Cap. 5.2 - Marc

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Marc



Abandonaron la playa justo con la puesta del sol y buscaron refugio en una colina a las faldas de las tierras altas, donde había una construcción de rocas, quizás último vestigio de un desaparecido y olvidado fuerte. Hasta ese momento, el paisaje había resultado extremadamente similar al de gales. Sin embargo, en aquella colina todo cambiaba y los arbustos rojos y amarillos poblaban los arroyos de estación entre las colinas, de modo que hacían lucir al paisaje como mágico y ancestral. Era como si cada roca o árbol en aquel país tuviera un tozo de la historia del mundo antiguo, donde los druidas practicaron sus artes mágicas. Historia que, por cierto, compartía con Gales, pero a diferencia de Irlanda, en Gales la iglesia católica se había esforzado por arrancarla de raíz.

Una vez instalados en la colina, Nadejha y Lance, como si fuera una rutina preestablecida y perfectamente practicada, salieron a recorrer los alrededores buscando cosas que pudieran servir para el campamento. Ella trajo ramas secas y follaje y Lance trajo leños gruesos que enseguida colocó en forma de pirámide. La mujer sacó de su bolsa de viaje un trozo de tela carbonizada y se descolgó del cuello una piedra negra con un trozo de metal atado a ella. Con la tela sostuvo la piedra y luego la golpeó con metal, de modo que salieron brazas que se quedaron pegadas en la tela. Enseguida estas se convirtieron en llamas y con ellas Nadejha encendió la fogata iniciando con el follaje seco que había traído. La fogata estuvo encendida en muy poco tiempo y los nobles no pudieron evitar mostrar su asombro ante tal eficacia del equipo.

— Nosotros logramos prender fuego en la montaña, pero fue muy difícil — dijo Marc sonriendo y Nadejha le respondió mientras se volvía a colgar la piedra y el metal en el cuello.

— Trabajé en la cocina de un hostal y aprendí a encender fuegos desde los ocho. Necesitas la roca y madera adecuada, si no, jamás lo lograrás.

Marc le sonrió y la miró por unos segundos antes de responder. El movimiento de Nadejha al meterse su amuleto debajo de la ropa le había atrapado sin poder evitarlo.

— Lo sé, yo también solía ser bueno haciendo fuegos, aunque tengo mucho tiempo sin practicar. Lamentablemente, cuando escapamos de la emboscada en Gales fue poco lo que pudimos cargar.

En poco tiempo todos se echaron a dormir y no tardaron en conciliar el sueño, siendo los dos hombres mayores los que hicieron la primera guardia. Mislav y Marc se quedaron despiertos junto al fuego, quizás porque tenían ganas de conversar más tranquilamente desde hacía tiempo, pero no habían encontrado un momento adecuado para hacerlo. Entonces fue Marc quien inició la plática y a Mislav no pareció molestarle.

— Me gusta Irlanda. Creo que fue buena idea venir aquí.

— Lo sabremos al llegar a Glendalough, si encontramos refugio en estas tierras, entonces habrá sido una buena idea.

Habían iniciado con una plática bastante superficial, pero Mislav intuía que el joven Marc tenía mucho por decir y no era nada relacionado con su emoción por viajar a Irlanda.

— Y bien — le dijo el eslavo y enseguida captó la atención de Marc. Entonces lanzó su pregunta sabiendo que quizás el caballero no la entendería a la primera —. ¿Eres muy inteligente o muy loco?

Marc no supo que pensar y sonrió mientras se rascaba la cabeza, entonces contestó como mejor se le ocurrió.

— El hecho de que me lo pregunte me hace pensar que usted piensa que soy inteligente y no loco, pero quizás no sea ninguna de las dos, quizás lo único que tengo es mucha fe.

— ¿Así que decidiste, en un instante, pedirle a un desconocido que te ayudara a traer a dos príncipes a Irlanda... porque tienes Fe?

Marc por fin comprendió a que se refería Mislav y sonrió aún más amplio, entonces miró las llamas y retomó la palabra:

El Imperio SagradoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz