Capítulo 9.

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Dina.

Cuando Richie y yo acabamos una partida al Dig Dug, empezamos a jugar al Mario Bros, la verdad, con él me divertía más que con Daniel.

—¡Salta, maldita sea! ¡Dale al puto champiñón!.—exclamó Richie.
—¿Qué crees que intento, estúpido?.—dije controlando a Mario.
—¡Rápido!.
—¡Cállate!.
—¡Vas a morir, Mario va a morir!.
—¡Como no te calles el primero en morir serás tú!.
—Que agresiva.

Logré llegar a la meta.

—¡Bam! ¡Lo hice!.—exclamé.
—Gracias a mi.—se señaló.
—Que te jodan, Tozier.—rodee los ojos.
—¡Vamos al Pac-man!.—exclamó, llevándome a la máquina.
—Soy la mejor en este juego, creéme.—dije echando una moneda.
—Oh, dios. ¿Hueles eso?.—olió.—Ah, sí, es el ego de Dina Rogers.
—Mi ego es tan existente como tu virginidad.—respondí empezando a jugar.

Me dió la vuelta para quedar enfrente de el.

—¿Quieres probar lo existente que es mi virginidad?.—me preguntó desafiante.
—Por mi encantada.—le respondí de igual manera.

Apoyó sus manos en la máquina, quedándome “encerrada”.

Se acercó más a mi.

Nos íbamos a besar, cuando la máquina del pac-man nos hizo sobresaltar por anunciar el game over.

—Genial, mal gasté una moneda para nada.—dije.
—Eso es por dudar de mi virginidad.—dijo.
—Pues me quedé sin monedas, ¿qué hacemos?.—pregunté mirándole.
—¿Mal pienso o no?.
—¿Tú qué crees?.
—En ese caso, te tengo que enseñar algo.—me cogió de la mano y salimos del arcade.
—Espero que no sea un cuarto rojo del dolor ni tu pene, Richard.—nos sentamos en su bici.
—¿Por quién me tomas?.—preguntó pedaleando.—Mi cuarto rojo no es del dolor, es del placer.
—Es lo mismo, idiota.
—¿Quieres que algún día te lo enseñe?.
—Claro, ¿qué te parece el 30 de febrero?.
—Perfecto.—respondió.—Espera, ¿febrero no era el mes bisiesto?.

Reí.

Frenó.

Vi que paramos en una pista de patinaje pobre.

—¿Aquí?.—pregunté y se bajó.—¿Cuándo han puesto esto?.
—Hace dos meses.

Me bajé y aparcó.

—Y que yo siempre quise aprender a patinar.—dije.
—Pues es bastante difícil, hace dos semanas Bill se cayó, y nos tiró a Ben, Stan, Eddie y a mi. Mientras, Mike se reía de nosotros pero cayó de culo.
—Vaya idiotas.—me lo imaginé y empecé a reír.
—Y bueno...—entramos al sitio.—Solo hay que pagar los patines según el tiempo que estemos.
—¿Cuánto quieres estar?.—pregunté.—Yo no tengo dinero.
—Y por eso te voy a invitar.—sacó de su bolsillo diez dólares.
—No...
—Oh, sí.

Se acercó al mostrador, y con ese dinero le dieron diez minutos y cuatro patines.

—Te dije que no.

Se sentó en un banco.

—Calla y póntelos.—me entregó dos patines.

Me los puse, y cuando el se puso de pie, intenté levantarme.

Vio que me tropezaba, así que me cogió las manos y me levantó con cuidado.

Me cogí a la barra de la entrada de la pista.

—Ven, no seas miedica.—me dijo riendo.
—No soy miedica, solo me acostumbro a las ruedas.—me solté.

Intenté empezar a patinar, con dificultad, hasta que logré avanzar.

DISCOLORED ━━ richie tozier ✓Where stories live. Discover now