero aún no decidía si esa era una buena noticia o no. Por un lado, le daba alegría el poder ver a su esposa e hijo y por el otro, tenía una silenciosa voz que le decía que su destino debió ser morir en aquel campo de batalla junto a sus hombres. Al final ganó la esperanza y la idea de que su vida había sido salvada por fuerzas superiores, así que se alegró por fin sin culpas y trató de recuperar la movilidad de su cuerpo. Pudo mover sus manos y logró inclinarse para ver un halo de luz del sol que se filtraba allá a lo lejos. También distinguió su espada muy cerca de él y trató de asirla pero le dolía cada músculo del cuerpo, incluidos los ojos.

— ¡Borric! — lanzó un gritó agónico, recordando que el rostro de su vasallo fue el último que vio antes de caer abatido por la flecha, pero nadie acudió y solo los pájaros respondieron con cánticos a su voz.

Con el transcurso de las horas logró ponerse en pie, tomó la espada que descansaba a su lado y a paso lento salió al banco arenoso que estaba frente a la cueva. En ese lugar encontró un rudimentario campamento improvisado en lo profundo de un bosque que le pareció extrañamente familiar. El paisaje lucía similar al de la alta panonia, la del oriente, en donde los moravos no tienen jurisdicción y en donde se pueden encontrar peligros aún mayores, pero era imposible estar seguro por el momento, solo podía saberse cercano a un río ya que lograba escuchar el clásico canturreo de la corriente bajando rumbo al mar.

Luego de intentar reconocer su entorno sin éxito, el sagrado revisó las cosas del campamento y detectó los restos de una fogata y artículos con los que alguien había estado preparando comida. No había señales de que un soldado estuviera acampando y la esperanza de encontrarse con Borric ya se había desvanecido casi por completo. En eso pudo ver a un hermoso caballo isabelo que descansaba atado a uno de los árboles al costado de cueva y hacia él caminó lentamente. El tranquilo animal parecía dormitar parado en su lugar pero enseguida mostró su nerviosismo. Mislav lo calmó con suave voz y rápidamente buscó la estampa de Kullin en el costado del animal, pero en ese momento algo sucedió que le provocó un sobresalto e hizo que todas las alarmas de sus sentidos se activaran en sincronía.

Su vista se encontró con una figura encapuchada que le miraba desde terreno elevado a unos diez metros de distancia. Mislav se olvidó momentáneamente de lo que estaba haciendo y apretó la empuñadura de la espada, pero no la levantó para ponerse en guardia. Solo se quedó ahí observando cómo aquella misteriosa persona, la cual llevaba una pila de madera en sus brazos, se quedaba petrificada frente a él. Lo primero que pensó el eslavo es que aquella persona quizás era la que lo había estado cuidando y no podía considerarla una amenaza ya que incluso había dejado la espada cerca de su lecho. Sin embargo, Mislav no acostumbraba a dejarse manipular ni a mostrarse débil ante extraños así que finalmente alzó su arma solo para señalar mientras hablaba de esta manera.

El Imperio SagradoWhere stories live. Discover now