Capítulo 8.

4K 370 340
                                    

Dina.

Ya salimos de la cárcel, y fuimos a nuestras casas porque ya se hizo de noche.

Cené, me puse el pijama y me acosté en mi cama pensando en qué hacer con mi vida.

Hasta que oí un sonido en mi ventana, me levanté y la miré.

—¿Richie?.

La abrí.

—Hey.
—¿Qué haces aquí?.
—Pues me encontré una ardilla y la perseguí hasta aquí. ¿Tú que crees?.

Dejé que pasara.

—Soy un ninja.—dijo cuando entró, pero al incorporarse se cayó.
Reí.—Luego a mi me dices torpe.
—Es que lo eres.—se levantó.
—Pff, claro que n...—me tropecé y casi me caigo.
—Ajá.
—Casi muero.

Rió, y nos sentamos en mi cama.

Vi que tenía la mejilla roja.

—Oye, ¿por qué tienes la mejilla roja?.—le dije tocando su mejilla con mi dedo.
—A-ah, no es nada.—apartó mi dedo temblando.

Miró al suelo.

—Al menos di que no quieres hablar del tema, pero no mientas.

Me miró, y de repente sus ojos se aguaron.

Los cristales de sus gafas empezaron a empañarse.

Eso me destroza.

Respiró hondo.

—Mis padres hace años intentaron entenderme, pero nunca lo consiguieron.—habló y miró al suelo. —Ellos siempre quisieron una niña, nunca me quisieron a mi. Mi padre siempre está trabajando y mi madre es alcohólica, y cuando discuten, últimamente siempre, mi padre pega a mi madre y... Mi madre me acaba pegando a mi.

Me miró, con ojos llorosos.

—Joder, nunca me han querido y ahora se pasan de gilipollas.—dijo.

No sabía que decir, así que simplemente le abracé.

Ocultó su cara en mi cuello.

—Por cierto, bonito pijama.—comentó.

Acaricié su espalda.

—Yo soy feliz de que seas así. Y ¿sabes? Yo te entiendo.—dije.

Nos separamos.

—Y t-te...—intenté decir.
—¿Te...?.—susurró.
—Ya sabes, te... ¿Quero?.
—Quiero.
—Eso.—dije.—Soy idiota, ni siquiera sé decir eso.

Tendré que practicar en el espejo.

—Somos idiotas.—dijo.
—Juntos. Idiotas pero juntos.—dije tocándole el pelo.
—¿Puedo quedarme aquí a dormir? Mañana es sábado.
—Claro.

Cerré la puerta con llave y abrí las sábanas.

—¿Contigo?.
—Si no quieres dormir en el suelo, sí.

Meneó las cejas.

—Y como no quites esa cara te tiro por la ventana.—dije sonriendo.

Rió.

Nos tumbamos, uno al lado del otro.

—Rich.
—¿Sí?.
—Me importas, y mucho.

Lo miré y me sonrió.

—Tu a mi también, gracias por todo.
—No agradezcas.
—Y prometo no mal pensar en esta situación.
—Ya lo haces.
—Sí...
—Buenas noches.—sonreí.

Me giré al otro lado, dejé mis gafas en la mesilla y cerré los ojos.

—Duerme bien.—oí.

Abrí mis ojos, encontrándome con Richie durmiendo sin gafas enfrente mía.

Estaba muy tranquilo, y muy tierno.

No sé por que a las buenas personas le pasan cosas malas.

Abrió los ojos y me pilló mirándole.

—Buenos días.—sonreí.
—Buenos días.—sonrió.

Simplemente nos observábamos con una sonrisa.

Mi corazón iba a mil por hora.

—Aunque te vea más borroso que nunca, te digo que eres linda, muy linda.—habló.
—Lo sé.—reí tocándole el pelo.—Yo si te veo bien, y eres muy lindo.
—Lo sé.—rió.

Me gustas.

—Y estaré contigo en todo.—dije.

Richie.

Después de estar mirándonos y sonriendo, nos levantamos, yo para irme a mi casa y ella para prepararse.

—No te me mates al bajar.—me dijo cuando iba ha saltar por la ventana.

Fui hacía ella y le besé la mejilla, obteniendo un sonrojo de su parte.

Salí por la ventana.

Cuando desayuné en mi casa, cogí mi bicicleta y fui a casa de Dina.

Ella estaba sentada en la acera, y a su lado estaba Daniel.

¿Por qué no se muere ya?.

Me acerqué a ellos.

—Hey, ¿qué tal?.—capté la atención.
—Bien.—sonrió Daniel.

A ti no te pregunté, soplapollas.

—Has venido muy rápido.—se levantó Dina.—Adiós, Dani.
—Adiós, Didi.

¿Didi? Oh, no, así solo la llamamos los perdedores.

El pringado se alejó.

—¿Llegaste bien a casa?.—me preguntó.
—¿Qué hablabas con Heffley?.—pregunté, sin pensar.
—Nada, supongo. ¿Celoso?.

Yo solo digo que te sonríe mucho.

—¿Por qué lo estaría? Soy 100 veces mejor que él, y menos virgen.
Rodó los ojos.—¿Y adónde vamos?.
—Contigo iría a dar la vuelta al mundo, pero eso es muy caro.—dije.—Ven, sube.—palmeé el asiento trasero de mi bici.
—No hace falta que des golpecitos al sitio donde me voy a sentar, no soy un perro.—dijo sentándose.
—Ay, perdón, gruñona.—me giré a ella y me sonrió. 

No sonrías, acabarás gustándome más.

Se aferró a mi y me puse muy nervioso, mientras el corazón me bailaba.

Pedaleé mientras ella no se separaba de mi, hasta que llegamos al Arcade.

—¿Aquí?.—preguntó bajándose.
—Sí, es mi lugarcito.

Entramos.

—Esto está mejor que antes.—sonrió mirando a todas partes.
—Lo arreglaron un poco.
—Es magnífico.
—Eso es lo que me dijo la madre de Eddie aquella noche.
—¿Qué tienes con su madre?.—rió.
—¿Sexo?.

Rodó los ojos y se acercó al Dig Dug.

Eché una moneda y empezamos a jugar.

































Eché una moneda y empezamos a jugar

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
DISCOLORED ━━ richie tozier ✓Where stories live. Discover now