17| Depresión

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 [♥]

Mansión Smirnov, dos años atrás

—¡No lo permitas Max! —Lo tomo de su ancho hombro mientras le ruego que no deje ir a Drake a una escuela de intercambio durante un año. Sus ojos azules me inspeccionan y niega con una sonrisa triste.

—Querida, ha sido una decisión que depende únicamente de él, ya está todo listo. —Sus manos con pequeñas arrugas me sujetan el hombro para darme calma. No puedo calmarme mientras veo desde la ventana del segundo piso, como sus maletas son guardadas en el auto.

La lluvia de invierno cae con dureza sobre la mansión. La humedad de la tierra sale a flote como también mis lágrimas. Aprieto mis dedos y niego con la cabeza. Liz sale junto con Drake a la entrada de la mansión, le tiende una sombrilla y lo abraza por última vez.

Ahogo un grito, no puede irse. Doy media vuelta y empiezo a correr como alma que lleva el diablo. Salto las gradas que encuentro en mi camino hasta que paso por donde Liz. El lodo salta en mi pantalón y la lluvia impacta sobre mi rostro. Con el corazón latiéndome a gran velocidad sigo al auto negro que se ha puesto en marcha.

—¡Espera! —grito con fuerza. Las luces traseras aparecen y el vehículo se detiene.

Inmediatamente Drake sale del asiento trasero. Sé que me dijo que no le hablara, que me alejara, y de mala gana acepté pero no puedo dejar que se vaya sin despedirme. Me mira por un segundo y creo ver dolor reflejado en el brillo de sus ojos. Se pasa la mano por la frente y respira con más fuerza. Ninguno le presta atención a la lluvia que nos moja casi por completo.

—Dijiste que no te hablara y ahora, ¿te vas? —Alcanzo su mano fría y él no me rechaza, sino que la sujeta con suavidad—. Si te vas por mí, entonces me iré, te lo prometo. —Mis lágrimas caen con dolor sobre el fango.

—La distancia produce cambios, y yo quiero alcanzarlos, quiero estar lejos de ti para descubrir cómo es la vida allí afuera —Me sonríe con tristeza—No hay nada para mí aquí.

—¿Por qué lo haces? —Suelto su brazo para limpiarme las lágrimas—. No puedo vivir sin ti.

—Aprenderás... —El invierno cae sobre nosotros, la frialdad del lugar se siente incluso en su corazón—. Cuando vuelva, cada uno tendrá una vida, sin depender del otro. —Se da la vuelta y empieza a encaminarse hacia el auto.

—¡Drake! —Corro atrás de él y lo abrazo de la cintura. Se queda quieto mirando al horizonte—. Cuídate mucho, come sano. No te metas en peleas, no salgas herido. —No puedo detener mi dolor reflejado en mis lágrimas y con la voz rota continuo —, y no me olvides.

Se da la vuelta con cuidado, me mira con seriedad. Se acerca y deposita un beso en mi frente. Y conforme su olor fragante se instala en mi ropa, el dolor me apresa en sus garras. Abro los ojos y me sostengo la frente con confusión.

—Adiós Aubrey —es lo último que dice antes de irse. Lo mismo que yo le dije en el campamento. Esa es su respuesta, una que no esperaba y que duele demasiado.

La puerta del auto es cerrada, el diálogo callado y las emociones desbordadas.

Dejo caer mi cuerpo sobre el fango y lloro hasta perder la conciencia.

[***]

Aunque Max vino más tarde y me llevo en brazos a casa, no fui la misma, él se había llevado lo más preciado de mí, una esencia que ni yo sabía que tenía, me dejó con un recipiente vacío. Liz me rogó llorando que saliera de la habitación que comiera, pero no lo hice. Mi habitación es mi compañía en medio de la soledad.

Azul DestructivoWhere stories live. Discover now