Cap. 7.4 - La capital de oriente

478 25 5
                                    

La capital de oriente

Constantinopla, Imperio Bizantino (Hoy Turquía)



Mislav y Lance cabalgaban con rumbo de Constantinopla y ya habían dejado atrás la frontera con Moesia hacía muchas horas. Los caballos les habían dado un gran beneficio de velocidad de marcha y ahora se sabían en posibilidad de cubrir en un día la distancia que les separaba de la capital del oriente. Todo parecía estar mejorando en su camino, sin embargo, para Mislav el futuro que tendrían al llegar a la ciudad aún era incierto ya que, aunque Bizancio era un imperio cristiano y actualmente en paz con el Sacro Imperio, no podía descartar la posibilidad de encontrarse con asaltantes, o peor aún, con soldados ambiciosos y déspotas. Al parecer Mislav tenía más miedo a los soldados que a los asaltantes puesto que se retiró por fin su túnica mugrosa y también la camisa de lino, de modo que dejó ver su uniforme blanco de guerra con el emblema dorado estampado en el pecho. Estaba muy sucio y amarillento pero aun así, aquella acción le hizo pasar de mendigo a caballero en un instante. Su apariencia ahora era la de un hombre respetable, muy sucio, es cierto, pero tal suciedad era fácilmente atribuible a un viaje largo y accidentado. Lance comprendió enseguida que la cruz cristiana bordada en su pecho les daría una buena imagen en aquel Imperio y comparó en su mente a su maestro con un camaleón que sabía convertirse en mendigo o noble solo con una buena actuación y una mirada.

En eso pensaba el joven cuando de pronto, un convoy de soldados bizantinos apareció por el sendero y rápidamente se cruzó con ellos y les cerró el paso. Afortunadamente no se mostraron hostiles ni desenvainaron sus armas, solo cruzaron palabras con Mislav y él les explicó que partieron de München y que se encontraron con un ejército hostil en Moesia. Finalmente, los soldados pasaron de largo y lo dejaron transitar libremente. Lance sintió que su alma regresaba al cuerpo y una vez que los soldados se alejaron preguntó de este modo:

— Maestro. ¿Qué idioma hablan esos soldados?

Mislav echó una mirada de seriedad al joven y luego explicó.

— Es griego. En Bizancio la gente habla en griego. ¿Tú has entendido algo de lo que hablamos? Sé que puedes entender lenguas que no aprendiste. Lo hiciste con Alfredo, ¿no es así? Y con el Latin en las misas de Bangor.

Lance negó.

—Supongo que tarda un poco, no entendí lo que ahora hablaron y al rey Alfredo apenas logré entenderle algunas palabras.

Donum habes. Linguas cito discis, modo audiendo.

— ¿unde scis?

— ¿Lo ves? Te estoy hablando en latín y tú apenas lo notas. Yo jamás te enseñe latín, lo aprendiste de escucharlo en las misas. Nadie aprende de ese modo, una misa no es suficiente para dominar un idioma como tu lo haces, ni quiera con quinientas misas.

— Es verdad, ni siquiera me di cuenta que usaba otro idioma, solo... entendí lo que decía.

Lance se quedó pensativo y en su rostro se dibujó la confusión y congoja. Mislav casi sonríe al darse cuenta que su pupilo ni siquiera tenía una idea clara de sus dones.

— Lance. Las personas tardan años en aprender bien un idioma nuevo. No suelen escuchar los pensamientos de otro al tocarlos, no ven la luz de las almas. No tienen visiones premonitorias y no sanan con su toque. Tú eres especial, te lo he dicho siempre.

El joven en su mente agregó un par de dones más de los cuales Mislav no tenía idea y se turbó en sobremanera, quizás preguntándose si era bueno.

— No temas Lance — finalizó Mislav —. Pronto entenderemos quién eres y por qué puedes hacer las cosas que haces. Por mientras solo debes saber que no hay nada malo en ti. ¿Lo entiendes?

El Imperio SagradoWhere stories live. Discover now